La elección de Melquíades Álvarez como Socio de Honor del Real Club de Regatas motivó unas palabras de advertencia sobre la necesidad de la unión de todos los españoles para salir adelante sin enfrentamientos políticos. Pero al mes siguiente fue cesado como presidente del Congreso, como consecuencia del directorio militar del general Primo de Rivera -en su histórico manifiesto clamaba por la liberación de los profesionales de la política- quien hizo hueco en su agenda para inaugurar la I Feria de Muestras Oficial e Internacional de Asturias en el paseo de Alfonso XIII y también la electrificación de Pajares promovida por el ministro Cambó.

Las reflexivas palabras de Melquíades Álvarez . El panorama político democrático se iba deteriorando día a día en España. Aquel año de 1923, el gijonés Melquíades Álvarez fue elegido presidente del Congreso de los Diputados -lo que motivó que muchos de sus fervientes admiradores del reformismo lo abandonasen para integrarse en movimientos republicanos más radicales- lo que no fue óbice para que el Real Club Astur de Regatas le nombrase, por unanimidad -a propuesta de Enrique Zubillaga, Emilio Tuya y Gustavo Fernández Moll- Socio de Honor y le organizasen durante agosto un homenaje en el que pronunció unas reflexivas palabras que siguen siendo muy válidas en el día de hoy: "Aquí veo representaciones separadas por el abismo de las ideas, pero no por los afectos del corazón. No me desvanecen las alturas. Soy inflexible en el cumplimiento de deber porque creo en la conjunción entre la Monarquía y la República. Cuando recuerdo lo que fui y dónde me hicieron llegar las circunstancias, no puedo olvidar mi procedencia humilde, ni la modestia de mi cuna, ni el encanto inefable de mis primeros años. No olvido a los humildes, ya que soy el Melquíades que todos conocisteis". También hizo un llamamiento a la unión de todos en favor de Gijón: "Pueblo al que conocí de escasa importancia y que hoy está en línea de los grandes progresos. Unámonos todos, como ahora lo estamos, por encima de todas las diferencias y proscribiendo todos los enconos políticos".

El 14 de septiembre, un joven abogado del Estado, José Calvo Sotelo caminaba tranquilamente por la calle del Marqués de San Esteban para coger el tren expreso con destino a Madrid. De camino leyendo el avance de las noticias en la pizarra que a pie de calle tenía "El Noroeste" se enteró de lo mal que estaban las cosas para el gobierno de Alfonso XIII. Al llegar a la madrileña estación de Príncipe Pío, los periódicos le confirmaron lo que ya le había adelantado en la habitual parada en Venta de Baños un general. En las primeras páginas aparecía el manifiesto "Al país y al Ejército" firmado por el general Miguel Primo de Rivera, marqués de Estella: "Españoles. Ha llegado el momento de recoger las ansias, el clamoroso recibimiento de cuantos amando a la Patria no ven para ella otra salvación que liberarla de los profesionales de la política, de los hombres que, por una u otra razón, nos ofrecen el cuadro de desdichas e inmoralidades que comenzaron en 1898 y amenazan a España con un fin próximo, trágico y deshonroso". Al día siguiente dio cuenta al rey Alfonso XIII de la nueva situación y comunicó lo que suele ser habitual en todas las dictaduras: supresión de las garantías constitucionales, declaración del Estado de Guerra y la imposición de la censura previa a los periódicos. Al beligerante Melquíades Álvarez -quien fue cesado el 15 de septiembre de 1913 como presidente del Congreso- le salvó de la terrible persecución política y quizás de algo más también, el rey Alfonso XIII.

En Gijón, el 1 de octubre, tras ser destituido por las bravas el alcalde Gil Fernández Barcia tomó posesión como nuevo presidente de la Corporación Municipal el designado dedocráticamente Facundo Fernández García.

