Los primeros pasos por Quirós

El ilustrado recorre el concejo visitando parroquias, castillos y hasta una malatería antes de su llegada a la casa solar de los Bernaldo de Quirós

Casa de los Bernaldo de Quirós en Arrojo, Quirós.

Casa de los Bernaldo de Quirós en Arrojo, Quirós. / Pablo Vázquez Otero

Pablo Vázquez Otero

Pablo Vázquez Otero

Nuestro viajero más ilustre quedaba en casa de Terrero en la hermosa aldea de Villamejin en el concejo de Proaza, pero ya pensando en el recorrido que iba a hacer a continuación, y que anticipo es de gran belleza natural.

Escribe esto Jovellanos sobre sus siguientes pasos: «Salida a las cuatro; se sube mucho y continúa viendo a una y otra parte bien cultivado el suelo hasta donde está la peña descubierta. Coto de Llende-la-Faya, antigua malatería, hoy perteneciente al hospicio, con dos vecinos, ambos jueces, nombrados por Proaza y Quirós, y un cura que vive en Proaza y no ejerce. En lo alto, divisorio del concejo de Quirós». Y es que esa subida por la collada de Aciera entre Proaza y Quirós es preciosa y aún hoy el camino es bien transitado. Desde Villamejín y bordeando el arroyo Las Fayas, avistando preciosos picos como La Forcá o el Cueto La Mar corona esa collada con imponentes vistas hacia tierras quirosanas.

De gran interés es la referencia al coto de Llendelafaya, donde en la actualidad se ven los muros de lo que fue la leprosería o malatería. Este coto de señorío pertenecía al Deanato de la catedral de Oviedo desde el siglo XII y así permaneció hasta 1827 que pasó a pertenecer al municipio de Proaza.

El deán nombraba alcalde mayor del coto y este a su vez elegía dos jueces, uno entre los vecinos de Las Agüeras y Tene, ambas aldeas quirosanas, y el otro juez entre los pocos vecinos o habitantes del mismo coto. Había en ese lugar una especie de mesón llamado la Venta de la Cerezal, para descanso de caminantes que iban hacia Castilla, de hecho, en ese lugar existe una fuente que aún mantiene esa toponimia de La Cerezal, y ahora es una cuadra más para ganado, de las muchas que hay en la zona.

La malatería contaba con capilla propia, de la cual perviven hoy fragmentos del ábside y poco más, y donde se daban misas cada quince días y el párroco percibía diezmos y primicias. Por cierto, decir que las primicias consistían en el pago por cada vecino de ocho cuartillos de escanda. Fue en el año 1769 cuando la malatería pasó a manos del hospicio de Oviedo.

A continuación, como dije, atraviesa la collada de Aciera y nos dice esto en su Diario: «Se baja; parroquia de Santa Eulalia de Perueño, donde sirvió de teniente nuestro don Juanito; más abajo la de Aciera; buen cultivo; mal camino; ya no andan carros, sino rastros sin ruedas; en lo más bajo, valle estrecho, hermoso y fértil; se atraviesa dejando el río a la derecha, corriendo norte-sur. Puente de las Agüeras; lugar de Arrojo; casa solar de Quirós, moderno edificio, y también el escudo donde el lema: ‘Después de Dios’, la casa de Quirós; iglesia ruinosa; la campana en un tejo».

Mucho a desgranar en este pequeño fragmento, ya que tras su bajada por la collada llega a Perueño, lugar sin duda con encanto y me tomo la licencia de decir, con gran toque místico. Este lugar pertenece a la parroquia de Aciera, hoy lugar muy cotizado para practicar deportes como la escalada y el alpinismo, y se acerca a la antigua iglesia de Santa Eulalia de Perueño, a las afueras del pueblo con el mismo nombre. El estado de lo que fue la iglesia es hoy ruinoso, la maleza crece sobre sus viejos y derruidos muros con total albedrío, aunque el romanticismo rezuma de sus restos. La iglesia es citada parece ser en un documento del año 891, y dejó de ser parroquial en el XIX, cuando la actividad litúrgica pasó a Las Agüeras y fue muy destruida en la Guerra Civil.

El tejo que acompaña el fluir impertérrito del tiempo es también digno de mención y custodia el lugar desde épocas inmemoriales.

