Lágrimas y honores en la despedida en la Catedral al guardia civil héroe de Pravia: "Lo recordaremos por su sonrisa"

Autoridades y uniformados dan su último adiós al condecorado Dámaso Guillén, que evitó una masacre de ciclistas: "El sábado se nos heló la sangre"

Con un silencio sepulcral a pesar de la multitud, la plaza de la Catedral recibió en torno a las diez de la mañana de este lunes al «héroe de Pravia». Más de un centenar de efectivos uniformados saludaron a su llegada el féretro de Dámaso Guillén, el guardia civil del destacamento de Tráfico de la Comandancia de Oviedo que falleció arrollado dando su vida para evitar que un delincuente a la fuga en un coche robado se estampase de pleno contra un pelotón de ciclistas de una carrera en Béifar (Pravia). Un mar de lágrimas y una gran ola de elogios protagonizaron la emotiva ceremonia oficiada por el arcipreste de Oviedo, exguardia civil y amigo del fallecido, Joaquín Serrano, antes de que el cuerpo fuese trasladado a Bailén, la localidad jienense de la que era natural el agente de 48 años, para recibir cristiana sepultura. «Le recordaremos siempre por su sonrisa», dijo Serrano durante la homilía. 

La Banda de Guerra del Regimiento de Infantería «Príncipe» nº3 puso el hilo musical a una escena repleta de llantos, abrazos y saludos entre oficiales. El vehículo funerario fue recibido con el himno de España. Justo después sonó «La muerte no es el final del camino» para conducir el cuerpo de Dámaso hasta el altar. Desde la puerta, Ainhoa Aparicio, la viuda, se derrumbaba al ver como el ataúd cubierto por la bandera de España se acercaba sobre los hombros de ocho compañeros. A su lado, Aitana, la hija de 18 años de ambos, hacía de tripas corazón para servir de apoyo a su progenitora mientras ambas sostenían dos rosas blancas.

No había consuelo para nadie. Carlos Hernández, abogado y amigo íntimo del guardia civil, apenas era capaz a juntar las palabras al acordarse de su inseparable compañero de batallas. «Vino en 2008 a Asturias y poco después nos hicimos muy amigos, ha sido un palo enorme», apuntaba con el corazón en un puño al ver como una multitud de oficiales y agentes iban agolpándose en la explanada de Alfonso II «El Casto».

Una vez dentro, familia y autoridades se repartían las primeras filas de los bancos situados a cada uno de los lados del altar. Desde la izquierda, tanto el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, como la delegada del Gobierno, la socialista Delia Losa, se secaban las lágrimas contagiadas por una emoción que alcanzó su máxima exaltación cuando el sacerdote animó a los presentes a darse la paz. Una treintena de compañeros muy próximos a Dámaso estallaban en llanto mientras se abrazaban muy fuerte. El dolor era tremendo.

Junto a Canteli y Losa estuvo el director general de Tráfico, Pere Navarro; la consejera de Presidencia, Rita Camblor; el presidente de la Audiencia Provincial, José Antonio Soto-Jove; el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA), Jesús Chamorro; el general de división, jefe de la Agrupación de Tráfico, José Ignacio Criado García-Legaz y el jefe de la comandancia de Asturias, Francisco Javier Puerta.

En los bancos de detrás pudo verse a otros cargos relevantes como el delegado de Defensa en Asturias, Juan Luis González; la jefa provincial de Tráfico, Raquel Casado, al comisario jefe regional de Operaciones de la Policía Nacional, Miguel Ángel Ramos, así como otros mandos de los distintos cuerpos civiles y militares.

Al final de la eucaristía, Joaquín Serrano leyó una carta enviada por el arzobispo, Jesús Sanz Montes, que excusó su ausencia por encontrarse fuera de Asturias, en la que trasladó el «dolor inmenso» por «un adiós indeseado» de un agente que dio su vida «por salvar las vidas de unos niños».

