Con motivo del 20.º aniversario de la muerte de don Juan de Borbón, no sólo hay recordatorios cortesanos a los que estamos muy avezados, sino que tal efeméride también coincide con la publicación de noticias acerca de su fortuna, más cuantiosa de lo que se vino diciendo. En todo caso, en un momento como éste en el que la Monarquía dejó de ser tabú, hay mitos sobre la trayectoria del padre del actual Jefe del Estado que están muy reñidos con eso tan terco a lo que comúnmente llamamos realidad.

El discurso oficial tras la Transición presentó al hijo de Alfonso XIII como una víctima del franquismo y como un exiliado. En cuanto a lo primero, hay un dato incontestable, y es que en su momento se ofreció voluntario a luchar en el bando de los generales sublevados contra la República. Ergo, los ganadores de la guerra civil difícilmente pudieron haber sido sus enemigos. Distinta cosa es que, tras la Guerra Mundial, cuando el franquismo se quedó sin aliados, viese la oportunidad de restaurar la Monarquía borbónica. En cuanto a lo segundo, conviene no olvidar que el pueblo español en abril de 1931 se decantó por la República, un pueblo que estaba harto de las trapisondas de un Alfonso XIII castizo, nada demócrata y caciquil que permitió el Pronunciamiento de Primo de Rivera, que precisamente iba en contra de la Constitución que aquel Monarca estaba obligado a cumplir y hacer cumplir.

Y, a pesar de todo ello, se sigue hablando de don Juan de Borbón como un demócrata de pro y como una víctima del franquismo. Desde luego, desde el momento mismo en que quiso combatir en la Guerra Civil contra el Estado republicano, la trayectoria de este personaje no es de principio a fin democrática. Y también hay que insistir en que su exilio no fue el mismo que el que sufrieron todos aquellos que tuvieron que abandonar su país a causa de una de las dictaduras más duraderas del siglo XX, sino que es su padre quien decide abandonar España constatando por escrito que sabe que no cuenta con el apoyo del pueblo español.

Y, por otra parte, no puedo dejar de tener presente a Azaña, cuya trayectoria es la otra cara de la moneda. El estadista e intelectual republicano fallece en un modesto hotel en Montauban (Francia) costeado por la Embajada de México. Y deja escrito antes de morir que sus huesos se queden para siempre en la tierra de acogida. No quiere, pasados los años, una repatriación circense de sus restos, cosa muy común en la historia de España.

Mitos regios, en virtud de los cuales Alfonso XIII abandonó España para evitar una guerra. La realidad es que su reinado llevó al país al desastre, y que Azaña se vuelve republicano tras la dictadura de Primo. Y que a Ortega, a pesar de su accidentalismo en cuanto a las formas de Gobierno, ese reinado le llevó a ser la figura más destacada de la Agrupación al Servicio de la República.

Mitos regios, en virtud de los cuales don Juan de Borbón fue un demócrata de pro, cuando su trayectoria no avala tal aserto.

Mitos regios, en virtud los cuales la actual Monarquía vendría a ser una República coronada, cuando la realidad está demostrando que en este momento se están reproduciendo los mismos síntomas de agonía y podredumbre en la vida pública que tuvieron lugar durante la Restauración canovista.

Cuentas en Suiza de don Juan de Borbón, de un lado. Frente a ello, la agonía de un Azaña que, alternando momentos de lucidez con pérdidas de noción de la realidad, dejó como testamento político su palabra, lúcida y profunda, su extraordinaria prosa y su dolor por una España que se había desangrado en una guerra que, como el propio don Manuel escribió, nunca hubiera tenido lugar sin la intervención extranjera.

Mitos regios alimentados con plumas cortesanas. ¿Hasta cuándo, hasta dónde y hasta qué?

Luis Arias es autor del libro «Azaña o el sueño de la razón». Nerea, Madrid, 1990.