Reportaje

El valor de la industria de la inteligencia artificial podría alcanzar los 180.000 millones en 2030

La eclosión de la tecnología desencadena una frenética carrera entre los gigantes del sector

El valor de la industria de la IA podría alcanzar los 180.000 millones en 2030

El valor de la industria de la IA podría alcanzar los 180.000 millones en 2030

Carles Planas Bou

La inteligencia artificial (IA) no nació con ChatGPT, ni mucho menos. Esta disciplina de las ciencias de la computación, cuyo objetivo es que las máquinas sean capaces de imitar la actividad humana para realizar tareas concretas, lleva décadas entre nosotros. A lo largo de los últimos años, esta tecnología se ha integrado en todo tipo de sectores con el fin de optimizar la gestión y la toma de decisiones. En los últimos meses, sin embargo, el desarrollo de la llamada IA generativa ha pisado el acelerador y ha visibilizado todo tipo de herramientas. Estas son las aplicaciones más populares que han ido apareciendo y que utilizan grandes modelos de lenguaje.

El asombro mueve montañas. El principal estudio psicológico sobre esta emoción la asocia a la "inmensidad percibida" y a la "necesidad de acomodación", entendido como aquello tan sorprendente que nos obliga a expandir nuestra compresión para asimilar lo que creíamos imposible. La fascinación y el temor han sido los dos motores que han propulsado la actual fiebre por la inteligencia artificial (IA). Aunque esta tecnología lleva más de una década impulsando grandes avances en sectores que van desde la biología a la automoción, ha sido su imitación de lo humano lo que la ha llevado a saltar a la cultura de masas.

El 30 de noviembre hizo un año desde que OpenAI decidió lanzar al mercado ChatGPT, un programa entrenado para interactuar como si fuese capaz de razonar. Se trata de una simulación más o menos convincente. Sin embargo el chatbot puso a los usuarios frente al espejo y despertó un asombro que ni la misma compañía podía imaginar.

Prueba de ello es que muchos empleados de OpenAI ni se enteraron de la presentación de su producto. En cinco días, ChatGPT atrajo a un millón de usuarios, un hito que a Facebook le costó 10 meses.

Eso la ha convertido en una de las aplicaciones de mayor éxito de la historia. Un año después, ya supera los 180 millones de usuarios.

Su meteórica popularidad llevó a una eclosión de la IA generativa, entrenada con un océano de datos extraídos de internet para crear todo tipo de contenidos. En pocas semanas empezó a florecer un ecosistema de nuevas app capaces de generar texto, imágenes, vídeo o audio en base a las peticiones de los usuarios, alimentando así el asombro social. "En 2016 ya teníamos esta tecnología avanzada, pero el factor diferencial ha sido ponerla en una interfaz sencilla con la que todo el mundo pueda interactuar", explica el informático teórico Josep Maria Ganyet.

El éxito de ChatGPT desencadenó una frenética carrera entre los gigantes del sector. Microsoft fue el más listo: invirtió de golpe 10.000 millones de dólares en OpenAI y acordó integrar la IA a sus servicios. Presionada, Google se vio abocada a reaccionar y lanzó su propio chatbot, Bard, para tratar de neutralizar a su rival. Pesos pesados como Meta o Amazon también se han apuntado a esa batalla y startups emergentes como Anthropic se han visto beneficiadas por la fiebre de la IA. Ninguna empresa tecnológica quería quedarse sin colonizar una mina de oro que, según estimaciones, podría disparar el valor de la industria hasta los 180.00 millones de euros para 2030.

Esta revolución comercial ha supuesto un cambio tectónico en el sector. Durante las dos últimas décadas, el lema facebookiano "Muévete rápido y rompe cosas" ha sido un dogma para los gigantes tecnológicos.

Riesgos y regulación

No había sido así en el campo de la IA, reservado a la investigación científica bajo llave. "Proteger la IA de las fuerzas del capitalismo era visto por muchos como una prioridad absoluta", apunta "The New York Times". El triunfo de ChatGPT ha sepultado esa mentalidad y ha acelerado la prisa para crear productos supeditados al mercado.