Un recuerdo para el emprendedor Sacramento Lafuente. En el año 1924, el olvidado emprendedor Sacramento Lafuente -el propietario del famoso "Café Setién" de la calle Corrida y benefactor del Sporting como constructor sin costo alguno de la primera tribuna de "El Molinón"- tras alquilar al "Hospital de Caridad" trasladó algunas de las llamadas "tiendas del aire" a un terreno en la calle del Instituto para ubicar allí treinta cuatro casetas, que anteriormente estaban en puestos callejeros donde tenían muchas dificultades para desarrollar sus labores comerciales, a causa de los vientos marítimos.

La primera Feria de Muestras en 1924 . Desde hacía tiempo que gijoneses tan ilustres como Felipe Menéndez -representante de la patronal-, Francisco Quirós -presidente de la Unión de Gremios- y Antonio J. Oliveros -director del diario "El Noroeste"- trataban de recuperar la idea y el espíritu de la magna Exposición Universal de 1898 en Los Campos Elíseos, pero las estrellas no se pudieron en línea recta hasta el año 1924, en el que una comisión presidida por Romualdo Alvargonzález Lanquine -presidente de la Patronal Metalúrgica de Gijón y secretario de la Federación Patronal- logró la autorización oficial para organizar en Gijón la I Feria Internacional de Muestras de Asturias, después de la Semana Grande -del 15 al 31 de agosto- lo que contribuiría al alargamiento de la temporada estival. Su finalidad era "poner en contacto a productores y consumidores para la realización de transacciones comerciales", con lo que se trataba de potenciar las exportaciones hacia Hispanoamérica. En aquella ocasión optaron como escenario el popular paseo del rey Alfonso XIII, donde participaron unas doscientos cincuenta empresas en ciento sesenta y seis stands. La palabreja "feria" no gustó mucho entonces a algunos y hasta tuvo que aclarar algún periódico que allí no iba a haber gitanos. Pero las cifras cantan: en quince días por allí pasaron doscientas cincuenta mil personas y las ventas superaron los tres millones de pesetas,

El indiscutible éxito de aquella I Feria Internacional de Muestras de Asturias motivó que el dictador Miguel Primo de Rivera nombrase a Romualdo Alvargonzález Lanquine como secretario nacional de la Exposición Iberoamérica de Sevilla de 1929, responsable de la representación de Asturias en la Exposición Internacional de Hulla Blanca y de Turismo de Grenoble y comisario general de España en las Exposiciones Internacionales de Lieja y Amberes. Debido a ello, en reconocimiento a todas estas actividades que abrieron nuevos horizontes comerciales le concedieron la Legión de Honor de Francia y la Orden de Leopoldo de Bélgica.

Además de haber sido visitada por el general Miguel Primo de Rivera, el colofón fue la llegada a Gijón del primer hijo del rey Alfonso XIII, el príncipe de Asturias Alfonso de Borbón y Battemberg -en el crucero "Reina Victoria Eugenia" que arribó en el puerto de El Musel-, quien como presidente de honor quiso estar presente en la clausura oficial. A Gijón entró con su comitiva oficial por la Puerta de la Villa donde fue aclamado por la población, asistió a un solemne "Te Deum" en la capilla de Nuestra Señora de Peñafrancia en Deva y se alojó en las estancias del conde de Revillagigedo.

Una fastuosa fiesta en "Solavieya" . En una de aquellas fastuosas fiestas habituales en "Solavieya" que organizaba el magnate José Antonio García Sol, a la que acudieron el príncipe de Asturias y la soprano María Barrientos, entre otras personalidades -con motivo de la clausura de la I Feria Internacional de Muestras de Asturias- en un momento de la ostentosa velada se marchó la luz eléctrica y, de inmediato, en los jardines aparecieron cincuenta criados elegantemente ataviados portando candelabros de plata para que la fiesta continuase sin más problemas.

Tras reanudarse el baile, el príncipe de Asturias se lo hizo por los pantalones blancos y tuvo que ser retirado discretamente, sin que los invitados se apercibiesen del enojoso incidente. Las causas de la falta de control de los esfínteres del príncipe de Asturias mientras bailaba con la famosa soprano María Barrientos son desconocidas todavía, por supuesto.