La figura de la semana | Marino Muñiz Muñiz Director de la Semana Internacional de Montaña de Gijón

Marino Muñiz, un montañero muy punk

Con gran sentido del humor, le gusta escuchar a “Dixebra” y “La Polla”, fue profesor de esquí en Sierra Nevada y guarda de refugios

Un montañero muy punk

Un montañero muy punk / Pablo PALOMO

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Cuando se pregunta a los más cercanos a Marino Muñiz por cómo es en campo abierto el director de la Semana Internacional de la Montaña, dan una respuesta que incita a más preguntas. “Es muy Muñiz”, dicen. Muñiz son también su hermano, Gelu, y su hermana, Hayde. Básicamente “ser Muñiz” quiere decir ser alguien insistente y perseverante, para lo bueno y para lo malo. Dicho por ellos mismos, un poco cabezota. Alguien a quien si le mete algo entre ceja y ceja es casi imposible sacárselo del cráneo. Como buen montañero, conoce los picos asturianos como si fueran las esquinas de su salón. Y tras esa mirada parda oscura y bajo esa barba de propia de un ermitaño se esconde un hombre de humor afilado.

Con 52 años, en la familia aún se preguntan cómo un niño de El Llano se aficionó a la escalada. De su padre, Aquilino, un perito industrial, y de su madre, Inés, que tuvo una tienda de decoración en la avenida Manuel Llaneza, no salió ese gusto por echarse al monte. Eso sí, su querencia por la naturaleza le viene de crío. Quizás de su círculo de amigos. Dio sus primeros pasos en Quirós y siendo aún un chavalín coronó el Urriellu. Algo de picardía tuvo que echarle a la hazaña. En casa dijo que se iba de camping con unos amigos porque si llega a informar de que iba a enfrentarse a la mítica montaña, no le habrían dejado. Pasados ya unas décadas, con la trastada prescrita, él presume de ella.

Autosuficiente, muy de andar por libre y con cierto toque bohemio, cuentan de Marino Muñiz fue bastante autodidacta para aprender todo lo que sabe sobre la montaña. Chico para todo en el Club Astur Torrecerredo, a sus espaldas tiene decenas de kilómetros. Ahora está de enhorabuena porque tras el parón de la pandemia ha podido ver el éxito del certamen que dirige, la Semana Internacional de la Montaña, que en su 43.ª edición ha traído a lo más granado de la escalada y el esquí extremo.

El esquí es uno de los deportes que más aprecia Muñiz. Fue su forma de vida durante los casi doce años en los que trabajó en la estación de Sierra Nevada, en Granada. Vivió en un pueblo que no llega a los 3.000 habitantes y a unos 1.100 metros de altitud llamado Güejar Sierra. En tiempos, fue guarda del refugio de El Llano y del Jou de los Cabrones, en Bulnes. Emprendedor a su manera, con 25 años estuvo en los orígenes del club de montaña, el Alandrina, con el que se encargaba de organizar excursiones para los colegios de la ciudad.

Ahora, trabaja como guía de montaña y está enfrascado en inculcar a los más jóvenes del Torrecerredo su pasión por la naturaleza. Un dato curioso de él es su gran afición a la micología. Aunque sabe bastante de setas, no es alguien al que le guste colgarse medallas en general. Avispado “gastador” de bromas, sabe encontrar un chiste donde otros no lo ven. Incluso, en las más insospechadas situaciones. Es un verdadero especialista en animar el cotarro y en transmitir con ánimo sus pasiones. Gracias a esta habilidad, su hermano Gelu también le tiene mucho aprecio a la montaña.

Sportinguista, pero no practicante, y también algo del Granada, sus aficiones pasan por ver muchos documentales de escalada, montaña y esquí extremo. Debido a ese gran sentido del humor, una de sus películas favoritas es “La vida de Brian”. Y, como persona independiente, muy de ir por su cuenta y en contra de las convenciones, sus aficiones musicales no sorprenden: es un consumado seguidor de grupos punk. “Eskorbuto”, “Kortatu”, “Dixebra” y la voz rasgada de Evaristo de “La polla récords” nunca faltan en sus reproductores. Cuando tiene el día más “clásico” apuesta por “Deep Purple”.

Su pasión por las piedras le llevó a estudiar joyería y gemología en una titulación de la Universidad de Oviedo y cursó tiempo después Geología, aunque en casa aseguran que nunca llegó a terminar la carrera. Soltero, que se sepa, y sin hijos, vive entregado a su amor por la montaña. Humilde, siempre acostumbra a decir que sabe un poquitín de todo, pero que no entiende de nada. Persistente en sus esfuerzos, con grandes habilidades para sacar una sonrisa, Marino es un hombre de la montaña que se crió cerca del Cantábrico. Un tipo que no se rinde fácilmente ante las dificultades. En definitiva, “muy Muñiz”. Muñiz, al cuadrado.

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