A. RUBIERA

Casi veinte kilos de chocolate negro, más de 22 horas de trabajo extra, y mucha dosis de filosofía artesana. Es lo que suma, según las explicaciones del pastelero gijonés Antonio Argüelles, la laboriosa figura del simio que desde hace ya varios días se ha convertido en mascota y atracción de la confitería Argüelles, ubicada en el entorno de la plaza del Humedal. Un mono que no deja indiferentes a los paseantes y que pese a no tener nombre oficial -«quizá podría llamarse Montoro», dice el autor con intención-, anda sobrado de mensaje.

Porque este dulcísimo mono lleva implícita en su figura toda una reivindicación pastelera de lo importante que es volver a la creación propia, al trabajo dedicado y delicado, al producto «made in Asturias» manejando materias primas de calidad, aunque sea en menor volumen. «Frente a esa moda que incorporaron muchos negocios que se dedican a comprar figuras ya hechas, que se traen de Barcelona o Bélgica como churros, nosotros siempre hemos apostado por la creación propia. Porque cuando todo sea igual, cuando un escaparate no se diferencie de otro, y cuando dé lo mismo comprar el bollo de Pascua en una pastelería que en una gran superficie porque el producto es más o menos el mismo, entonces nos lamentaremos. Eso ya pasó con la bollería y lo hemos sufrido todos. Toca demostrar por qué somos pasteleros y no sólo vendedores», proclama Antonio Argüelles.

En su caso, como cuarta generación de artesanos confiteros de Laviana, poco tiene que demostrar, pero así y todo él no para de ponerse retos. Y el de Pascua lleva años en su agenda de deberes. «Siempre, por esta fecha, me presta hacer algo llamativo y bonito», dice Argüelles, que dé prestancia al escaparate de su negocio. En esta ocasión reconoce que se inspiró en el trabajo de un pastelero francés, «un auténtico artista», remarca, que tiene entre sus grandes creaciones muchos animales selváticos. Con la idea de hacer un mono «con aspecto brutal, nada pulido ni perfeccionado», Antonio Argüelles empezó a dedicar unas tres horas diarias a su idea. «Cuando terminaba la jornada me daba una ducha y me ponía con el reto del mono. Cuando empecé con estos proyectos eran cosas más pequeñas, pero luego vas cogiendo confianza, te creces... y se te va de las manos», cuenta entre divertido y aliviado del «tirón» que está teniendo este año su trabajo. «Una vez que has invertido tanto esfuerzo te presta que la gente lo aprecie... aún recuerdo un año que hice un "Elogio del Horizonte" y, pese a que me resultó laborioso, la figura era tan habitual en Gijón que pasaba desapercibida», cuenta.

Además de estar contento por el éxito entre el público, Antonio Argüelles reconoce que también está satisfecho del aspecto «bestial» que acabó dándole a la figura. Para eso el cacao en polvo, que es el truco final del autor, le ayudó mucho. «Era lo que me resultaba más complicado. Una vez que tenía montada la figura lo que me interesaba era lograr ese aspecto entre dantesco y selvático... y el cacao en polvo le da ese toque como oxidado que le ha venido tan bien». Lo dicho, un dulce éxito que, eso sí, no tiene ni idea de cómo sacar del escaparate sin que rompa.