Duelo por la muerte de José Manuel Álvarez, el "Peque", el cura de Jove "entregado a los demás"

Misionero en África, capellán en el "Stella Maris" y párroco en la zona oeste 26 años, la enfermedad no le impidió "seguir ayudando"

Duelo por la muerte de José Manuel Álvarez, el "Peque", el cura de Jove "entregado a los demás"

Duelo por la muerte de José Manuel Álvarez, el "Peque", el cura de Jove "entregado a los demás"

Duelo en la zona oeste de Gijón. José Manuel Álvarez Álvarez, el "Peque", sacerdote de Jove durante 26 años, capellán en el "Stella Maris" de El Musel 16 y misionero en Burundi y Benín durante 7, falleció ayer en el domicilio de una de sus hermanas, en Avilés, a los 65 años a consecuencia del tumor maxilar que le había obligado en 2021 a dejar su labor parroquial, a través de la que asistía a los vecinos de Jove, El Muselín, Pescadores, Portuarios y Veriña. Una parroquia en la que dejó huella. Creyentes y no creyentes se mostraban ayer consternados por la pérdida de una persona "cercana, siempre dispuesta a ayudar, desprendida, humilde y que se interesaba por los demás".

Natural de Avilés, José Manuel Álvarez ingresó en el seminario de Oviedo en 1976, ordenándose sacerdote en su ciudad natal el 4 de julio de 1982. Antes, siendo diácono, participó en la misión diocesana de Gitega (Burundi) entre 1981 y 1982. La situación del país hizo insostenible la misión y tuvo que regresar a España. "La última misa la dijo con una pistola apuntándole al cuello", señala Elena Mari Álvarez Latorre, vecina de Jove, a cuya casa iba a comer a diario el "Peque" durante el último año. A África regresó en 1986, donde permaneció como misionero en Parakou (Benín) hasta 1991, cuando se vio obligado a regresar debido a la malaria, dolencia que le acompañaría de por vida. De aquella experiencia, el religioso solía contar la buena relación que tenía con el líder musulmán de la zona, al que él le enviaba un obsequio para su comida por el fin del Ramadán y aquel le correspondía por igual durante la celebración de la Pascua cristiana.

Entre ambas etapas como misionero, fue sacerdote en Teverga entre 1985 y 1986. "Se entregó en cuerpo y alma en todos los sitios estuvo. En Teverga estuvo poco tiempo y lo hicieron hijo adoptivo", dice la médica Margarita Domínguez, vieja amiga. "Fue un hombre excepcional, muy bueno, que dio todo lo que tuvo, supo ser uno más de la comunidad y estar cerca de quien lo necesitase en todo momento, en la misión, en Cáritas, en la parroquia, en el bar o donde hiciese falta", añade.

A Gijón llegó en 1991, como capellán en el edificio "Stella Maris" de El Musel, asistiendo a los marineros, labor con la que siguió hasta 2007. Tras ser coadjutor en la iglesia de San José en 1994 y 1995, el 9 de diciembre de aquel año se hizo cargo de la parroquia de Santa Cruz de Jove, donde el 19 de septiembre de 2021 acompañó a su sucesor, Eduardo Zulaiba, en la que sería la última vez del "Peque" en la parroquia de Santa Cruz. Una parroquia en la que había llegado a aprender el lenguaje de signos para comunicarse con vecinos sordos de la zona y también para oficiar misas para ellos.

Su fallecimiento ayer causó gran consternación en los barrios a los que dio buena parte de su vida. "Estuvo hasta el último día entregado, al pie del cañón hasta que las fuerzas le aguantaron, aquí era muy querido por su entrega, dedicación y atención a todo el mundo; pasábase de bueno", señala José Ramón Fernández Puerta, presidente de la asociación vecinal de Jove, que recuerda que ni siquiera la enfermedad le impidió seguir ayudando en la iglesia de Santa Olaya.

