Gijón siempre ha dado muestras de ser una ciudad implicada con los retos colectivos, por muy complejos que sean. En los peores momentos, sus habitantes se han posicionado con brío a la vanguardia de la respuesta social ante crisis de muy diferente naturaleza, convirtiéndose a menudo en un referente para toda Asturias e, incluso, para el resto de España. En la retina de todos están el desempeño de decenas de organizaciones en favor de la democratización del país, la lucha por los derechos laborales en la dura etapa de la reconversión industrial, las numerosas acciones para repudiar el terrorismo o la movilización en favor de la igualdad de hace tan solo un año, por citar solo cuatro ejemplos del último medio siglo. Ahora, el desafío es completamente distinto porque tiene una dimensión aún más global, sus consecuencias son impredecibles y afecta a lo más esencial del ser humano: la salud. Por eso, exige unos niveles de compromiso y responsabilidad si cabe mayores. Combatir la expansión del coronavirus debe ser la prioridad absoluta de los poderes públicos y de cada uno de los ciudadanos a título individual. El espíritu aguerrido y solidario de los gijoneses, contrastado durante décadas, es al mismo tiempo una garantía y una exigencia para los días difíciles que todavía están por llegar.

Tranquilizadora ha sido, por el momento, la reacción de las autoridades locales. El Ayuntamiento de Gijón ha mostrado determinación a la hora de poner coto a la propagación del patógeno, antes y con medidas más contundentes que el resto de administraciones locales de la región e incluso que el Principado. El pasado miércoles, la alcaldesa, Ana González, anunció un primer paquete que incluía la clausura de todos los centros de mayores, la limitación de las actividades en museos y centros municipales, el teletrabajo voluntario para los empleados municipales y el cierre a cal y canto del teatro Jovellanos. Fue un toque de atención que la ciudadanía recibió con absoluta comprensión y hasta un relativo alivio.

Las precauciones subieron varios escalones ayer por la mañana, cuando el gobierno local aprobó de facto la paralización de la ciudad para los próximos 14 días, con actuaciones como la clausura de todas las instalaciones deportivas, la red de museos y bibliotecas, los centros municipales integrados, las escuelas infantiles (con las educadoras en su casa) y el Jardín Botánico. También se decidió el precinto de todas las zonas de juegos infantiles en los parques, la suspensión de los talleres de empleo, del rastro y del mercado ecológico y la limitación de las bodas que se celebran en el Consistorio a diez asistentes. Además, se suprimirán los autobuses nocturnos y se desinfectarán los diurnos, así como otros equipamientos.

Pocas horas después, centenares de comercios y negocios de todos los barrios, los clubes sociodeportivos con miles de socios y organizaciones de todo tipo anunciaron el cese inmediato de sus actividades. Un ejemplo de que la ciudad está decidida a plantar cara al coronavirus con todos los medios a su alcance. Con unidad y disciplina cada uno puede y debe dar batalla a esta pandemia que atenaza al mundo.