Encajar

Las exigencias crecientes de la sociedad y la ansiedad

María Gaitán

María Gaitán

No sé hasta qué punto somos conscientes de la presión social a la que estamos sometidos día a día. Cada vez se nos piden más cosas desde que somos demasiados jóvenes para entender que nos estamos convirtiendo en hámsteres que corren en sus ruedas.

Los niños ahora tienen el colegio, al que entran a las siete de la mañana al aula matinal para que los padres puedan ir al trabajo, los recogen a las cuatro, tras haber comido allí, y los llevan a las actividades extraescolares que toquen si no las ofrece el mismo colegio. Este ciclo que empieza a los tres años ya no acaba nunca.

La vida nos exige que estemos siempre en movimiento, siempre haciendo algo. Es cuando no estás en el escalón social que te corresponde, según la normativa que se ha establecido, cuando la ansiedad aparece. En mi generación hubo una subida de los problemas de ansiedad y depresión detectados en la adolescencia o juventud. Esta subida no ha parado de crecer desde principios de los dos mil.

Las metas que se nos pide que alcancemos según la edad que tengamos se van complicando a medida que nos hacemos mayores. En los niños hasta los diez o doce años la exigencia es que se comporten en casa, tengan buena actitud y buenas notas en el colegio, hagan deporte y destaquen en sus actividades extraescolares. Luego en la adolescencia y la primera parte de la juventud, a todo lo anterior hay que añadirle tener amigos y una vida social activa para formar parte del grupo.

La lista se incrementa. Al, ya mencionado, "ten estudios" hay que añadir ten un buen trabajo y ten un coche y una pareja y ten hijos, y una casa, y un perro, y vete de vacaciones… La lista no para.

Justo en el momento en el que nos damos cuenta de que es imposible cumplir con todos los puntos de la lista del ciudadano proactivo es cuando aparece la ansiedad. Hay muchos factores que no dependen de nosotros a la hora de cumplir la lista del "buen ciudadano" que propone el capitalismo y que se basa en consumir y trabajar para poder seguir consumiendo. A esta sociedad no le importa si eres buena persona, si eres empático, si te preocupas por los demás. Se está reduciendo el significado de individuo a un "yo" egoísta y desinteresado. Un pueblo que no tiene conciencia de clase es un pueblo fácilmente sometible.

Es por eso que me gusta vivir en Campanillas, porque es a efectos prácticos un pueblo pequeño. Los vecinos te conocen y tú los conoces a ellos. Te dan los buenos días y te dejan pasar delante en la cola del supermercado cuando llevas pocas cosas. Estoy segura de que muchos de mis vecinos no fueron a la universidad a estudiar el concepto de individualidad, pero contribuyen de una manera práctica al desarrollo de una sociedad más sana.

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