125 años para un negocio con "el trabajo y la constancia" como secreto: Casa Severón de Navia celebra efeméride en manos de la cuarta generación
Los propietarios valoran el grupo humano que "hace" a la empresa: "Es básico tener buenos trabajadores, en los que puedas confiar", mantienen Odón y Candita, el matrimonio todavía propietario
Odón Suárez tiene 88 años y recibe a sus visitas a pie de campo, en su despacho de la nave grande de Casa Severón de Navia, negocio que cumple 125 años. Lo hace con el chaleco de la empresa, ese que no se quita nunca cuando está en el negocio del que todavía es propietario junto a su mujer, Candita González, de 76 años.
Es un hombre amable, sonriente y cercano que representa la tercera generación de una familia que supo y pudo sacar adelante un negocio fundado en 1898 e icónico hoy en Navia y en el Occidente: ferretería, tienda de todo antaño y,en la actualidad y por encima de todo, de materiales de construcción. Hoy, Casa Severón está en manos del hijo de Odón, la cuarta generación de una familia que se confiesa trabajadora. Sin embargo, es Odón Suárez quien cuenta la historia de "mi casa".
Para conocerla hay que volver a finales del siglo XIX. Severino Suárez González, abuelo de Odón y natural de Belén, en la parroquia de la Montaña de Valdés, fue hombre fuerte (medía 1,93 centímetros y pesaba 135 kilos) y de temperamento. "Por eso lo llamaban Severón", apunta Candita. Su corpulencia se correspondía con su carácter. Un día, Severón, que como sus hermanos había viajado a Cuba, pero volvió a Belén para hacerse cargo de la casa familiar, desafió las normas impuestas de la época y el párroco habló con su familia: "Aquello no podía permitirse". Dicho con literatura, su actitud osada o, tal vez asertiva, le valió el destierro.
Su abuela tenía preferencia por Severón y le ofreció nueve monedas de oro (la casa era ganadera y rica). El joven se marchó al concejo vecino, Navia, y fundó con estas monedas una tienda: justo en los edificios 'Buenavista'. Se vendían comestibles, se dispensaban casa de comidas y se hacían labores de posta. Severón se casó con Clotilde González Fernández, natural de Navelgas. La pareja tuvo seis hijos y fue el pequeño el que heredó el negocio porque Severino Suárez González murió joven, "con 50 años", víctima de la gripe española. Dejó negocio próspero y mucho arraigo al trabajo a sus hijos.
El sexto, de idéntico nombre, se quedó con la herencia y Casa Severón fue creciendo y cambiando con los tiempos. La familia que en aquellos tiempos creó lo que hoy se conocería "como una fundación" para que todos los hijos, muchos emigrados a Cuba, participaran del negocio. Sin embargo, fue Severino y su mujer, Remedios González Suárez, de Belén, quienes dirigieron con tino la empresa. Tuvieron un solo hijo, Odón, quien empezó a los 16 años a llevar mercancía de un lado a otro. Aquella era su pasión. El padre de Odón murió con 57 años y Odón se hizo cargo del negocio cuando contaba 27.
En 1967 se casó con Candita. Entonces el negocio seguía vendiendo lo mismo: piensos, abonos, comestibles, calzado. Odón cuenta que se despertaba a las dos de la madrugada cuando para llegar a Oviedo se necesitaban nueve horas. Tanto es así que dedicó su vida a transportar los materiales a la casa de ventas. Sólo hace pocos meses que dejó su camión tras optar a una jubilación "a medias", como él dice. Los empleados que ahora se encargan de este cometido "muchas veces me preguntan a mí por las averías", confiesa risueño este entrañable vecino de Navia.
Odón dice estar orgulloso de lo hecho. Oye mal, pero su mujer le recuerda con esmero todo lo que le preguntan. Ella "sí es el alma de todo", resume el hijo único de esta conocida familia empresaria naviega. Efectivamente, Candita tuvo y tiene un papel importante en este negocio que pasó al centro de Navia y de allí (donde conservan la tienda) al polígono de La Colorada
Después de trabajar mucho ("me daba la una y las dos de la madrugada", dice Candita) Odón pudo cumplir su sueño: abrir una gran nave de 5.000 metros cuadrados donde almacenar y seleccionar todo el material de construcción que vende. Fue en 2010. "En plena crisis, yo tenía mucho miedo y no dormía porque era una gran inversión", apunta Candita. El secreto del exito fue "trabajar y trabajar", estar al pie del negocio, "ver cómo van las cosas, cómo van surgiendo, sin más", apunta la mujer. Los hijos de la pareja, Severino y Alexia forman parte del exitoso negocio y el relevo está asegurado.
No hay en el Noroccidente quien no conozca la firma. Candita y Odón están contentos de que sus hijos están presentes en el negocio. Ahora tienen dos nietos. Este verano, una de ellas logró su primer sueldo de Casa Severón "pero por trabajar", dice Odón, quien recuerda que antes "no existían las vacaciones" ni casi tiempo para pensar en no salir adelante: "Había que hacerlo". Casa Severón tiene ahora a plantilla de doce trabajadores a quienes los propietarios tienen mucho cariño. "Es básico tener buenos trabajadores, en los que puedas confiar", apunta Candita, convencida de que el único secreto del éxito, al margen del sector, es el trabajo y la constancia y tratar al cliente "como a un amigo, siempre sirviéndole lo mejor".
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