La ciencia como base de las decisiones sensatas

Las fortalezas en innovación son pieza esencial del engranaje para impulsar el bienestar y repensar el paradigma social y económico: Asturias, más vale tarde que nunca, empieza a dar pasos por ese camino

La astronauta Sara García con escolares de Oviedo. | Luisma Murias

La astronauta Sara García con escolares de Oviedo. | Luisma Murias

Editorial

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El mundo evoluciona a una velocidad nunca experimentada antes en ningún instante de la historia. Ni alcanzamos a entender en su total extensión la profundidad de los cambios, ni somos capaces de controlar muchos de ellos, lo que genera sentimientos encontrados: de asombro, por la maravilla de avances impensables que mejoran la calidad de vida, y de angustia, por el vértigo y la incertidumbre que a la par esas conquistas empiezan a provocar por la ausencia de límites éticos. Ambas sensaciones quedaron patentes en la exitosa Semana de la Ciencia que LA NUEVA ESPAÑA acaba de clausurar. La investigación no tiene la solución para todo, pero solo el conocimiento tecnológico ofrece garantías para enfrentar lo que nos preocupa y tomar decisiones sensatas basadas en datos y pruebas. 

Todos los días aumenta el saber. En las próximas horas se publicarán cientos de descubrimientos. Esta espectacular carrera avanza a un ritmo exponencial. El covid encaró a los hombres con la fragilidad, pero también con su capacidad para adaptarse a las circunstancias adversas y para reinventar modelos de actuación solidarios y cooperativos. Quien haya asistido estos días a la octava Semana de la Ciencia "Margarita Salas" de LA NUEVA ESPAÑA tuvo una prueba. La abrumadora presencia de público, la activa participación con preguntas en todas las conferencias y el atento seguimiento de cada exposición muestran el camino. Popularizar hasta materias áridas y especializadas es posible e interesa.

Esta iniciativa nació precisamente con la intención de contribuir a la divulgación de los hitos tecnológicos y a tomar conciencia de que destinar recursos a la investigación no constituye un gasto improductivo, sino una inversión en prosperidad. También para rendir tributo a los científicos, a los que nunca agradeceremos lo suficiente su infinita ansia de superación y su generosidad al poner al alcance de todos sus hallazgos.

Nos congratulamos por ir cumpliendo esos objetivos e intentamos enriquecerlos. Dando visibilidad, por ejemplo, a las empresas que hacen realidad las transformaciones recurriendo a la élite del talento. Un selecto grupo de ellas figura entre los patrocinadores de los encuentros. O suscitando vocaciones entre los adolescentes con un semillero estrenado este año para reunir a miles de estudiantes con referentes de primer orden. Con valentía, esfuerzo, pasión, paciencia y amabilidad, los sueños, hasta los inverosímiles, como subirse a un cohete espacial, acaban por cumplirse con un mínimo de atrevimiento y ausencia de miedo al fracaso. El éxito consiste en levantarse tras cada caída. Los jóvenes entendieron el mensaje y salieron entusiasmados de una primera cita ilusionante. A ellos necesitamos confiar el porvenir.

Gracias a los ponentes de estos días hemos conocido lo último en alimentación y tierras raras o que la nanotecnología y las dianas terapéuticas revolucionarán, a no tardar, el tratamiento de enfermedades. Solo una de cada diez mil moléculas acaba convirtiéndose en un medicamento comercializado. El viaje resulta largo, complejo y costoso, pero imprescindible para garantizar la salud. Otros saltos espectaculares, como el de la Inteligencia Artificial (IA), crecen en cambio sin control alguno a base de fagocitar, porque nada es gratis, algo muy valioso: datos personales de cada individuo. Estamos ante un elemento fascinante aunque todavía inseguro y desarrollado precipitadamente.

Detrás de gestos ya cotidianos, como usar el teléfono, entrar en una app o contestar una llamada desde el reloj, está la IA, que, si no se aborda desde planteamientos deontológicos justos y sostenibles, corre el peligro de convertirse en perniciosa por la información que aporta a corporaciones tentadas de emplearla con fines alienantes. La sociedad presta poca atención todavía a su regulación, urgente, y obvia la vigilancia sobre las tremendas implicaciones de su impacto. Asustan. Una de las menos conocidas, el descomunal consumo energético de los superordenadores que replican la mente. Son las contradicciones de un progreso irrefrenable que habrá que ir resolviendo para convertir este impulso en inspiración, y las amenazas, en esperanza.

No existe motor tan poderoso como la ciencia en la búsqueda de alternativas a necesidades no cubiertas o satisfechas con deficiencia. Las fortalezas en innovación son pieza esencial del engranaje para impulsar el bienestar y repensar el paradigma social y económico. Asturias, más vale tarde que nunca, empieza a moverse. La inconstancia en los propósitos científicos de los políticos –casi antes que la falta de recursos– acaba convirtiendo en tortuosa la tarea de investigar, según relatan los propios profesionales a tenor de su experiencia. Necesitan persistencia, y libertad para trabajar en proyectos importantes o arriesgados. Con urnas a la vuelta de la esquina, no podrán prestar los candidatos autonómicos servicio más provechoso a los asturianos que comprometerse a dar pasos con perseverancia, gobierne quien gobierne a partir de mayo, en esta dirección.