El empeño de Pedro Sánchez

La nueva hazaña del líder socialista y sus opciones de tener un Gobierno estable

Momento en que la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, de pie, vota a favor de la investidura.

Momento en que la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, de pie, vota a favor de la investidura. / Reuters

Óscar R. Buznego

Óscar R. Buznego

Si lo que da la talla de un político es su capacidad para conseguir lo que se propone en cualquier situación, por adversa o compleja que sea, Pedro Sánchez reúne méritos para estar en el podio. Ambicioso, como todo político de pura cepa, el poder lo ha atraído como un imán. En su aspiración a liderar el partido y dirigir el Gobierno ha conocido victorias y derrotas, éxitos y fracasos. La perseverancia, la inteligencia táctica y una pizca de suerte lo ayudaron a reponerse en los malos momentos y aprovechar las circunstancias propicias. Siendo un recién llegado, ganó unas primarias, accedió a la jefatura del Gobierno mediante una moción de censura, estrenó un ejecutivo de coalición, fórmula inédita hasta entonces, y ayer, después de haber perdido todas las elecciones generales y parciales celebradas desde 2019, excepto las autonómicas de Cataluña, salió por la puerta grande del Congreso. La investidura es un triunfo político que se le debe atribuir a él en su mayor parte y también un logro personal.

Hay quien piensa que su reelección tiene carácter de suceso extraordinario, de difícil comprensión racional. Sin ningún hito destacable en su trayectoria previa, al cabo de cinco años se encumbra en la política española, tras atravesar una coyuntura histórica con fuertes turbulencias, provocando el asombro general. La hazaña, esta vez, consiste en formar un Gobierno de coalición apoyado por una mayoría parlamentaria que conforman ocho grupos, de los cuales seis son nacionalistas, todos soberanistas, cinco de ellos abiertamente opuestos a nuestro régimen político y tres declaradamente independentistas, y otros dos, uno el PSOE y otro Sumar, una estructura organizativa bastante difusa que agrupa varios partidos estatales con otros autonómicos.

Pedro Sánchez va camino de la leyenda. Ha hecho realidad lo que parecía imposible. En el caso de que la legislatura agote el tiempo estipulado en la Constitución, habrá completado nueve años al frente del Ejecutivo, período solo superado por Felipe González.

¿Lo conseguirá? No es fácil responder a esta pregunta con una mínima seguridad. Cabe hacer dos previsiones muy diferentes, asistidas incluso por las mismas poderosas razones. Los grupos que votaron a Pedro Sánchez han reconocido sin ambages que se unían, ante todo, para frenar a la derecha. Esto ya lo hicieron al rechazar la investidura de Feijóo, de manera que ahora solo les quedaba acogerse a la única forma que había de impedir que el PP pudiera obtener una ventaja más amplia en unas nuevas elecciones. Por tanto, es plausible la continuidad del Gobierno mientras persista el "peligro" de que se repita una victoria electoral de Feijóo. En este supuesto, adquiere su verdadera importancia el resultado de las últimas elecciones, que ganó el PP, aunque no le bastara para formar gobierno. Quién sabe qué hubiera pasado si las hubiera ganado el PSOE. Recuérdese lo ocurrido en 2019.

Pero cabe otra posibilidad. Los nacionalistas han precisado a coro que su apoyo la investidura no es un voto de confianza, sino que está condicionado al cumplimiento de los acuerdos firmados, según el calendario pactado. Pedro Sánchez ha sido advertido de ello. La portavoz de Bildu ha desvelado que, no nos engañemos, detrás de la amnistía está la cuestión nacional que, añado yo, es la madre del cordero. Junts, el partido que se muestra más receloso y vigilante, ha amenazado con sabotear al Gobierno en el parlamento si no se producen los avances comprometidos.

Y entre las reclamaciones de estas minorías figura, además de transferencias de recursos, la reforma del estatuto vasco, el reconocimiento como naciones de Cataluña y el País Vasco, y la preparación de sendos referéndums de autodeterminación. Pedro Sánchez les habla de diálogo y ellos exigen una negociación en toda regla. El juego de palabras sigue, pero nos acercamos al momento en que todos tendremos que tomar una decisión.

El Gobierno que se forme y los partidos nacionalistas tendrán objetivos diferentes. El programa que presentó Pedro Sánchez contiene un sinfín de medidas sociales. Entre las ocho prioridades que lo guían, mencionó la cuestión territorial en séptimo lugar, sin exponer una propuesta propia. En el debate esquivó siempre que pudo el asunto, mientras los nacionalistas vaticinan que precisamente este será el tema que marque el devenir de la legislatura. Así pues, de las cesiones de unos y la conformidad de otros depende que el gobierno, idea fija que Pedro Sánchez persiguió hasta debajo de las piedras, no sea provisional.

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