El citado don Juanito era capellán de la casa de Jovellanos y vemos que llega a Las Agüeras cruzando el arroyo de Remedina. Debemos tener en cuenta que esta zona que nuestro ilustre viajero atraviesa está totalmente transformada hoy por la presencia, desde la inauguración en 1967, del embalse de Valdemurio.

Llega a otro importante hito en el camino en esa zona y es Arrojo, por la iglesia románica de San Pedro y por la casa solar de los Bernaldo de Quirós, donde el escudo citado con el lema «Despues de Dios la casa de Quirós» todavía sigue intacto. Este palacio actual se levantó entre los siglos XVII y XVIII por lo cual Jovellanos lo define como «moderno edificio». El escudo lleva la corona marquesal y eso es un buen indicio histórico ya que fue el rey Felipe IV quien en 1661 otorgó el título de marqués de Camposagrado a don Gutierre Bernaldo de Quirós Carreño y Alas con lo que el palacio es justo posterior a ese hecho histórico.

¿Qué dio origen al apellido Bernaldo de Quirós? Creo es necesario explicarlo brevemente porque es además muy curioso.

Cuenta la leyenda que un tal Constantino, hijo de un rey de Constantinopla servía al rey asturiano Ramiro I y en una batalla contra los sarracenos, habiendo caído el rey al suelo, gritaba con fuerza «¡Is Quirós! ¡Is Quirós!», palabras que del griego pasarían al español traducidas como ¡Tente fuerte!, y acercándose al rey le prestó sus armas y su caballo salvándole la vida. El propio rey ante tal muestra de valentía y lealtad le otorgó el apellido Quirós diciendo que debía la vida a Dios y después a la casa de Quirós, y nació así este importante linaje y el no menos conocido lema.

Sobre la iglesia de San Pedro de Arrojo dice que en aquel momento era una «iglesia ruinosa», pero sigue siendo muy interesante su historia y construcción. Data de finales del XII o principios del XIII y las condiciones hoy de conservación son mejores que las que vio don Gaspar debido a las diversas remodelaciones y transformaciones a lo largo de su historia. Aún hoy es curiosa la imagen del ábside torcido, que se hundió tras unas obras en la carretera sumado a las dificultades en la cimentación desde el principio.

En la fachada principal destacan sus arquivoltas decoradas y sus canecillos al más puro gusto románico. De traza, sin embargo, claramente gótica son los arcos ciegos en el interior que estaban destinados a ser sepulcros de los miembros de la misma familia de los Quirós.

Esta iglesia estuvo ligada a un quirosano muy ilustre, San Melchor, que de niño venía a esta iglesia a cumplir con los preceptos religiosos.

Dice a continuación en su camino desde Arrojo lo siguiente: «A la otra falda Toriezo, Villa Grudá y bajo de ella, Veiga. Sigue arriba Faedo. Más adelante el castillo de Alba, sobre una alta roca. Continuando, Bárzana, capital de concejo. Quirós se dice dueño del castillo; ya no existen sino escasas ruinas. Vese bien caminando de Arrojo a Bárzana. Se vuelve a subir por la derecha, dejando el camino real a la izquierda, y pasando el río por un buen puente de madera, se ve a lo lejos el lugarcito de Coañana, bien cultivado».

Desde Arrojo va hacia la capital del concejo, Bárzana, pero en su camino va disfrutando del paisaje y de las aldeas y pueblos que salpican el trayecto. Y entre ellos están los restos del famoso castillo de Alba.

En 1792 ya estaba en ruinas, pero hoy aún se ve el peñón sobre el que se alzaba la fortificación donde apenas quedan unas paredes, habiendo desaparecido en 2016 la puerta de arco de medio punto tras grandes tormentas y por el continuo abandono sufrido tras tantos años. Esta histórica fortaleza fue construida ya en tiempos del Reino de Asturias como punto estratégico contra el avance árabe. Fue posesión del conde Gonzalo Peláez que hizo sudar tinta al rey Alfonso VII por sus levantamientos contra el poder regio. En 1372 fue a manos civiles cuando el obispo lo cedió a Gonzalo Bernaldo de Quirós, después a manos eclesiásticas y finalmente llegaron las ruinas. Fue punto de observación clave sobre el camino real durante mucho tiempo.

Va Jovellanos camino de Villamarcel, pero este recorrido lo vemos en el próximo capítulo.

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