"Kiko el del Pelayo" cuelga la pajarita

El histórico jefe de sala del Gran Hotel de Covadonga se jubila tras 47 años al pie del cañón

Arriba, Kiko Viesca, sirviendo al Rey en una recepción. Sobre estas líneas, a la izquierda, de niño, cuando empezó a trabajar en el bar; y a la derecha, la pasada semana, a las puertas del Gran Hotel Pelayo.

Arriba, Kiko Viesca, sirviendo al Rey en una recepción. Sobre estas líneas, a la izquierda, de niño, cuando empezó a trabajar en el bar; y a la derecha, la pasada semana, a las puertas del Gran Hotel Pelayo. / R, D. / J. M. C.

"Me emociono mucho, porque dejar esto es duro. Es mi segunda casa. Lo voy a echar de menos, seguro". Francisco Viesca Arobes, "Kiko", dejará hoy su uniforme de jefe de sala y abandonará el Gran Hotel Pelayo de Covadonga, en el que ha trabajado durante 47 años. Se jubila. En realidad, a este histórico del santuario, de 62 años, le correspondería "colgar los hábitos" el 1 de enero de 2025, pero tiene 8 meses de vacaciones por convenio, un premio por los servicios prestados.

Ha preferido no esperar a los 65 años porque ya está cansado y, al abrirse una nueva etapa en el hotel, con la llegada del chef Jaime Uz y la apertura de un nuevo restaurante, ha preferido apartarse. Le costará, pero la decisión está tomada. Está muy agradecido al hotel y sus titulares. "Gracias al Pelayo tengo lo que tengo, y aquí he conocido a gentes de todo tipo, incluido al Rey Felipe VI, al que atendí durante tres horas en 2018. Es una persona sencilla y normal, de buen trato. Fue a darme la mano al marchar. Fue un honor servirle", comenta "Kiko el del Pelayo", como también se le conoce.

En realidad Felipe VI ya había estado varias veces en el hotel, también su padre, y las infantas pasaron varias noches en el Pelayo en 1983. ¿Políticos? "De todos los colores". ¿Anécdotas? Muchas. Por ejemplo, aquella noche en la que el conserje estaba temeroso porque una persona "que no era normal" rondaba el hotel. Tan asustado estaba que le pidió a Kiko que se quedara, "por si acaso". Y allí estaban todavía los dos, vigilantes, a las dos de la madrugada cuando oyeron gritos a lo lejos. Fueron corriendo y se encontraron con un canónigo malherido, porque se acababa de precipitar al vacío al intentar entrar por una ventana a la Casa de Ejercicios, ya que se había dejado olvidada la llave. Gracias a aquella persona extraña, de la que nunca más supieron, se salvó el sacerdote, que tuvo que ser trasladado en ambulancia al hospital. "Si no llegamos a estar allí no sé cómo habría terminado", resalta.

"Kiko el del Pelayo" cuelga la pajarita

"Kiko el del Pelayo" cuelga la pajarita / R, D. / J. M. C.

Kiko Viesca nació en Bobia Baju (Onís), el 1 de enero de 1962. Fue a la escuela en su pueblo, y luego al Colegio Reconquista de Cangas de Onís. Su aventura hostelera comenzó el 23 de julio de 1977, cuando tenía 15 años (el más joven de todos los empleados que pasaron por el hotel del santuario ). El caso fue que una hermana y un cuñado suyos trabajaban en el Gran Hotel Pelayo, que necesitaba un camarero. Kiko estaba aquel día "a la hierba". A eso de las cinco de la tarde llegaron su hermana y su cuñado y le propusieron a otro hermano, mayor que él, irse a trabajar al hotel de Covadonga. Dijo que no. Cuando se lo preguntaron a Kiko no lo dudó: "Sí". Así que "sin contar con ello y sin tener ni idea de lo que era un bar", Kiko empezó a trabajar en el Gran Hotel Pelayo… "y ya no paré". Literal.

No paró porque vivió los ocho primeros años en el hotel, como entonces hacía la mayoría de los empleados, y no abandonó ni siquiera cuando hizo la mili, en 1982, en León. Porque todos los sábados iba al Pelayo a trabajar ("siempre había bodas") y así sacaba unas perras que le daban "para tirar la semana". Por cierto, en la mili también estuvo en un bar, el que llaman de mando, el de las oficinas y los oficiales.

A los 23 años se casó con Dolores Sobero, "Loli". Tuvieron dos hijas, Patricia y Victoria, y ahora dos nietas, Aída y Paz. Vivieron cuatro años en Benia, en el piso de un tío de Kiko, y después en Sirviera, donde rehabilitaron una vivienda de su abuela materna, y donde siguen viviendo. El Sirviera tuvieron un bar-tienda desde 1992 a 2006. Acude todos los días en coche a Covadonga. Su horario "habitual" es de ocho de la mañana a cuatro y media o cinco de la tarde, "depende", jornada continua: come en el hotel.

"Kiko el del Pelayo" cuelga la pajarita

"Kiko el del Pelayo" cuelga la pajarita. / Ramón Díaz

Nada que ver con los horarios de antaño, cuando se trabajaban "de once a once, y si había boda, lo mismo hasta las tres de la mañana". Pero es que hubo épocas en las que el Gran Hotel Pelayo era un hervidero de gentes. "Llegamos a dar 52 bodas en agosto en los años setenta".

Reconoce que el de camarero no es el trabajo que tenía en su cabeza. Un secreto: su mayor ilusión, "desde crío", era ser guardia civil. E incluso en la mili se planteó presentarse al examen. No lo hizo porque su familia le insistió en que no dejara el trabajo fijo que tenía y en el peligro que entonces suponían algunos destinos, como el País Vasco.

Ni siquiera durante la pandemia dejó de acudir al hotel. Iba a regar las plantas y a vigilar que todo estaba bien. En estos últimos 47 años ha visto pasar a tres arzobispos, cinco abades e incontables curas. Vio la llegada de la luz pública al Real Sitio, durante la etapa de Sergio Marqués al frente del Gobierno del Principado ("antes había cuatro bombillas medio fundidas", rememora), y el asfalto a las carreteras. ¿Lo que más cambio en este tiempo? "Que antes había cabildo, con siete u ocho canónigos, con don Emiliano de la Huerga al frente. Eran unos personajes", señala.

Está agradecido a todos sus jefes, porque "siempre" confiaron en él. Pero ha declinado la posibilidad de acudir algún día para hacer algún "extra". "No, estoy cansado; si lo dejo, lo dejo", explica. ¿Qué hará a partir de ahora? Dice que, aparte de estar con su familia, pasará mucho tiempo en una cabaña con las ovejas que allí tiene. Duda de si apuntarse al coro de Benia, procurará caminar lo más posible y cuidará la artrosis que le afecta a las manos y sus problemas de cervicales. Pero, sobre todo, lo que hará será "disfrutar de la vida".