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Duelo por un sacerdote muy querido en la ciudad

Adiós a Fernando Fueyo, histórico capellán del Sporting y “alma” de El Coto

“Era una personalidad, las muestras de cariño nos desbordan”, agradece la familia del popular párroco y misionero, fallecido a los 85 años

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EN IMÁGENES: Fallece el padre Fueyo, un sportinguista como Dios manda. LNE

Gijón perdió ayer a quienes sus parroquianos definen como “el alma de El Coto”, el carismático cura y misionero Fernando Fueyo. Párroco de San Nicolás de Bari durante más de tres décadas, falleció a los 85 años, en el Hospital de La Cruz Roja, en el que ingresó el pasado martes ante el empeoramiento de salud, delicada en los últimos meses. Muy querido y respetado en la ciudad, se había jubilado en 2019, aunque siguió colaborando con la iglesia hasta hace escasas semanas. Incansable, afable y dicharachero, la ciudad llora la pérdida de uno de los curas que mejor supo entender el oficio de entregarse a los demás. Su muerte deja un vacío irreparable en la comunidad sacerdotal asturiana y en todo el entorno del Sporting, del que fue capellán desde la década de los 90. Tal y como él había pedido, será su parroquia quien le despedirá esta tarde, a las 17.00 horas, en un funeral que oficiará el arzobispo, Jesús Sanz Montes. “Las muestras de cariño recibidas no están desbordando. Se ha ido una verdadera personalidad de la ciudad”, agradeció ayer Javier Fueyo, su sobrino.

Fueyo nació en Gijón en 1937 frente a la escalera 3 del paseo del Muro, como a él siempre le gustaba recalcar. Su padre, Manuel, fue un popular ebanista en Gijón, conocido como Manuel el de “Casa Fuente” por el nombre de su negocio. El sacerdote contaba que de él había heredado la vocación al “ser un hombre extremadamente piadoso”. Fueyo padre fue uno de los impulsores de la parroquia de La Milagrosa y fiel creyente. Su madre, Blanca, era de Barros, pero a finales de la década de los años 20 el matrimonio se mudó a Gijón, donde formó familia. Fueyo tuvo tres hermanos: Ángeles (1930), que fue Hija de la Caridad; Manuel (1931), que también fue sacerdote: y Carlos (1940). El párroco ha sido el último en fallecer.

El gijonés comenzó a estudiar con los “los baberos” de La Salle, ingresando después en la Academia Politécnica en Los Campos para cursar el Bachillerato. De ahí, marchó al Seminario de la Universidad de Comillas, en Cantabria, donde abrazó su vocación cristiana. Comenzó su labor sacerdotal como coadjunto en La Felguera, en 1962, para después ejercer de profesor de Cosmología y Lógica en el Seminario de Oviedo. Entonces, África entró en su vida. Fue tras una visita del obispo de Kitega (Burundi), el monseñor Makariza, al entonces arzobispo Gabino Díaz Merchán. Era el año 1970 y, casi sin querer, aquella visita encendió la llama de la que fue la gran misión asturiana en Burundi.

Fue nombrado párroco de San Nicolás en noviembre de 1983, creándose la parroquia con parte del territorio eclesiástico de la del Corazón de María. El primer templo estuvo situado en un sótano habilitado de la calle de Quevedo hasta que, hace un cuarto de siglo, se inauguró el complejo parroquial actual, situado en la calle de Avelino González Mallada. Recordaba el sacerdote que aquel templo costó 120 millones de pesetas, y su puesta en marcha fue sufragada por los feligreses y uno de sus mayores orgullos como religioso. “Su marcha es una gran pérdida para todos, pero para la parroquia especialmente. Siempre quiso hacer grupo, siempre fue cariñoso y siempre se volcó con El Coto. Se notará estos días. La iglesia se va a quedar pequeña para el funeral, pero se hará en San Nicolás porque así lo quería él”, contó Juan Lorenzo, arcipreste de Gijón, que pudo despedirse del religioso este miércoles. “Pudimos rezar un rato y estuvo hasta el final acompañado por los suyos”, aseguró. “Su voluntad y generosidad será siempre recordada. Siempre agradeceré haberle tenido como predecesor: cuando llegué lo que vi fue una parroquia buena y en marcha”, completó Iván González, actual párroco de El Coto.

Poco después, a finales de los 80, entró a colaborar con el entonces capellán del Sporting, Dionisio Alonso, gracias a su amistad con Pepe Ortiz, histórico jugador y delegado rojiblanco. Fue en los noventa, cuando, como él decía, alcanzó “la titularidad” y ocupó el cargo de capellán principal. “El sportinguismo se lo trasladaba a todo el mundo constantemente. Le gustaba tanto esto que a los jugadores les acababa dando hasta consejos deportivos. Más que el fútbol, a Fernando le gustaba el Sporting. Su papel es insustituible”, señaló ayer Javier Martínez, vicepresidente del club.

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Capilla ardiente de Fernando Fueyo en Gijón Marcos León

La capilla ardiente de El Coto lucía ayer cuatro grandes coronas enviadas por el equipo rojiblanco. “Gijón despide hoy a un apasionado del Sporting porque, entre otras cosas, sabía del valor que tenía para la ciudad. Fernando gozaba y sufría con el equipo buscando siempre que tuviera los mayores éxitos. Cercano, carismático y cariñoso, fue su inmensa implicación con la ciudad lo que hizo que en 2007 recibiese uno de sus máximos honores, la Medalla de Plata de la Villa”, destacó ayer la alcaldesa, Ana González. “Don Fernando era una persona extraordinaria y en los momentos difíciles siempre tuvo palabras de aliento y consuelo para todos los que le pedimos consejo y guía”, completó Carmen Moriyón, exregidora y líder de Foro Asturias.

Fueyo, cuya vitalidad le hizo tener tiempo a dar clases de religión en el instituto del Calderón de la Barca; visitar enfermos y participar en todo evento social al que se le invitase, deja en El Coto una huella “inolvidable”. Su marcha, reconocen los vecinos, supone un duro bache para todo el barrio. Pero el icónico lema de Fueyo servirá de consuelo estos días, cuando en las misas levantaba el ánimo a a los feligreses preguntándoles: “¿Cuándo nos falló San Nicolás?”. Y ellos contestaban, como contestan ahora: “¡Jamás!”.

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