Palabras con silencios

La cabalgata de Reyes y su origen social

Javier Gómez Cuesta

Javier Gómez Cuesta

Contaba ayer Fidel García en su artículo el lugar y la fecha de los orígenes de esta tradición española, que por su vistosidad creadora de ilusión y popularidad, está siendo imitada en algunas naciones de Europa y América. Se deriva de la escena evangélica en la que unos sabios de Oriente, siguiendo la luz de las estrellas, salieron en búsqueda del sentido y misterio de la vida. Lo encontraron en el Niño Jesús de Belén, donde Dios ha salido al encuentro del hombre. Cayendo de rodillas, lo adoraron y ofrecieron como reconocimiento oro, incienso y mirra. Esta escena de los sabios de Oriente, que el pueblo elevó a reyes, dotándolos de poder y riqueza para disfrute de todos los niños, se presta muy bien al arte y belleza de la representación. Las cabalgatas tuvieron su inicio en los escenarios de los teatros y de allí saltaron a las calles con la participación de una gran parte del pueblo, incluyendo los animales como lo más natural en una sociedad eminentemente rural.

No se suele señalar que nacieron también con una finalidad social, para recaudar alimentos y ropa para niños y familias necesitadas; y más adelante, en una Valencia juguetera, para recoger juguetes para los niños pobres. Desde su génesis han sido una obra de arte popular y han tenido una dimensión social. Hoy, esta dimensión social, puede verse en las visitas a los hospitales, a los ancianos solos, a barrios y pueblos empobrecidos y a otros colectivos necesitados… Y, sobre todo, es la noche de ilusión e imaginación más fabulosa, donde los niños nos cautivan con su alma infantil. Ir contra ellas, desfigurarlas, ridiculizarlas con personajes y vestimentas absurdas, ocultar intencionadamente su origen y vaciarlas de sentido, atenta contra la historia y la cultura y también contra la ilusión de los niños.

Para mantener esa dimensión social y la simbología de los regalos de los Reyes Magos, pido a Melchor que el oro se convierta en posibilidades y ofertas de trabajo para los jóvenes, que no tengan que emigrar ni vivir de limosnas. A Gaspar que el incienso nos devuelva a la cultura de la verdad y nos libre de la pandemia de los “fake news”, de la posverdad, de la mentira, que enferman las relaciones humanas. Y a Baltasar que la mirra del sacrificio nos ayude a superar la polarización y enfrentamiento. Es todo un síntoma de a dónde nos quieren llevar provocando y fomentando enfrentamientos radicales con fábulas políticas e ideológicas. Que, como los Reyes de Oriente, tengamos el valor y la decisión de saber volver a la realidad por otros caminos.

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