En esa parroquia de El Natahoyo oficiará hoy su funeral, a las cuatro de la tarde, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes. Tras haber pasado varios meses en los apartamentos que la Iglesia tiene junto a la parroquia de San Pedro, tras la operación a la que se sometió en febrero de 2021, José Manuel Álvarez optó por trasladarse el año pasado a un apartamento próximo a Cuatro Caminos, para ayudar en la parroquia de Santa Olaya. Sólo la progresión de la enfermedad lo apartó de esa labor. El pasado día 30, ya en una situación muy delicada, se trasladó a la casa de su hermana en Avilés. En esa ciudad se celebrará una misa en su memoria el sábado a la una de la tarde en la parroquia de San Nicolás, donde lo bautizaron.

Rita Rendueles, presidenta de la asociación vecinal "Virgen de la Soledad" de Pescadores, señaló del "Peque" que " estuvo siempre que lo necesitamos". "Era solidario, afectuoso con toda la gente, y muy cercano", dijo. Y destacó que siempre participaba en la procesión marinera y acudía a dar misa en la capilla en la que la asociación guarda la imagen de la Virgen de la Soledad. Por su parte, Sotero Rey Sevillano, presidente vecinal de El Muselín destacó que "fue un hombre muy especial": "A pesar de que yo no soy creyente, había que quitarse el sombrero, un diez, por su apoyo a la gente". El líder vecinal recuerda que "nunca cobró nada" por los oficios religiosos y que tenía un talante "muy democrático". "Era un paisano de izquierdas, con el que podías estar tomando tranquilamente un vino y hablando de cualquier tema", subrayó. Otro vecino de la zona oeste que tampoco es creyente, José Luis Rodríguez Peón, responsable de medio ambiente de la Federación vecinal, también quiso mostrar su alta estima por "un amigo que siempre que podía echar una mano, la echaba".

Serafín Peláez, vocal de la directiva vecinal de Portuarios, recuerda que "lo encontrabas, porque era de andar por bares y hablabas de él de cualquier problema". "Para la parroquia hizo mucho, uniendo a la gente. No pedía nada y aceptaba a todo el mundo, fuera o no a misa", dijo. José Luis Nicieza, presidente vecinal de Veriña, lo recuerda como "un paisano entrañable, muy familiar, muy involucrado con la zona, siempre interesándose por las personas". El sentir popular lo resume Elena Mari Álvarez: "Era una persona muy íntegra, muy querido por el pueblo, se metía a todo el mundo en el bolsillo por su bondad y manera de ser". Un apego que también le tenían otros sacerdotes, como el párroco de Castiello, Maximino Canal, para quien "se fue un buen compañero, un buen cura y buen amigo, trabajador y querido por la gente, que es lo más importante".

José Luis "Pin" Fonseca, sacerdote en La Purísima Concepción recuerda que el "Peque" se integró al llegar a Gijón en el grupo de sacerdotes que los lunes se reunían a cenar en la Casa de Ejercicios de El Bibio, que "siempre tuvimos fama de críticos con las instituciones civiles y con algunas decisiones eclesiales". Fonseca resalta del "Peque" que "era de las personas más humildes, sencillas y generosas que he conocido. Yo fui a donde estuvo de misionero y lo recordaba allí la gente después de muchos años; fue un gran servidor, sencillo, dispuesto a apoyar a los demás, desprendido económicamente y para cualquier cura que lo necesitábamos, allí estaba". Otro de sus grandes amigos, el sacerdote Luis Menes, ahora adscrito a El Coto y en sus tiempos misionero en Burundi, destacó que "tuvo una vida muy apretada, muy al servicio de la Iglesia".

Fernando Malanda, párroco de Santa Olaya, subrayó que fue "un gran compañero, el tiempo que estuvo aquí de adscrito, todos, la parroquia y yo nos sentimos acompañados y edificados por él, por su fe, por el testimonio que daba dentro del dolor, de la enfermedad". El "Peque" nunca temió que llegara su hora. Sí le costó mucho dejar la parroquia de Jove cuando no tuvo más remedio a alguien que era "muy desprendido, siempre dio lo que tenía y lo que no tenía", recuerda Margarita Domínguez. "Por fin descansa, consuelo para todos los que le querían tras una recta final muy dolorosa y dura", añade. Muchos lloran hoy a un "hombre bueno".

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