La competición empresarial por el dominio de la IA también ha disparado la opacidad. "Mientras su impacto social aumenta, la transparencia disminuye", asegura el informe anual de la Universidad de Standford, que advierte de que esta tendencia repita el "fracaso" democrático de las redes sociales.

La promesa de un crecimiento infinito alimenta la insaciable voracidad del sector. Esa ansia comercial se ha apoyado en una campaña que ha vendido la IA como algo mágico e inevitable. "De forma intencionada, OpenAI ha hecho un juego psicológico en el que ha atribuido a ChatGPT propiedades que no tiene ", advierte Ganyet. "Ni lee, ni piensa, ni razona".

Aun así, esa apuesta marketingniana ha contribuido a disparar la inversión en startups de IA y a incrementar la capitalización bursátil de las Big Tech en 2.400 millones de dólares, según un informe de la empresa de capital riesgo Accel.

El funcionamiento de este software conversacional se basa en cálculos probabilísticos que unen palabras hasta construir frases con significado. Aun así, la máquina también comete errores y puede presentar como ciertas informaciones que se ha inventado, un fenómeno conocido como "alucinaciones". Meta lanzó su asistente antes que la firma de Sam Altman, pero la gravedad de los fallos que cometía la obligaron a retirarlo tan solo tres días después.

La IA generativa podría alterar parte importante de nuestras sociedades como el mercado laboral. Esa transformación entraña riesgos como los sesgos, la desinformación, el impacto climático, las ciberestafas, la violación de la privacidad o de los derechos de autor.

Los gigantes del sector han optado, premeditadamente, por alimentar el hype y el miedo a hipotéticas amenazas para secuestrar la atención y vender más. Sea real o infundamentado, el temor ha convencido a los dirigentes globales, desde EEUU a UE, a impulsar la regulación de esta tecnología. A su vez, los gigantes tecnológicos han reforzado sus mecanismos de presión e influencia sobre las autoridades para que las nuevas leyes no perjudiquen su negocio, con cierto éxito. Prever el futuro es imposible, pero el culebrón protagonizado la semana pasada por OpenAI deja claro que el futuro de la IA está supeditado a los vaivenes de un puñado de empresas y líderes mesiánicos que concentran cada vez más poder. Ganyet advierte: "No deberíamos confundir el progreso tecnológico con la prosperidad".

ChatGPT cumple un año y deja ver las luces y sombras de la inteligencia artificial

La inteligencia artificial (IA) no nació con ChatGPT, ni mucho menos. Esta disciplina de las ciencias de la computación, cuyo objetivo es que las máquinas sean capaces de imitar la actividad humana para realizar tareas concretas, lleva décadas entre nosotros. A lo largo de los últimos años, esta tecnología se ha integrado en todo tipo de sectores con el fin de optimizar la gestión y la toma de decisiones. En los últimos meses, sin embargo, el desarrollo de la llamada IA generativa ha pisado el acelerador y ha visibilizado todo tipo de herramientas. Estas son las aplicaciones más populares que han ido apareciendo y que utilizan grandes modelos de lenguaje.

Esta tecnología lleva en realidad años entre nosotros, pero el desarrollo de la categoría llamada generativa acelera y ha popularizado múltiples herramientas.

GENERADORES DE TEXTO

Estas herramientas conversacionales están entrenadas para responder a las preguntas de los usuarios y son capaces de crear textos en distintos estilos, desde prosa a poesía.

  • ChatGPT: Puede usarse gratis de forma limitada o pagando una suscripción de 20 euros mes.
  • Claude: En su versión gratuita y en la premium, está disponible en varios países menos en España.
  • Bard: La herramienta de IA de Google puede usarse gratis.
  • Otter.ai: Esta aplicación transcribe conversaciones de audio a texto. Hay una versión básica gratuita.
  • Jasper: Este copiloto puede testearse sin pagar, pero para usarlo sin limitaciones hay que pagar.

