Opinión | Billete de vuelta

El enfermo imaginario

Ayunos de Semana Santa, finalizada la época de asueto vacacional en libertad condicionada, fatigados de los rigores de la pandemia y ávidos de ver limitada tanta restricción sobrevenida, a ver ahora qué pasa. ¿Llegará la cuarta ola y la achacarán a la irresponsabilidad de unos miles cuando millones han cumplido a rajatabla, con cristiana resignación y en abstinencia absoluta de relación social y afectiva, la ordenanza autonómica?

Y si así ocurriera, ¿llegaremos en mayo al final del estado de alarma que impone recortes a derechos adquiridos como la movilidad o el libre desenvolvimiento; o tendrá el Gobierno que remangarse otra vez y ganarse en el Parlamento una nueva prórroga para avalar esa ya cansina suspensión temporal de derechos? De aquí al mes de las flores hay mucha tela que cortar. Y por lo que cuentan los finos analistas de la actualidad política regional, Barbón se alineará con el bando de los timoratos. Digamos que en la dialéctica entre abrir bares o vaciar hospitales, el presidente de Asturias se sitúa en las antípodas de su homóloga madrileña, una política en cuarto creciente que hábilmente ha llevado el debate político preelectoral al terreno ideológico con el mensaje “comunismo o libertad”, cuando lo que se disputa es la arriesgada elección entre economía o sanidad.

El presidente de los hosteleros de España ha acusado en este periódico al presidente Barbón de hipocondríaco, que es la manera científica de definir al enfermo imaginario. El hipocondrio es una región anatómica situada bajo las costillas donde, según el mandamás de la hostelería, se acumulan los malos humores del presidente asturiano. Puede que Barbón peque de precavido, pero ni le cambio el puesto ni le arriendo la ganancia.

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