Cambio de tercio

Puestos ya a todo, el Gobierno ha acabado por echarle en cara al Partido Popular que no hable más de la amnistía, ahora que pretende un cambio de tercio. No creo que nadie a estas alturas se desentienda del asunto capital de la legislatura por mucho que en el lenguaje utilitario la corrupción del tráfico de influencias en la compra de las mascarillas la entienda a la primera el gran público mientras que la corrupción política que conlleva la amnistía, condonando el delito y el dinero público mal empleado por los malversadores, requiera al parecer un mayor esfuerzo intelectual entenderla. En cualquier caso, todos los caminos conducen a Roma.

Sánchez se ha encargado, también, estos días de impartir lecciones sobre lo que es corrupción coyuntural inevitable, el "caso Koldo", y sistémica. La sistémica, claro, la atribuye a su opositor en los tiempos de Mariano Rajoy. La peor corrupción, que es cambiar las reglas del juego democrático, amenazando al Estado de derecho y a la separación de poderes, con una amnistía a la carta del principal amnistiado, que fraudulentamente se intenta vender como una ley que ayudará a la reconciliación nacional cuando se trata de una exigencia política a cambio de siete miserables votos, no la considera Sánchez como tal. Sin entrar a detallar los aspectos putrefactos de un acuerdo que llega, parece ser, a su fin, en medio del secretismo más absoluto y sin haber informado a los españoles del blindaje que se le ofrece a Puigdemont frente a todas las causas abiertas contra él, no existe mayor atentado a la inteligencia que intentar hacernos creer que el objetivo es la reconciliación cuando en la historia reciente ninguna ley ha enfrentado tanto a los españoles como esta. Resumiendo, es una ley que aprobará el Congreso y que obtendrá un holgado rechazo en el Senado, dividiendo a su vez a las dos cámaras. Sánchez quiere ahora que se hable de la amnistía, practicando el oscurantismo con ella, como si se tratara de un logro nacional.

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