Una treintena de asturianos recién llegados de lugares tan dispares como Londres, Paraguay o Las Palmas, se encontraron ayer en la plaza del General Ordóñez de Trubia y, con cierta cautela, se tendían la mano sin terminar de reconocerse. Para algunos, habían pasado unos 46 años desde que se vieran por última vez. Pero en la mayoría de los casos aún no había terminado el saludo cuando ya caían en la cuenta de que, aunque quizás irreconocible en un principio, estaban estrechando la mano del que fue un gran amigo. Aquel con quien compartieron incontables domingos de arresto o vestuario en el Juvencia durante los años que duró su formación como aprendices en la Fábrica de Armas.

Muchos de los que se lamentaban de la estética militar requerida en la Escuela, que imponía un corte de pelo muy alejado de los cánones de la época de los Beatles, hoy ya no tienen flequillo que dejarse. Un breve desencanto inicial que no impidió que muchos siguieran su carrera en el Ejército y del que hoy se congratulan, por haber adquirido unos valores que consideran "perdidos" en las nuevas generaciones. "Como, por ejemplo, la puntualidad", decía Francisco Quiñones mientras esperaba al último rezagado de la convocatoria.

José Ramón Fernández, un militar de verbo fácil y uno de los organizadores de la reunión, recordaba, bajo la misma lluvia que entonces, las alegrías y penurias de aquellos chavales de 14 años que hace medio siglo estaban madrugando por primera vez para acudir desde sus pueblos a la Fábrica de Armas. "Sufríamos con el frío, la disciplina y el cansancio, pero fueron los mejores años de nuestras vidas", decía Fernández, aunque de forma entrecortada por la cantidad de abrazos y risas que interrumpían su discurso en la plaza trubieca. Señores sexagenarios que bromeaban como, cuando con 16 años, compartían sus primeros turnos en el taller. Y es que el tiempo retrocedió para muchos frente a la escultura de los Aprendices de la Fábrica de Armas. Recordaron sus tiempos de juventud, aquellos en los que la fábrica era el motor de los concejos de la zona y contaba con 3.000 empleados. Plantilla que, cuentan, al tocar la sirena que marcaba el fin de turno hacía parar el tráfico de la zona. Y ayer, la treintena volvió a tomar de nuevo aquel camino para alejarse de Trubia y dar continuidad al emotivo día con una comida en el "Tendejón de Fernando", en Las Regueras.