Dolor y lágrimas en el funeral del guardia civil que evitó una masacre ciclista en Pravia

A la salida del féretro, la tristeza se convirtió en homenajes. Con la banda tocando «Viva la Guardia Civil», fueron muchos los que se sumaron a un espontáneo aplauso en el viaje de vuelta hacia el vehículo funerario del cuerpo. Los «vivas» a la Guardia Civil, el Rey y el orden y la ley acompañaron un trayecto de unas decenas de metros para el que los numerosos asistentes de uniforme recuperaron la misma formación con la que dieron la bienvenida al cuerpo.

Fue al romper filas cuando muchos aprovecharon para abrazar a la familia, trasladarle sus condolencias y hacer corrillos en los que la incredulidad e indignación se abrían paso por partes iguales. «Me pongo enfermo solo de pensar que a este personaje solo le caerán dos años», comentaba un guardia civil a pleno llanto al ser abrazado por otro asistente, haciendo referencia al varón detenido acusado de huir a pie tras acabar con la vida de Guillén cuando trataba de escapar con un coche robado en la misma localidad de Béfiar. «Era un hombre bueno, de los que no había», comentaba otro efectivo que compartió con Dámaso sus 15 años de destino en Oviedo.

El funeral puso punto y final a dos jornadas de reconocimientos y homenajes hacia «un hombre siempre dispuesto a ayudar y de carácter muy jovial» al que la directora general de la Guardia Civil, Mercedes González, impuso el domingo la Medalla de la Orden al Mérito del cuerpo con distintivo rojo en la capilla ardiente habilitada en el cuartel ovetense del Rubín. Un reconocimiento a título póstumo reservado solo a los agentes que resultan fallecidos o gravemente lesionados al jugarse el tipo por salvar a los demás. Dámaso Guillén ya no volverá a patrullar, pero deja un recuerdo eterno, especialmente entre los jóvenes a los que salvó de ser atropellados.

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«Espero que la justicia y la ley caigan sobre él con toda la contundencia debida». Así de contundente se mostró la delegada del gobierno, Delia Losa, a la hora de referirse al supuesto delincuente que acabó con la vida de Dámaso Guillén cuando huía con un coche robado en Beifar (Pravia), poniendo en peligro a los participantes en una prueba ciclista junior.

Losa hizo estas declaraciones a la salida del funeral en el que estuvo acompañada por el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, con el que coincidió a la hora de destacar el papel de la Guardia Civil. «Estoy muy triste porque acabamos de perder a un servidor público que lo único que hizo fue velar por la seguridad de todos», dijo Losa, mientras que Canteli destacó «la gran unión de todos» en torno a la familia del fallecido el cuerpo. «Debemos valorar profundamente el trabajo permanente que realiza la Guardia Civil», apuntó el regidor, que calificó a Dámaso Guillén como «un hombre bueno y noble».

A las valoraciones se sumó el director general de Tráfico, Pere Navarro. «Representa –Dámaso Guillén– los valores de la Guardia Civil de Tráfico. Nos va bien recordar toda una vida dedicada al auxilio y la ayuda a los conductores y la carretera para evitar que los otros tengan accidentes», sostuvo Navarro.

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Y. T. L., el hombre detenido por arrollar y acabar con la vida de Dámaso Guillén cuando huía con un coche robado en Beifar, pasará a disposición judicial en torno a las diez de la mañana de este martes en el juzgado de primera instancia e instrucción de Pravia. El varón, que inicialmente huyó a pie del lugar del suceso, pero terminó siendo localizado por la Guardia Civil, se enfrenta hasta una decena de delitos, pues además del atropello mortal, había agredido previamente a dos varones con un hacha.

A Y. T. L. se le apunta un delito de homicidio imprudente por la muerte del guardia civil, pero también tendrá que responder por otros nueve ilícitos como homicidio en grado de tentativa, conducción temeraria, abandono del lugar del accidente, conducción sin carné, hurto, resistencia a la autoridad y sendos delitos de lesiones.

El detenido se encuentra desde el sábado en los calabozos de la comandancia de la Guardia Civil de Oviedo, ubicados en el cuartel del Rubín. Se trata del mismo escenario donde se instaló la capilla ardiente de su víctima desde la tarde del domingo hasta la mañana de este lunes, cuando su cuerpo fue trasladado a la Catedral de la capital asturiana para la celebración del funeral. Posteriormente los restos irán a Bailén, en la provincia de Jaén, para ser enterrados.