GENERADORES DE IMAGEN

Este tipo de ‘software’ está programado para convertir peticiones de texto en imágenes.

  • Stable Diffusion: El modelo puede testearse de forma gratuita, pero su uso recurrente es de pago.
  • Midjourney: Este sistema tiene cuatro planes de suscripción distintos, todos de pago.
  • Dall-E: El programa de OpenAI puede probarse gratis, pero su uso es de pago.

GENERADORES DE MÚSICA

Las canciones que escucharás no serán orgánicas, sino creaciones sintéticas de una máquina.

  • MusicLM: Este prometedor experimento de Google aún está en fase de desarrollo.
  • Aiva: Gratuito si las creaciones no son monetizadas. Quienes quieran poseer los derechos deben pagar.

GENERADORES DE CÓDIGO

Todo lo que ves en internet está compuesto de código. Estas herramientas ayudan a crearlo.

  • GitHub: El copiloto de Github y OpenAI es de pago.

GENERADORES DE VOZ

Estos programas transforman cualquier mensaje de texto en audios con voces sintéticas más o menos verosímiles.

  • Vall-E: El clonador de voces de Microsoft aún no está abierto para el público.
  • Beyond-Words: Esta app te permite crear un proyecto de voz gratis, pero para hacer más hay que rascarse el bolsillo.
  • Murf: Este generador puede usarse de forma gratuita con limitaciones. Los otros usos son de pago

GENERADORES DE VÍDEO

Estas app pueden generar imágenes en movimiento. En la mayoría de los casos, su desarrollo aún dista de ser óptimo.

  • Pictory: Esta herramienta se puede testear gratis y tiene tres escalas de pago distintas.
  • Deepbrain: Los dos planes de suscripción de esta aplicación son de pago.
  • Synthesia: Esta plataforma tiene pruebas gratuitas, pero para usarla de forma habitual hay que pagar.

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Malos usos

La IA generativa puede servir para facilitar la creación de propaganda. Las imágenes sintéticas ya se usan con finalidades políticas que podrían servir para manipular opiniones. También está el problema de los deepfakes, imágenes o audios manipulados para suplantar la identidad de otro. La proliferación de app que permiten desnudar a mujeres con cuerpos que no son los suyos pueden servir para acosar o humillar a sus víctimas. Los deepfakes de audio, por otro lado, pueden usarse para todo tipo de fraudes. 

Impacto climático

Es fácil pensar en la IA como un ente etéreo. Sin embargo, esta tecnología se sustenta en una infraestructura física muy palpable y cuyo impacto climático crece a medida que el interés en el sector se dispara. La potencia computacional que se requirió solo para el entrenamiento de GPT-3, el modelo de lenguaje detrás de ChatGPT, consumió las misma electricidad que 120 hogares en un año. Además, la refrigeración de los servidores de datos también consume grandes cantidades de agua, una realidad que se complica con el cambio climático y el creciente impacto de la sequía.

Copyright

Esta tecnología también da lugar a conflictos con los derechos de autor. Grandes medios de comunicación y escritores ya se han opuesto a que programas como ChatGPT o Bard exploten sus obras para entrenarse. Tras una huelga, los guionistas de Hollywood lograron que la IA no pueda reemplazarlos y que se reconozca su derecho a crédito y compensación cuando su trabajo es usado por la máquina. Bad Bunny ha denunciado que usuarios hayan utilizado su voz sin su consentimiento para replicar canciones que nunca ha cantado.

Alucinaciones

A través de un cálculo estadístico, los chatbots de IA generativa son capaces de dar respuesta a preguntas y formar frases plausibles. Sin embargo, también cometen errores y presentan como ciertas informaciones que se ha inventado, un problema que se conoce como "alucinaciones". De confiar ciegamente en la máquina, puede terminar amplificando la desinformación.

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