Tormenta de ideas

Protocolo provida

Sobre las medidas en Castilla y León

Isabel Menéndez Benavente

Isabel Menéndez Benavente

La cosa es sembrar las dudas, hacernos comulgar a todos con ruedas de molino. "Un protocolo provida". Unos desalmados querían ofertar un protocolo provida. ¿Perdón? Por favor, analicemos la palabra provida. ¿Tiene algo maléfico, algo que pueda ofender a nadie? No se está juzgando a aquellas personas que por cualquier situación decidan acabar con su embarazo, eso queda para ellas, para sus creencias y para sus valores. El ser provida no significa apedrear a quienes quieran no serlo, sino simplemente, ese protocolo que tanto asustó al Gobierno, consistía en la información que ante todo acto médico, sea cual sea, el paciente tiene derecho a saber. Qué es lo que va a pasar y para qué sirve, y si necesita alguna información más se le da, especialmente siendo niñas de 16 años que deciden abortar sin que lo sepa su padre, el biológico de la criatura, ni los abuelos del ser no nacido.

El protocolo provida del que se hablaba en Castilla y León, y que tanto ha asustado a los progresistas que defienden los derechos de sus mascotas como si fuera un hijo y el bienestar del planeta como si fuera otro, les asusta que un médico pueda decirle a una niña si quiere o no oír el latido del corazón de su bebé, o feto, o como ustedes quieren llamarlo, pero que será un bebé si le dejan. Y ¿saben por qué no quieren? Porque piensan que, si lo oyen, no querrán dejar de oírlo y lo acunarán en sus brazos, porque él no tiene la culpa de nada, ni sabe de leyes, ni de historias, él solo está dentro de su madre porque dos personas se han unido, con la intención que sea, pero para algunos, muchos, está ahí. Y claro, es "presionar a la mujer" decirle que si quiere oír su corazón. ¿Por qué? ¿Por qué esa niña de 16 años no puede criar a un bebé? ¿o hacerlo sus padres?... Ah, pero sí puede decidir dejar de ser niña con 16 años y que la hormonen, sin el permiso de sus padres, sin ninguna información y sin informes psicológicos por medio.

De verdad, ¿estamos volviéndonos locos? Una mujer decidida a abortar, por ella misma, sin imposiciones, sin ningún tipo de duda, absolutamente convencida, dirá que no quiere oír ningún latido porque para ella será como la regla que no le ha bajado, pero habrá muchas otras que habrán ido a la clínica con miedo, con dudas, con la conciencia intranquila, incluso obligadas por algún macho alfa, sea padre, novio, pareja, o una feminista empoderada o lo que sea. ¿Es que no tiene derecho a escucharlo, a decidir si merece la pena dejar que ese corazón se una al suyo para siempre? Yo, como decía aquel, pido que se pare el mundo. Yo definitivamente me quiero bajar.

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