Opinión

Incertidumbre al cubo

Las elecciones catalanas y europeas darán pistas del pulso político del país

Pedro Sánchez con Salvador Illa, este sábado en Montmeló.

Pedro Sánchez con Salvador Illa, este sábado en Montmeló. / JORDI COTRINA

La sociedad española digiere la reaparición pública de Pedro Sánchez con evidente desasosiego, sometida a una fuerte presión por el toque a rebato de los partidos para que se movilice frente al peligro que según ellos representa el adversario. El PSOE la emplaza a defender la democracia de la política corrosiva que practica la derecha sin distingos y el PP eleva a roja la alerta por lo que considera una clara deriva autoritaria del presidente del Gobierno. Aún estamos bajo el impacto de su alocución del lunes desde la escalinata de Moncloa. Todavía es pronto para visualizar y evaluar las consecuencias. El movimiento de Pedro Sánchez podría reforzar su posición o, por el contrario, producir un efecto bumerán en la cotización de su liderazgo. Se rumorea que el Presidente está cada día más encerrado en sí mismo y sus socios nacionalistas han reaccionado a su gesto con una mueca nada complaciente. Lo único que podemos dar por seguro es la pérdida de una mínima certeza en la política española. En su lugar, al menos hasta que las elecciones europeas y la formación del gobierno catalán despejen el panorama, campean el victimismo, la sospecha, la confusión y la inoperancia. En estas condiciones, resulta imposible hacer una previsión fiable.

Pedro Sánchez y los partidos que forman la coalición que gobierna han detectado un problema de la máxima gravedad en el funcionamiento de nuestra democracia, pero no han aportado una solución. Reprochan a la oposición, a un sector de la prensa y a determinados jueces una actuación disfuncional y poco acorde con los preceptos constitucionales. La portavoz del Ejecutivo ha insinuado que el Consejo General del Poder Judicial será renovado de una u otra manera y los dirigentes socialistas, con su secretario general al frente, claman contra la desinformación, de la que acusan a la oposición en su estrategia para llegar al poder. Existe, sin embargo, el temor a que la izquierda esté equivocando el diagnóstico y los pasos que va dando. No es viable una democracia contando con medio país y excluyendo al otro medio, sin el reconocimiento de la oposición y una presencia activa y eficaz de controles, por incordiantes y molestos que estos sean. Es razonable exigir al Gobierno que explique cuanto antes lo que se propone hacer al respecto de este asunto, que provoca lógica inquietud en las instituciones, los partidos y los actores que han sido señalados y en los ciudadanos en general.

Otra incógnita reside en las elecciones catalanas. La maniobra de Pedro Sánchez ha trastocado el arranque de la campaña, que parece haber vuelto a su desarrollo normal. No es probable que las últimas encuestas que se publiquen hagan variar el pronóstico. El candidato socialista, Salvador Illa, que exhibe un discurso propio, prudente y conciliador, es el favorito unánime. Pero Puigdemont está demostrando ser un candidato mucho más fuerte que Aragonés, a pesar de emitir sus mensajes desde fuera del territorio catalán. A diferencia de lo ocurrido en el País Vasco, todo el mundo se anima a vaticinar el resultado en Cataluña y nadie se atreve a anticipar la composición del Gobierno de la Generalitat, máxime teniendo en cuenta la larga lista de los vetos ya anticipados por los contendientes. Las proyecciones coinciden en que, en cualquier caso, el desenlace de las elecciones catalanas podría afectar de formas muy diversas a la acción del Gobierno de Pedro Sánchez, e incluso a su continuidad.

No obstante, las elecciones del próximo domingo ofrecerán a lo sumo un atisbo del humor político de los españoles después del paréntesis impuesto por Pedro Sánchez. Los catalanes tienen una cultura política más sofisticada, respaldan con un apoyo amplio a partidos independentistas y constituyen un subsistema político que se guía por unas pautas distintas. Para conocer el estado de ánimo de los españoles y cuál es su inclinación política mayoritaria en esta situación, habrá que esperar al escrutinio de las elecciones europeas, que se celebrarán en un ambiente de extremada polarización. Será entonces cuando podremos comprobar si con la reordenación de la agenda de Pedro Sánchez ha cambiado algo o todo sigue igual, si en política los españoles se dejan llevar por el personalismo, si Pedro Sánchez renace fortalecido o debilitado, si la legislatura puede mantenerse en pie aunque avance a trompicones o un castigo severo al PSOE lo aboca a disolver las Cortes, como hizo en mayo pasado, para que los electores decidan otra vez.

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