La economía circular y la bioeconomía son dos conceptos que convergen en lo que se puede denominar bioeconomía circular, una forma de desarrollo en la que el sector de los residuos es aún un mero aspirante a imitador de la naturaleza, que tras millones de años de evolución –prueba y error– ha conseguido que “nada le sobre”.

Corría el año 1989 cuando Cogersa instaló en España el primer sistema de captación de biogás para producir energía eléctrica. Aún faltaban 23 años para que la Unión Europea acuñase el concepto de bioeconomía en su estrategia de 2012, y en Asturias ya se estaba aprovechando un recurso renovable generado a partir de los residuos urbanos eliminados en vertedero, minimizando así su impacto ambiental. La producción eléctrica a partir del biogás de Cogersa alcanzó en 2019 los 38.150.000 kilowatios–hora, energía suficiente para suministrar electricidad a 10.000 hogares.

El sector papelero es quizás uno de los primeros ejemplos de bioeconomía, pues permite una actividad industrial alrededor de la producción forestal. La cadena de valor de este material biogénico ha de ser sostenible, y para ello precisa de la participación de otros agentes como Cogersa, que ya en 1994 inició la recogida selectiva de papel y cartón. Su reciclaje ha ido en aumento hasta las 25.598 toneladas recogidas en 2019 gracias a los contenedores azules. Tras su selección y clasificación, 23.848 toneladas de diferentes calidades de papel y cartón se pudieron enviar a reciclaje.

De todo el espectro de residuos que genera la actividad humana, los desechos orgánicos de los residuos municipales cobran especial relevancia por su cantidad –aún hoy en día suponen más de un 35% de la bolsa negra y superan el 50% si se incluyen también el papel/cartón y el textil de fibras naturales– y por su impacto ambiental si no se gestionan correctamente. La normativa española limitó el vertido de los residuos urbanos biodegradables ya en 2001 estableciendo para el año 2016 un límite máximo de un 35% calculado sobre los residuos generados en 1995. Esta obligación provocó todo un despliegue de iniciativas para recuperar la materia orgánica y evitar así su vertido, dando lugar a nuevas actuaciones en el ámbito de la bioeconomía.

Cultivo piloto de microalgas.

La planta de compostaje de restos vegetales y estiércoles que Cogersa puso en marcha en 2003 es un ejemplo cargado de prestigio gracias a la Ecoetiqueta del compost que produce y a la gran aceptación y demanda que este producto tiene en Asturias. Las 19.929 toneladas de restos vegetales aprovechados en 2019 dieron lugar a 2.044 toneladas de compost. Esta experiencia de compostaje animó a Cogersa en 2010 a iniciar el aprovechamiento también de los lodos de depuradoras urbanas, otro residuo con una gran cantidad de materia orgánica que tradicionalmente se desperdiciaba en vertedero.

 En 2019 se reciclaron 27.842 toneladas de lodos y se comercializaron 5.581 toneladas de compost; si bien, su demanda en Asturias es escasa y el ciclo biológico de este material se cierra en otras comunidades vecinas con un mayor peso de la agricultura extensiva. En 2019 se amplió la capacidad de esta instalación hasta las 49.000 toneladas/año para lograr un mayor aprovechamiento de los lodos de depuradora.

A finales de 2013, Cogersa puso en marcha la planta de biometanización, que somete a la fracción orgánica de la basura recogida separadamente (contenedor marrón) a una digestión anaerobia, que genera más biogás y una nueva variedad de compost. Sin embargo, la cantidad de materia orgánica recogida separadamente en Asturias rondó apenas las 8.000 toneladas en 2020, muy por debajo de la capacidad de la planta (30.000 toneladas).

Los residuos de madera y muebles son otro importante yacimiento de materia orgánica, como lo confirman las 27.476 toneladas recibidas en Cogersa en 2019.

Sin embargo, todos estos esfuerzos aún no están consiguiendo poner freno al desaprovechamiento de materia orgánica en vertedero. La bolsa negra aún contiene fracciones muy importantes de biorresiduos, papel/cartón y textil. Los asturianos deben usar mucho más intensamente los contenedores marrones, azules y de ropa y acudir mucho más a los puntos limpios para aprovechar los recursos biogénicos que la naturaleza nos presta.

Mientras tanto, Cogersa avanza en una nueva planta de valorización de la bolsa negra, con una inversión de 58 millones de euros, que entrará en funcionamiento en 2023. Esta instalación permitirá recuperar –entre otros materiales– hasta 56.523 toneladas al año de materia orgánica bioestabilizada y 47.938 toneladas adicionales de papel y cartón.

La Unión Europea considera la economía circular y la bioeconomía como motores de progreso, transformación, sostenibilidad y liderazgo mundial; pero además de grandes oportunidades, existen enormes dificultades. La tecnología debe desarrollar procesos innovadores, eficientes y rentables para aprovechar los residuos biogénicos; y a la par, la sociedad debe contribuir separando correctamente sus residuos y, sobre todo, demandando productos con menor huella ambiental, fabricados con materiales reciclados, fertilizados con compost, con menores emisiones de carbono, etc.

Para facilitar esta transformación, Cogersa viene promoviendo y participando en proyectos colaborativos de I+D+i como Sludge4Biomass, AsturSludge y Valorastur, para desarrollar el aprovechamiento de los lodos de depuradora; Re–CO2very y Landfill4Health, para cultivar microalgas aprovechando las emisiones de dióxido de carbono; Life Infusion, que busca el aprovechamiento de la materia orgánica para generar biometano renovable para uso en vehículos; o Cemowas2, centrado en construir estrategias de gestión y demostración a nivel europeo en materia de residuos orgánicos.

“La comida no se tira” es una sencilla frase con la que nuestras abuelas del siglo XX nos instruían sabiamente en el aprovechamiento doméstico y humanidad. En el siglo XXI la Unión Europea nos recuerda a través de sus estrategias de bioeconomía y economía circular que “la naturaleza no se tira”.