De vez en cuando surgen personas con un empuje empresarial excepcional, que conforman un tejido indispensable para la creación de empleo. Éste es el caso que hoy nos ocupa, verdadero ejemplo de actitud emprendedora especialmente para los tiempos de crisis que corren.

Antes de desplazarse a Ribadesella, Manuel Pérez Pérez poseía ya una confitería en Oviedo. Corrían los años veinte del siglo pasado cuando la marquesa de Argüelles, que pasaba los veranos en su chalé de la playa, convence a su amigo Manuel de que se establezca en el pueblo.

En 1927 el matrimonio formado por Manuel y Leonor Cantora abre la confitería La Marina en la actual calle Comercio, donde hoy se encuentra una zapatería. El negocio consta de dos partes, un obrador en la parte posterior, que da al muelle, y la tienda, que da a la plaza Nueva. Del matrimonio nacen cuatro hijos: Nito, Leonor, Matilde y Fifi. Mientras que del obrador se ocupan el patrón y sus empleados, la tienda es atendida por su hija Leonor.

Durante el período estival el negocio es rentable debido al turismo. Además de otros clientes, la confitería suministra con frecuencia a la marquesa y a sus frecuentes invitados de la corte, el Rey Alfonso XIII entre otros.

Pero durante el invierno las ventas disminuyen, por lo que Manuel se las va a ingeniar para que su negocio sea rentable durante todo el año. Así, inventa un turrón con forma de barra en espiral a modo de «brazo de gitana» cubierto con láminas (rajas) de almendra, que llega a patentar y registrar con el nombre de «Rajalmendra».

Asimismo, fabrica otros pasteles de su invención, como el mantecado «Real», chocolates «Manolín», otros turrones denominados «De Cádiz» y «De Yema» y una tarta llamada también «Rajalmendra».

En vista de que sus productos tienen demanda, especialmente el turrón, Manuel llega a crear una red comercial para distribuirlos por toda la Península. Este éxito se va a traducir en la contratación de gran número de empleados para su obrador. Se calculan en 129 los obreros del pueblo contratados en diferentes períodos. Entre otros, recordaremos a Alfonso Patones, Sabugueiro, Pepiño, Manolo Chacha, Maruja Álvarez, esposa de Venancio Fernández, etcétera.

En honor al éxito del turrón, el establecimiento pasa a llamarse Confitería Rajalmendra, nombre que se aplica también a una lancha vapora de la que Manuel es armador y en la que trabajan diversos marineros.

Casado en segundas nupcias con Aurora Alonso, de este matrimonio nacen tres hijos: Manuel (Noli, actual propietario de la marca registrada Rajalmendra), Luis (que en paz descanse) y Jesús.

Pero el afán empresarial de este hombre no se queda ahí y se le ocurre la idea de suministrar chocolate para el Ejército español. Son los tiempos del hambre durante la posguerra, de modo que hay escasez de azúcar, imprescindible en el negocio confitero. Por su estrecha amistad con Francisco Franco, con quien había hecho el servicio militar, consigue un gran suministro de azúcar que le permitirá fabricar con holgura su nuevo producto. Si bien la demanda de chocolate va a decaer, no así la de rajalmendra y demás productos de la confitería.

La comercialización por la geografía española partía de Ribadesella en los antiguos trenes Económicos, lo cual ralentizaba bastante el reparto. En busca de mejores medios de distribución, Manuel decide desplazarse de nuevo a Oviedo, donde monta una moderna fábrica de pastelería al por mayor, a la que de nuevo bautiza con el nombre de Rajalmendra.

El éxito es tal que en la fábrica llega a haber más de cuarenta empleados, entre ellos diversas personas de Ribadesella que se desplazan a Oviedo para trabajar por temporadas; entre otros, recordaremos a José Manuel Cuervo, apodado «Cuqui»; Celso el Tordu, Marcelo el Carpinteru, esposo de La Pistera; Juanito el Tordu; Juanra Borbolla el Marineru; José Antonio Martino, «Nenón»; Pedro Rubio «Aspirina», etcétera.

Tras su marcha, se buzoneó por Ribadesella lo siguiente:

Despedida

Riosellanos: hace 26 años y tres meses que, procedente de Oviedo, instalé en esta hermosa villa mi industria confitería La Marina, que muchos desde aquella fecha la denominaron confitería Nueva.

Deseando dedicarme solamente a mis especialidades, prescindiendo de la venta al detalle, e instalarme donde exista ferrocarril de vía ancha, construí una casa con una gran nave que me permite fabricar con holgura el rajalmendra y demás artículos en la calle D-6 Buenavista, Oviedo (hoy calle Juan Belmonte).

Os la ofrezco de todo corazón, y al trasladaros a Oviedo, visitadme, que seréis recibidos con el mismo entusiasmo que vosotros lo habéis hecho conmigo.

Mi agradecimiento a nuestras dignísimas autoridades nacionales, provinciales y municipales, que en todo momento me dieron facilidades e incluso autorizarme a abrir mi establecimiento a primeras horas de la mañana, y no habiendo sido nunca objeto de sanción alguna.

Mi agradecimiento a todos aquellos que con sus encargos presenté en mis escaparates los trabajos más artísticos del arte confiteril publicados en nuestras revistas.

Mi agradecimiento a los bancos Herrero y Español de Crédito.

Mi agradecimiento a cuantos me favorecieron.

Mi agradecimiento a los clientes tan adictos que sienten mi marcha.

Manuel Pérez Pérez

Ribadesella, agosto 1953

Esta misiva manifiesta a las claras el talante de este emprendedor, que dejó una impronta imborrable en la historia del pueblo riosellano. No pocos son los que aún hoy comentan a sus hijos las virtudes de Manuel, especialmente su generosidad para con sus empleados.

Agradecemos a Manuel Pérez Alonso, «Noli», su inestimable colaboración, sin la cual el presente artículo no habría podido elaborarse.