¡Ay, Macarena!

Francisco García

Francisco García

La reaparición televisiva y dominical de Macarena Olona, azote de izquierdas que abandonó Vox de un portazo, levantó tanta expectación que parecía que de la entrevista con Ébole saldría el primer proyectil visible a la línea de flotación del Titanic de Abascal. Pero no ocurrió así: la protagonista de la gran evasión disparó con salvas y amagó sin dar.

No quiso hacer daño, o no pudo. Y dejó traslucir, entre frecuentes silencios estudiados, una especie de síndrome de Estocolmo hacia sus captores, si bien no disimuló su animadversión hacia Ortega Smith o Jorge Buxadé, el “ala conservadora de Vox”, frente a los “liberales” de Espinosa de los Monteros. Si bien llamar conservador a Ortega es como vincular a Hitler con la hermana San Sulpicio.

Cuando Olona dijo que resulta “muy poco inteligente atacar a quien tiene los planos del edificio”, pareció que la disidente estaba dispuesta a señalar en qué lugar los cimientos de Vox son más endebles para colocar sobre ellos abundante carga de dinamita. Pero se dejó en casa el trinitotolueno, por mucho que Ébole se empeñara en acercarle el detonador. Sembró dudas sobre la Fundación Disenso, receptora de 4,5 millones de euros de dinero público, pero no se atrevió a abrir la caja de caudales del partido. Insinuó que hay poderes ocultos que mandan en Vox, pero dijo desconocer si la cúpula del trueno decide al dictado de Yunque, una organización paramilitar secreta y ultracatólica que mete miedo.

Robert Evans, productor de cine norteamericano, dijo que “hay tres versiones de cada historia: la tuya, la mía y la verdad”. La versión de Olona quedó en medias tintas, insuficiente para conocer la verdad de Vox. Fue como un baile de máscaras, ¡ay, Macarena!, que no destapó ninguna careta.

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