A. RUBIERA

Constancio Herrera nunca le tuvo miedo a la apnea. De hecho, durante muchos años la «falta o suspensión de la respiración», lo que literalmente significa apnea para la Real Academia Española, fue sinónimo de su pasión deportiva: una actividad subacuática sin más apoyo que la capacidad de aguante pulmonar de cada uno. Ahora, sin embargo, el que fuera uno de los fundadores del Club Apnea Gijón -mantiene el número 2 de socio de la entidad, después del campeonísimo Pepe Viña- asegura que siente «algún reparo» ante la idea de volver a hacer ese esfuerzo de inmersión. Pero seguro que es sólo temporal.

«Es algo mental. Como tengo tanto que agradecer, aún no quiero pedirle al cuerpo que haga ese esfuerzo de apnea. Pero seguro que es sólo cuestión de tiempo. En un mes o así, fijo que ya tendré ganas de salir a bucear. Lo haré y lo controlaré, pero por ahora sigo disfrutando a mi ritmo». Lo que «tanto» tiene que agradecer Herrera -«Costi» para la familia y sus muchos amigos- no es otra cosa que haber salido muy airoso de un doble trasplante pulmonar. Una operación de alto riesgo, de más de cinco horas de duración, gracias a la cual a sus 56 años cambió sus maltrechos órganos, a punto del agotamiento total, por otros más jóvenes y sanos que le han devuelto el oxígeno al cuerpo.

Costi Herrera se sometió al trasplante bipulmonar el 4 de febrero y 16 días después salía del hospital cántabro con el alta en una mano y en la otra todas las ganas del mundo de contribuir al máximo a su recuperación total. «Siento que soy un superviviente. Que me han dado una oportunidad para seguir adelante, y estoy totalmente agradecido por ello. No me voy a cansar nunca de dar las gracias», asegura el implicado. Ese agradecimiento él lo lleva a tres planos: «al donante y, sobre todo, a su familia, ya que por su generosidad yo siento que he rejuvenecido unos cuantos años; a los cirujanos y especialistas, tanto del Hospital de Silicosis de Oviedo como del de Valdecilla, porque no se pueden hacer las cosas con más dedicación, más habilidad y más cariño, y a la familia, los vecinos y muchísimos amigos que me han dado un apoyo moral y unas fuerzas enormes». En esos ánimos y, sobre todo, en su sentido optimista de la vida puede estar la clave de que la fibrosis pulmonar idiopática que padeció y que llegó a dejarle con un 10% de capacidad respiratoria quede en un mal recuerdo y en dos costurones, uno debajo de cada tetilla. «Lo más complicado era la operación y todo salió perfecto. Por eso mismo siento que he adquirido el compromiso y la obligación de cuidarme y de no descuidar este regalo doble que me han hecho».