La sangría de visitantes que sufrieron el año pasado los ocho museos de Gijón, en un ejercicio compartido a medias por los gobiernos de Foro y del PSOE con IU, ha puesto sobre la mesa la urgente necesidad de diseñar un plan estratégico que revitalice uno de los mayores tesoros culturales de la ciudad y de toda Asturias. Atribuir esta bajada, de casi 18.000 personas, a las obras en algunas de las instalaciones o al mal tiempo (que habría afectado a los equipamientos al aire libre), como han hecho los responsables municipales, no esconde que los resultados han sido incuestionablemente negativos. Más si se tiene en cuenta que el concejo batió su récord histórico de turistas, con 1,6 millones y un gran crecimiento del número de extranjeros.

Tampoco es del todo convincente que se vincule este significativo descenso, del 6,48 por ciento si se tienen en cuenta los datos de las exposiciones en el Antiguo Instituto Jovellanos, a la gran calidad de algunas de las propuestas temporales de 2018, el año con el que se hace la comparación. Porque eso evidencia, por una parte, que la programación de 2019 ha sido peor, y, por otra, que no existe una línea correcta a la hora de diseñar una oferta homogénea y atractiva para todos los públicos. Además, los museos no pueden nutrirse únicamente de "grandes acontecimientos", sino que deben promocionar y ampliar sus fondos de forma sostenida en el tiempo.

La fuerte caída de visitantes ha reabierto de par en par el debate en torno a la gratuidad de estos ocho espacios, que se aplica desde el pasado 2 de enero como una de las medidas estrellas del gobierno local para propiciar el acercamiento a la cultura. Varios partidos de la oposición recelan de esta novedad porque, según explican, tan solo beneficia a los turistas, ya que los gijoneses podían entrar hasta ahora a los museos con la tarjeta ciudadana. El equipo de Ana González, por contra, considera que servirá de revulsivo. Es pronto aún para calibrar el éxito de la controvertida decisión, un movimiento atrevido porque implicará una menor recaudación para la conservación a cambio de incentivar el acceso.

Al margen de la coyuntura o de medidas puntuales, Gijón tiene la obligación de cuidar y mejorar sus museos. El Pueblu d'Asturies, la Ciudadela de Anselmo Solar, el Museo del Ferrocarril, el Museo Nicanor Piñole, la Casa Natal de Jovellanos, el Parque Arqueológico de la Campa de Torres, las Termas Romanas del Campo Valdés y la Villa Romana de Veranes, unidos al Antiguo Instituto Jovellanos como espacio expositivo, son patrimonio de todos los vecinos de la ciudad y una de sus mejores cartas de presentación ante los foráneos. Sirva un dato de ejemplo: los dos centros de Bellas Artes (Casa Natal de Jovellanos y Museo Nicanor Piñole) sumaron el año pasado 56.000 visitas, frente a las 108.863 que logró el Bellas Artes de Asturias, un coloso nacional, en su mejor ejercicio, que fue 2018. Luchar por este conjunto es tarea ineludible de todos.