La movida

Un término manoseado que se pega entre los dedos como si de mermelada o miel se tratara

Javier Batalla

Javier Batalla

Nunca he podido enterarme de cuáles son los límites exactos del tan manoseado término: movida. Deben de ser muy inciertos a juzgar por el amplio rebaño que la invoca desde hace décadas.

La palabra es tan consumida que se pega entre los dedos como si de mermelada o miel se tratara. Por eso, desconfío y dejo de interesarme por cualquier discurso que comienza asegurando que esto o aquello "es el padre de la movida".

Recuerdo aquella frivolidad populista de un alcalde de Madrid: "A colocarse y al loro".

¡Y se quedo tan tranquilo el titulado profesor!

El término movida debió significar algo en algún tiempo o momento, pero hace ya tanto de esto que sería como un baile de San Vito ideológico-estético de algunos empachaos. Y el empachado sería en este caso un enterado, que seguramente, iba de intelectual, casi siempre por los mismos sitios y a las mismas horas.

La palabra en cuestión no significa gran cosa, a no ser que la movida sea esa sombra que siempre camina detrás de lo que brilla, como la Nada de Michel Ende en "La historia interminable".

La movida devora lo que otros crean. Traga para crecer, trepar o existir y nunca recrea nada, como no sea su propio agujero vacío. Es posible que entre los pliegues de esa sombra estén escondidos algunos críticos, engullidos sin que ellos supieran darse cuenta, y caminen también algunos poetas de apellidos confusamente ilustres, algún creador de barra de bar, y otros que no distingo.

Algunos modernos se pasean las noches que más fiebre hace por los bares de moda de esta o aquella ciudad y devoran con los ojos, a pellizcos, todo lo que creen embellecerá su aspecto –movida de escaparate.

Probablemente a ellos y a los que les escriben diccionarios para que no se pierdan en sus propias palabras les debamos la movida. Y sospecho que de los mismos viene ese estúpido autobombo que se ha utilizado y continua –aún– en los caladeros de estas nuevas generaciones de estos otros tiempos: "la movida es la hostia, tío, tronco y últimamente muy de moda brother".

¡Los anglosajones siempre detrás de nuestras costumbres y expresiones linguisticas!

Es como si aquellos mirones del café Gijón donde Umbral o Cela acompañados de la farándula madrileña literaria, asiduos propagandistas de aquella otra parte de la movida –en este caso– supuestamente intelectual… con el inicio de la democracia hubieran propagado miles de horteras y pululasen como duendes por todo Madrid o por cualquier otro punto de la geografía española, el lugar es lo de menos.

¡Son los fantasmas que caminan!

Desde aquellos tiempos de garitas, mucho alcohol y toda clase de sustancias ha pasado mucha agua bajo los puentes y han sido muchas las vivencias que han trasformado el estilo de vida de nuestra nación, no obstante, en algunos asuntos no hay grandes diferencias, las únicas, tal vez, sean los nuevos trovadores de este momento respecto a aquellos otros de la movida de la transición. El plan consistiría en salir cada noche porque casi todos habían abandonado la universidad, los actuales están –más o menos– parecido y con una partitura similar –también pretenden hacer historia con esta "actual movida" más populista y no precisamente animadas por Paco Umbral o Camilo José Cela, sino por gente depredadora y francamente malvada con objetivos bien distintos.

¡Lo dejaremos aquí!

No debiéramos esperar mucho de ellos. Se irán pronto casi todos –esa es su intención– a trabajar unos a Bruselas –un templo de burócratas y burocracia–, y otros intentarán colocarse en los ministerios o departamento oficial de turno, como ya hicieran sus antecesores; cambiarán de aspecto, y se recrearán dando doctrina de que ellos fueron lo más granado de la movida de su tiempo.

Porque se olvidan "las caras sin cejas", como nos dejo escrito la hispanoamericana Gabriela Mistral.

Quizás a algunos no les quede más remedio que reivindicar y volver a los rincones. Esos que siempre están allí donde refulgen las lentejuelas de la boina, los cantos espontáneos de la sidra y los ripios de cualquier amigo jugando al mus, o recordando por las desconocidas sendas y los largos paseos por las callejuelas de cualquier oriente lo que pudo haber sido y no fue…

No sé cuándo será, pero nos veremos de nuevo sacudidos por otra ida o ismo con diccionarios y suplementos incluidos –estos con la nueva partitura lingüística– y vuelta a empezar con los biznietos de los horteras del café Gijón y sus biznietos sin dientes y sus ojos sin párpados y sus caras sin ojos.

¡Se puede ser moderno fuera de la movida!

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