Entrevista | Héctor Blanco González Historiador, ofrece una charla sobre la basílica del Sagrado Corazón

"La labor del Arzobispado de Oviedo es muy importante para mantener la basílica"

"El párroco de San Pedro se oponía a que hubiese cerca una iglesia que le restase fieles"

Héctor Blanco, con la Iglesiona a su espalda.

Héctor Blanco, con la Iglesiona a su espalda. / ANGEL GONZALEZ

El historiador y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA Héctor Blanco González (Mieres, 1970) ofrecerá hoy, a las 20.00 horas, la conferencia "La basílica del Sagrado Corazón: construcción y contexto". Será en el salón de actos de la basílica, cuya primera piedra se colocó en 1913. El edificio pertenece al Arzobispado de Oviedo desde 1998.

–¿En qué consistirá la charla?

–El planteamiento es traer al presente el centenario de consagración de la iglesia, que será en mayo de 2024, con temas como por qué el edificio está en este emplazamiento o cómo se resolvió técnicamente, que tiene miga. Mucha gente no entiende por qué está en un sitio tan encajonado.

–¿Qué dificultades planteaba la construcción?

–Era un reto edificar la basílica de esta altura en un solar tan estrecho. La solución fue contactar con el catalán Juan Rubió Bellver, que había sido ayudante de Antonio Gaudí. La Compañía de Jesús, promotora de la obra, le encargó el proyecto. El tema era abordar la construcción con el autor a mil kilómetros de distancia. Intervino un maestro de obras, Claudio Alsina, con el respaldo técnico del arquitecto municipal, Miguel García de la Cruz.

–¿Qué modificación arquitectónica destaca?

–Lo que cambia la visión del exterior fue la eliminación de algunas esculturas que acompañaban a la principal, aligerando visualmente la fachada. También tuvo una restauración a principios de siglo con un refuerzo de la cimentación y la renovación de las pinturas murales. El edificio es bastante fiel a como se concibió.

–¿Cómo fue su convivencia inicial con la iglesia de San Pedro?

–Antes de su construcción, la basílica tuvo un pleito eclesiástico con el párroco de San Pedro, Ramón Piquero, que se oponía a que hubiese una iglesia que le restase fieles. Ese retraso permitió a los jesuitas decidir la singularidad de la fachada del templo.

–¿Por qué se conoce a la basílica como la "Iglesiona"?

–Surge en la década de 1920 y hay dos teorías. Una, el grandonismo gijonés de poner aumentativos. Y hay quien dice que era un término despectivo, que era una iglesia demasiado ostentosa y aparatosa.

–En 2019 regresaron el sagrario y el Cristo de la Paz tras su periodo en la parroquia de la Merced de Burgos.

–La iglesia se inauguró en 1924 completa, terminada exteriormente y con el equipamiento interior. Eso incluye elementos singulares como el sagrario, una pieza de diseño que reproduce el pórtico, y el Cristo de la Paz. Hubo presión mediática y social para que retornasen.

–¿Qué relevancia posee la basílica para Gijón?

–Tiene un ámbito religioso porque está en uso y uno patrimonial artístico importante y además está en un lugar estratégico. Es una pieza sobresaliente que llama la atención, sobre todo si entras. Por fuera se ve oscura y por dentro es todo luz por su orientación. Es chocante el paso del exterior al interior. El Arzobispado de Oviedo tiene una labor relevante para seguir invirtiendo en su mantenimiento.

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