Guillermo García-Alcalde y la música de la amistad

Homenaje canario a un gran periodista y músico asturiano

Guillermo García-Alcalde y la música de la amistad

Guillermo García-Alcalde y la música de la amistad

Juan Cruz

Juan Cruz

Guillermo García-Alcalde (Luarca, 1940-Gran Canaria, 2023) fue compositor, crítico musical y periodista; pero sobre todo fue un referente social y cultural en Asturias y en Canarias. Santa Cruz de Tenerife será escenario mañana, viernes, de un concierto-homenaje con el que se recordará su legado.

Guillermo García-Alcalde recibirá mañana en Santa Cruz de Tenerife uno de los múltiples homenajes que se deben a su personalidad y a su obra. La música será la esencia de ese agasajo póstumo, pues a él se debe, como a Jerónimo Saavedra, que lo siguió en el destino indómito de la muerte, que este archipiélago, que ellos hicieron esencia de una isla grande, fuera mejor, mejor dicho, mejor escrito, más musical y más justo.

La ausencia de Guillermo es, para los que somos periodistas, un drama mayor, porque él nos enseñó argumentos que hicieron mejor la aplicación del oficio a la vida ciudadana, nacional o internacional, a partir de una premisa que jamás debemos perder de vista los que usamos la pluma para contar qué sucede y cómo sucede y a quién le sucede. La premisa del respeto.

Guillermo era respetuoso a cualquier hora, y nos obligaba a serlo siempre, desde su modo de entender la vida y no tan solo el oficio. Aunque mezcló su pluma con las obligaciones de denuncia a la que está abocado el periodismo, siempre se guardó de ser un profesional vociferante y cimarrón. Su conducta, como escritor de periódicos, y también como director de los mismos, tenía que ver con esa convicción ética que obliga al silencio y al respeto cuando no se conocen de veras las circunstancias de lo que acaba de ocurrir, o de lo que en general ocurre.

Esos rasgos de su personalidad lo convirtieron en un referente civil, para todas las generaciones, dentro y fuera del oficio, pues unió la inteligencia a la crítica, y desde ese estadio de la obligación de analizar fuentes y actitudes nos explicó que decir cualquier cosa a bote pronto es de espectadores precipitados.

Nos ayudó, por eso, a saber de los peligros de descarrilar opiniones, marcadas por la subjetividad o por la burla, y por eso digo que fue tan importante no sólo para los periodistas sino también para la sociedad en general. Los canarios, que hemos sabido siempre entender hasta qué punto las Islas no son un encierro sino una puerta abierta, le debemos a gente como él (ahora me acuerdo, por ejemplo, de Emilio Lledó, de Alejandro Nieto, de tantos) haber ampliado nuestro modo de ver la vida que vino a ayudarnos a mejorar la inteligencia, y la audacia, de vivir.

Guillermo era respetuoso a cualquier hora, y nos obligaba a serlo siempre, desde su modo de entender la vida y no tan solo el oficio

Era, y no es poco símbolo de su carácter, un músico, que se despojó de ese oficio como tal para dedicarse a estimular la música de los otros. Ese rasgo de su biografía es, desde mi punto de vista, muy importante, porque explica también el ritmo que le imprimió al periodismo, su otra vocación: éste depende no sólo de las noticias, de lo que pasa, de lo que ocurre cuando lo que pasa es indeseable, sino de la manera de decirlo, de la justicia que anida en las palabras y que nos asisten en pos del bien, cuando las buscamos para no desbarrar y no cuando las hallamos, atolondradamente, para romper el ritmo lógico que requiere la realidad.

Lo conocí, o lo recuerdo así de las primeras veces que lo vi, sentado sobre el brazo de un asiento en el diario de "La Provincia" –del mismo grupo editorial de LA NUEVA ESPAÑA–; me parece que ya usaba esas gafas características que tanto acompañaron su mirada. Estaba rodeado de gente que estaba haciendo, con el director de entonces, Paco Sardaña, el periódico de aquellos tiempos, cuando aún estaba prohibido casi todo, y acogían a este periodista que entonces era un muchacho en el apogeo de su atolondramiento.

Su manera de recibirme, de él, de todos, no se me ha borrado nunca de la mente, quizá porque uno es siempre el que fue en momentos así, cuando los maestros lo reciben y él no sabe si la puerta está abierta, entreabierta o cerrada.

Después lo vi en el Hotel Mencey de Tenerife, cuando ya España despuntaba a la democracia, y él era un veterano en las lides de sabérselo todo no sólo del oficio sino de esta manera rara de comportarse parte del oficio, como si estuviera tachando en lugar de ir construyendo.

Su risa, la que recuerdo, era limpia; su abastecimiento moral de la ironía no dejaba nunca en secano la voluntad de creer en los otros, de sentir que los periodistas también nos equivocamos y hemos de tener siempre cerca el baúl en el que guardamos el alma de la fe de erratas.

Supe después, por propia experiencia, de sus usos discretos de la generosidad. Y siempre pensé que todo eso, todo lo que supe de él porque lo viví o porque me lo dijeron, provenía de un modo ser musical, armónico, como un abrazo dado a tiempo a quien necesita su apoyo para seguir volando, o para aterrizar.

La nomenclatura de este homenaje que ahora recibe en Santa Cruz de Tenerife es una suma de sus merecimientos, en cada una de las ramas con las que se nos apareció siempre, ayudando a ser nosotros y mejores. Margarita Ramos, la presidenta de la fundación de la Caja, Marta Chirino, que preside los destinos del legado de su padre, Martín Chirino, tan cerca siempre de Guillermo, Rosario Álvarez (presidenta de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife), música desde antes de nacer, y Tomás Marco, compositor, director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, tan amigo suyo, están en el programa junto con Javier Moll, el presidente del grupo Prensa Ibérica, con cuya generosidad contó Guillermo para demostrar al mundo del periodismo, allá donde estuviera, la naturaleza de un oficio que vive para demostrar honestidad y equilibro.

Rasgos que ayudaron a Guillermo García-Alcalde a hacer, de todo aquello que tocó, derivados mayores de la amistad y de la música. Ojalá esa música sea siempre el destino mejor de una crónica bien hecha sobre un mundo mejor como el que merecía el amigo al que no nos acostumbraremos nunca a decir adiós.

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