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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

La opinión del día sobre el Sporting: Aleatorio e imprevisible

Las cosas del fútbol: las almas rojiblancas iban dispuestas a ver en su pantalla amiga a Campuzano y apareció Pablo Pérez, odiado y querido sin estación intermedia

Cristian Salvador despeja un balón ante Javi Fuego en el Ponferradina-Sporting LOF

Imprevisible y fuera de toda lógica. Subjetivo y de una aleatoriedad desesperante para las cabezas de orden germánico. Estos, dicen, son algunos de los elementos que hacen del fútbol el deporte rey. Prueba de ello fue lo sucedido en la visita del Sporting a El Toralín. La Mareona acudió a sus televisores para comprobar, por ejemplo, quién iba a ser el sustituto de Djuka, ahora vecino de Montenegro.

Las almas rojiblancas iban dispuestas a ver en su pantalla amiga a Campuzano y apareció Pablo Pérez, odiado y querido sin estación intermedia. El gijonés estuvo en todo lo que acabó entrando, legal o ilegal, y demostró que el entrenador ya no anda tan escaso de fondo de armario como en el primer tramo de la competición. Y luego está el lío que el Sporting se hizo con su propia manguera.

Comienza a ser empíricamente demostrable que a los rojiblancos no les va eso de alcanzar la gloria sin sufrir. Con todo de cara para llevarse la victoria, el plan se vino abajo con dos regalos. Y eso que el choque ante la Ponferradina fue, junto al del Mallorca, uno de los mejores partidos de los rojiblancos este curso. Al menos, de los más entretenidos y vistosos. Pero ahí están las cuentas: dos puntos de seis.

Comienza a ser empíricamente demostrable que a los rojiblancos no les va eso de alcanzar la gloria sin sufrir. Puede que esto sea lo que altera el sueño del entrenador rojiblanco, que lleva unos días algo revuelto

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Puede que esto sea lo que altera el sueño del entrenador rojiblanco, que lleva unos días algo revuelto. Da la sensación de que hay algo que no le acaba de convencer. Quizá quiera un apoyo unánime tipo referéndum de república bananera: al 99,9 por ciento. Pero esto es lo que tiene moverse en un mundo imprevisible e ilógico. O puede que haya empezado a ver a su alrededor cosas que no entiende, como la sinrazón de la aleatoriedad.

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