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Urbano Rubio Arconada

Competitividad

Urbano Rubio Arconada

Globalismo o globalización

Dos formas de entender el mundo

Presté atención a un debate televisado en la que participaba el exministro señor Margallo, el cual afirmaba que "los países europeos, y por ende España, tiene que elegir dos de las tres siguientes variables: Estado, Democracia y Globalización". Vehemente sostenía que "los tres parámetros son incompatibles, por lo que España debe ceder soberanía a Europa –su máximo acreedor– si quiere mantener la Democracia". En el argumentario se confundían los conceptos de "globalización" y "globalismo". Este "gazapo" (intencionado o no) es común y reiterado. Cuando se habla de globalización se hace referencia a un proceso de intercambio económico en un marco de competencia mundial, idealmente en igualdad de condiciones, mientras que globalismo es un proceso que conlleva una difuminación de las fronteras políticas para lograr un gobierno único mundial basado en tres vectores: multiculturalismo, ideología de género y ecologismo de "pacto verde", demandas sociales que son artificialmente generadas.

El antitético al globalismo no es el proteccionismo sino la globalización. La globalización conlleva libertad de movimientos de personas y mercancías, libre comercio, mínimos o nulos aranceles y la realidad hecha inmediatez, lo que permite que se pueda comprar una camiseta por tres euros. Todos nos beneficiamos como consumidores de la globalización porque tenemos acceso a productos y servicios con precios muy competitivos entre naciones, con el sumo de priorizar los intereses generales como virtud. Esta globalización es mayor en la medida en que los Estados intervienen menos en la economía, con el efecto de que en cualquier parte del mundo dispones de los productos o servicios que tienes en tu país. La globalización es un proceso cultural, comercial y económico que comunica y moviliza al instante cada lugar del planeta, un fenómeno imparable que sólo tiene una forma de respuesta para sobrevivir en él: ser competitivo. Hay muchos ganadores en la mundialización comercial. Los más importantes son los cientos de millones de personas que han salido de la extrema pobreza... pero también hay perdedores, como los millones de trabajadores en los países industrializados que han perdido su empleo o han visto reducido sus sueldos por competencias desleales y regulaciones diferentes entre países.

El globalismo (también llamado globalitarismo) está promovido por élites mundiales (las 60 principales empresas controlan el 30% del PIB mundial: está claro quién manda) y dirigido por vías fácticas y políticos elegidos como prolongación que buscan gestionar los problemas del mundo desde una perspectiva mundial. Las decisiones van sobre las personas aplicando una uniforme mística de alardeos morales que transcienden más allá de sus soberanías, por lo que el concepto de frontera y el de nación tienden a desaparecer.

Por eso hoy la pugna está entre el globalismo y el tradicionalismo desarrollista-liberal, unos quieren gobernar el mundo desde una entidad supranacional y por individuos que nadie ha elegido, y los otros, pretenden defender los intereses de su nación. El experimento de globalismo más cercano es la Unión Europea, donde se busca no sólo la libertad de movimientos de personas y mercancías dentro de la UE sino una misma moneda, una misma política fiscal y la unión política, que en la práctica ya está conseguida porque estamos endeudados hasta las trancas y para financiarse hay que acatar: mercado de trabajo, restricciones energéticas, limitaciones de capacidad industrial y agrícola y ganadera, etc.

En fin, la globalización es un proceso natural de la libre cooperación protagonizado por sujetos de derecho privado, un fenómeno deseable para los ciudadanos por su carácter económico y de fuerza cultural vinculante, mientras que el globalismo se basa en un enfoque político de arriba abajo, un proceso artificial entre sujetos de derecho público sin identidad común, que ahorma y subordina voluntades. Pese a la argucia de mantener la socorrida dicotomía entre izquierdas y derechas que polarice a los ciudadanos con ideología hueca, lo que verdaderamente subyace es la división: globalismo o globalización.

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