La semana política

La maldición (o bendición) del bisiesto

Los hitos que marcarán el año político y su eco en Asturias

PSOE y PP se dan la espalda, ambos con mucho secreteo interno pero poca sustancia

La maldición (o bendición) del bisiesto

La maldición (o bendición) del bisiesto

Vicente Montes

Vicente Montes

El año recién estrenado viene cargado de hitos que actuarán como muelles dispuestos a ser puntos de inflexión en el relato político. ¿Hay algún año en los recientes que no haya mostrado la misma peculiaridad? Ciertamente, no; pero así son los signos de estos tiempos.

Las elecciones autonómicas en Galicia (17 de febrero), el País Vasco (probablemente en abril) y las urnas europeas de junio quedarán marcadas en rojo en el calendario. Las primeras medirán la fuerza del PP de Feijóo; las segundas la resistencia del PNV y determinarán alianzas posteriores que tendrán lectura nacional, y las terceras cotejarán la resistencia de Pedro Sánchez, evaluarán la temperatura del clima de alternancia y podrán fijar, incluso, la estabilidad del Gobierno al espantar o invocar escenarios de elecciones anticipadas.

A estos apuntes hay que añadir dos que tienen que ver con Cataluña. El primero, la aplicación de la ley de amnistía y el momento en que Puigdemont proclame su particular "Ja soc aquí!". El segundo, la posibilidad de un anticipo electoral catalán (la cita en las urnas debería ser a principios de 2025), muy relacionado con la fortaleza o debilidad que perciba el independentismo.

El PP espera que toda esta conjunción astral le otorgue la legitimidad social que quedó truncada por los acuerdos de Sánchez y, así, evaluar las posibilidades de una moción de censura. Los socialistas, en cambio, confían en que (una vez más) Sánchez resurja de sus cenizas y recomponga su ya legendaria capacidad de supervivencia.

Asturias no va a ser ajena a todo esto. Ya lo hemos ido viendo: las posibilidades de entendimiento entre socialistas y populares (por mucho que lo demanden de boquilla) son nulas. Y todo ello pese a que tendrían bastantes asuntos en los que ponerse de acuerdo, en especial en lo relativo a esa compleja tarea de hacer que la Administración mejore sus engranajes y gane en eficiencia. También sobre otras cuestiones que determinarán el futuro regional, como el escenario industrial una vez que se despeje la incógnita de las inversiones de Arcelor, el debate sobre el modelo de gestión de los residuos o la política energética, por poner algunos ejemplos. Pero las oportunidades de encuentro serán escasas, incluso en cuestiones en las que el acuerdo está servido, como la gratuidad de las escuelinas que, ya verán, también acabará en confrontación.

Estamos, además, en un marco de silente incomodidad interna en ambos partidos. En los socialistas abundan los murmullos, pero no se convierten en posiciones a viva voz y cara descubierta; en los populares todo son composiciones de lugar basadas en intereses de minifundio a la espera de las batallas en las juntas locales.

Es el PSOE, por el hecho de gobernar, el más sometido a desgaste: en la propia relación con sus socios de Ejecutivo, en los equilibrios parlamentarios y en los debates nacionales en los que las decisiones del Gobierno de Sánchez acabarán cayendo sobre los hombros de Barbón. Un apunte: los dos únicos nombramientos novedosos en el Gobierno central (Francisco Blanco y Pilar Varela) no pasaron por la consulta de la FSA (salvo un episodio anterior y no precisamente confesable) y surgieron básicamente gracias a las relaciones de los designados. Dicho eso, la cúpula del PSOE asturiano tendrá que bregar con una reforma de la financiación autonómica en el horizonte y solo le queda esmerarse en su devoción a la ministra María Jesús Montero.

Viene pues el año torcido, con el añadido de su condición de bisiesto. No está claro si eso es motivo de mal o buen presagio, depende de las culturas. Desde que el matemático Sosígenes de Alejandría, por encargo de Julio César y copiando el calendario egipcio, acabó con el desfase arrastrado respecto al año solar o trópico, venimos añadiendo un día más cada cuatro años, fórmula que se mantuvo con la reforma gregoriana. No siempre fue el 29 de febrero ese día móvil, porque la expresión latina que da nombre al "bisiesto" ("bis sextus dies ante calendas martii") detalla que en origen se colocaba entre el 23 y el 24 de febrero.

Hay quienes ven en los años bisiestos augurio de catástrofes, al referir las que ocurrieron en tal situación, obviando que catástrofes suele haberlas en cualquier periodo. Otros, los menos, ven motivo de optimismo. Sucede este 2024 también que la Pascua cae por los pelos en marzo (ya saben que es una fiesta móvil que determina, desde el concilio de Nicea, el primer plenilunio después de la entrada de la primavera). Desde el siglo XVI se conoce el dicho de "Pascua marçal, o hambre o mortandad", que en mi familia se recuerda con un "Pascua marciana, peste, guerra, fama" (rima forzada queriendo decir "fame"). Por tanto, todos las profecías apuntan mal. ¿Para quién? No lo sabemos. También hay debate sobre si los nacidos el 29 de febrero son la encarnación del mismísimo mal o personas bendecidas con poderes sobrehumanos. Ya saben que Pedro Sánchez nació un 29 de febrero, así que las cosas están más o menos igual.

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