El verano de la galería El Arte de lo Imposible ha sido intenso. Empezó a mediados de junio con el grupo japonés «Non Stop». Siguió en julio con «Diez piezas a 100 euros», de diez jóvenes artistas españoles. Y siguió en agosto con las interpretaciones muy guerreras de María Lezón acerca de la imagen de la mujer en sociedades del pasado y su denuncia y traslado a la actual sociedad de consumo.

Estanislao Lanza Suárez practica con nuevos materiales para hacer cerámica, y tan nuevos como verdaderos. A la gente puede parecerle que pinta o actúa sobre las superficies después de la salida del horno. Pero no hay tal cosa. Materiales que parecen hervir y borbotear, como esos círculos negros de aparente lava volcánica, han salido tal cual del horno. Nada hay pegado ni pintado a posteriori. El artista vigila para conseguir craquelados, situar fabas-piedras en su sitio o lograr que escurran los materiales en sus «tejas» alabeadas. A veces sus piezas planas parecen platos de cocina avanzada. Otra sorpresa son las torres de luz, piezas para jardín que cambian de aspecto según la hora del día, entrando la luz del sol por rendijas y huecos que iluminan los interiores y modulan el aspecto exterior. No es posible describirlas. Hay que ver y tocar.

Estanislao Lanza trabaja en su taller de Villaviciosa. Ha realizado obras públicas, como la cerámica que luce el «hall» de la fábrica Ibersa de pinturas (Meres, Siero) y el mural exterior del Hospital de Jarrio, en el occidente de Asturias. Vive Estanislao un mundo interior de vivencias culturales. Hay piezas sobre el mundo de la astronomía («Caronte y Plutón», «33.º de evolución»). Le ha dedicado a su hijo un paisaje: «Estanislaievich landscape»: las flechas verdes indican la corriente general de la sociedad, pero el chico, marcado con una cruz también verde, no reconoce esas tendencias profundas y se empeña en recorrer alambicados caminos secundarios y aparentes, que dan vueltas y vueltas.

Ana Posada, casada con Estanislao, hace también cerámica abstracta, azulejos como si fueran una tela, pero conseguidos al horno y con el toque de alguna figura en silueta que sirva de refugio al espectador y le ayude a fabular sobre la obra. También diseña joyas de cerámica. Y vende en los soportales de la calle Anselmo Cifuentes, número 8, en una pequeña tienda que, con gran sentido del humor en tiempos de crisis, ha titulado Umma, que es el acróstico de «unidad mínima de masa atómica».