El Noroeste necesita volver a la carga y revitalizar la plataforma que reclama un trato justo –ni más que otras zonas, pero tampoco menos– para el territorio español más olvidado en el diseño de los futuros ejes estructurales transeuropeos de mercancías y viajeros. La reclamación no acaba de calar ni en el gobierno español, ni en los altos despachos de la UE. O quizá porque no despega en el ámbito nacional, tampoco lo hace en el europeo. En Asturias, el movimiento está lejos de conquistar política y socialmente un respaldo sólido, inequívoco, transversal y contundente para que se oiga nítida la voz de una macrorregión con graves problemas demográficos y económicos compartidos, y ahora mismo en riesgo de precipitarse hacia la irrelevancia. Relanzarla -en ello trabaja ya la patronal FADE- es una emergencia.
Asturias acaba de ser excluida por el Gobierno central de las futuras autopistas ferroviarias y marítimas europeas, los corredores –nueve en total en España– que se adaptarán para que circulen por ellos y en conexión con los puertos trenes capaces de transportar camiones. Este plan pretende articular de aquí a la próxima década una red de transporte más ecológica y eficiente en toda la Unión, aliviando las carreteras, reduciendo las emisiones contaminantes y mejorando las economías de escala al mover desde las dársenas de una sola tacada millones de toneladas.
Llueve sobre mojado. El eje Atlántico que incluye al Principado y al resto del Noroeste tampoco fue tenido en cuenta por las autoridades de Bruselas a la hora de planificar los pasillos básicos de comunicación por tren y carretera del continente. Y aunque, tras otra polémica anterior, quedó aprobado corregir el olvido, la rectificación solo se asumió en parte.
El mapa que maneja la UE convierte a Galicia, Asturias y Castilla y León en una isla. La «desconexión» de los grandes nodos troncales llega de manera incongruente cuando estos territorios disfrutan por fin de una espléndida red de autovías a través de la cornisa y hacia el centro, cuando el Gobierno central pretende convertir un superpuerto como el del Musel, el cuarto del país, en elemento esencial del futuro sistema de abastecimiento energético alternativo al gas ruso y cuando la apertura en mayo de la Variante de Pajares cambiará por completo el escenario.
La unión de fuerzas del Noroeste, determinante para esquivar estos reveses y hacer valer su peso, avanza a trompicones desde hace un lustro. Arrancó de muy atrás, lo que la obligaba a correr mucho. A las primeras de cambio, Cantabria decidió abandonar el proyecto para aproximar sus intereses a los del País Vasco. Los relevos en los ejecutivos autonómicos, con el desembarco de equipos nuevos en algunos casos, y los periodos electorales impusieron ritmos demasiado lentos sin razón aparente, porque una idea de este calibre debería trascender ideologías y legislaturas. La irrupción de la pandemia descompasó definitivamente los tiempos.
Aun así, sería injusto obviar los avances. Una jornada en Gijón que reunió a empresarios, técnicos y políticos por encima de localismos y frentismos sentó las bases sobre las que empezar a trabajar de la mano en 2017. El llamado Pacto de Oviedo explicitó después los objetivos. La Declaración de Santiago de Compostela trasladó con respeto y equidad las reivindicaciones concretas a la sociedad española. Las sucesivas cumbres astur–gallegas renovaron los propósitos de la alianza porque no existe cohesión social sin cohesión territorial previa. Y el documento «Camino de consenso» de 2021 supuso la serena construcción de un relato propio sobre las necesidades marcando distancias abismales con la España del chantaje y del agravio. Las patronales de Asturias, Galicia y León vuelven a moverse ahora, lo mismo que el Principado, que impulsa una nueva alianza por las infraestructuras. No sería de recibo que ese espíritu colaborativo, el exquisito respeto a otros planteamientos y la ausencia de beligerancia en las formas sea precisamente lo que motiva la escasa receptividad del Gobierno central a las aspiraciones del Noroeste.
Falta empuje para no quedar fuera de juego en este mundo global y liderazgo para implicar al conjunto de la sociedad asturiana en proyectos estratégicos
Mientras, otras áreas no han perdido comba. El aventajado eje Mediterráneo navega con velocidad de crucero, recursos en firme y plazos comprometidos. Irrumpe ahora con fuerza y múltiples amparos la entente vasco–aragonesa–levantina para promover un corredor desde Bilbao a Valencia que obvia una realidad: el liderato en mercancías corresponde a la línea de Gijón y Avilés a Sagunto, justo la autopista ferro–portuaria relegada.
Falta empuje para no quedar fuera de juego en este mundo global y liderazgo para implicar al conjunto de la sociedad asturiana en proyectos estratégicos. El mensaje con el que la andadura conjunta del Norte arrancó no pierde vigencia: juntos se llega más lejos que por separado. Que el futuro se construye colaborando quizá muchos políticos lo empiezan a asumir, aunque pocos a practicar. Asturias y el Noroeste solo piden competir con las mismas armas que el resto. Un combate desigual consolidaría una España hemipléjica, con una parte muy importante de su geografía, población y tejido productivo paralizado. Y eso es lo que hay que impedir.
