El alegato de Loquillo en Gijón: "¿Por qué la poesía tiene que ser siempre el último mono? ¿Tan peligrosa es?"

El cantante defiende en el Poex de Gijón la relación de la música y la literatura: "Ser creador implica estar siempre enfrentado al mundo"

Igor Paskual presentando, ayer, a Loquillo en el Antiguo Instituto.

Igor Paskual presentando, ayer, a Loquillo en el Antiguo Instituto. / Marcos León

Como casi cualquier rutina acaba cansando, Loquillo, hace ahora 30 años, se hartó del sexo, de las drogas y del rock and roll. Ayer, en un abarrotado Antiguo Instituto de Gijón, se encogía de hombros y aseguraba haber abusado mucho de las tres cosas, tanto, que se acabó aburriendo y buscó cómo darle un giro a su carrera. Se sirvió, dijo, de su bagaje lector, y también de la herencia de los cantautores –que en aquella época, además de estar un tanto desfasados por el auge de la "movida", parecían ser los únicos autorizados a cantar poemas– y de su amigo Gabriel Sopeña, que le ayudó a sacar el que fue su primer gran trabajo de poesía musicada, "La vida por delante", publicada en 1994. Hoy, tres décadas después, el cantante, ponente estrella ayer del festival Poex, mantiene la misma sensación de entonces: la poesía sigue sin ocupar el espacio que merece. "¿Por qué la poesía tiene que ser siempre el último mono? ¿Tan peligrosa es?", se preguntó.

El también músico Igor Paskual, estrecho amigo y compañero de trabajo del cantante, hizo de maestro de ceremonias de una charla que, siguiendo la temática del Poex este año, buscaba encontrar los vínculos entre la música y la poesía. Explicó el moderador que Loquillo fue quizás el primer rockero español en llevar la poesía al escenario, un extremo que el músico confirmó aunque aclarando un par de antecedentes como Miguel Ríos. Señaló, también, que entenderlo sin la perspectiva del tiempo era inútil. "Con Gabriel Sopeña llevaba tiempo hablando de poesía y queríamos llevarla al lenguaje actual. En aquel tiempo era una locura, pero yo me había cansado de la dinámica del rock y quería explorar. Si eres creador, creo que tienes que estar siempre enfrentado al mundo".

Aseguró, sin embargo, que se considera "un ignorante" desde el punto de vista académico y, también, por el tiempo que le tocó vivir: "Tengo 63 años y soy hijo de padres mayores. Mi padre luchó en la guerra y estuvo en la cárcel, yo estudié en la España de Franco y era impensable que fuese a la universidad, pero siempre hice todo lo posible por aprender e investigar por mi cuenta". Con esa curiosidad nata descubrió, a los 14 años, a Dylan Thomas –consiguió un poemario del poeta, desconocido entonces en España, a través de una librería que se lo trajo de Buenos Aires–, y con ella, décadas después, trató de convencer a su discográfica para que le dejase grabar su disco de poemas asegurando de Pavese era, en realidad, un jugador del Milan y logró que un par de guardias civiles le abriesen las puertas del Ministerio de Cultura para entrevistarse con Alberto de Cuenca, gran protagonista de "Su nombre era el de todas las mujeres".

El empeño por acercar la poesía al rock, que durante décadas "parecían antagonistas", tenía y tiene mucho sentido para Loquillo. "Las dos tienen una cosa muy buena: son inmediatas. Esa inmediatez hace que sean fáciles, salvo por la poesía más altiva, y permite que con cuatro líneas claras puedas resumirlo todo e irte a otro lugar", aseguró. Y ponerse este traje poético, aclaró, le permite quitarse el de rockero cuando se aburre, cambiar de personaje. "La primera vez que salí a un teatro me di cuenta que aquel era mi lugar, me sentía comodísimo. No soporto los conciertos de rock al uso en un teatro porque entiendo que el teatro es otro mundo y que exige un guión y un ejercicio de autor. El rock es una hostia, ‘plas’, y el teatro un ejercicio de interpretación muy distinto. Por eso, cuando hago giras de poesía, se crean los ‘breaks’ perfectos para que mi personaje de rock resurja luego con más furia. Sería un aburrimiento ser Loquillo todo el rato", aseguró el músico, que sin embargo reprochó que la poesía musicada siga sin ocupar un espacio representativo en el panorama actual. Lamentó especialmente que trabajos recientes como el de Quique González –que musicó poemas de García Montero– no hayan tenido, a su juicio, toda la atención que merecían. "Nadie se va a atrever a intentarlo si a los pocos que lo hacen no les hacemos ni puto caso. Yo espero, al menos, que mi legado ayude en el futuro a otros chavales a adaptar poemas a nuevas músicas que quizás hoy ni conocemos", aseguró.

Hoy, el Poex programa, entre otros actos, un recital de Fernando Menéndez, a las 12.30 horas, en el Toma 3 y una conversación entre las poetas Rocío Márquez y Carmen Camacho con Irene Domínguez, a las 19.30 horas, en el Antiguo Instituto.

Suscríbete para seguir leyendo