Adiós a Federico el de La Mallorquina, toda una institución en Oviedo

El empresario ovetense, con confitería en la calle Milicias desde hace 94 años, falleció este martes a los 83 años

Federico Álvarez, delante de su negocio, en una fotografía de 2015.

Federico Álvarez, delante de su negocio, en una fotografía de 2015. / JULIAN RUS

Chus Neira

Chus Neira

Decía su tutor, Sabino Fernández Campo, que sus padres le habían bajado un día a La Mallorquina en el cochecito y que desde entonces ya no se había movido de la confitería de la calle Milicias Nacionales, aunque a él le gustaba aclarar que antes de pastelero y empresario fue estudiante en La Medalla Milagrosa con Pedro Masaveu. El empresario Federico Álvarez Cuervo (Oviedo, 1939) fue, en todo caso, una institución local y universal a lo largo de 83 años de vida en los que llegó a abrir hasta once negocios en una ciudad que desde este martes por la tarde llora su pérdida. Tenía 83 años y era “un ovetense de pro, una persona importante”.

La frase es de su “amigo entrañable” Alfredo Canteli, que por motivos profesionales siempre trató y cultivó la amistad con Federico Álvarez. “Ha sido toda una vida cerca de ellos, era un gran amigo, un gran padre, se va una persona importante que para mí siempre fue una referencia, siento mucha tristeza”, declaró el Alcalde.

El presidente de la patronal hostelera (Otea), José Luis Álvarez Almeida, destacó también la pérdida de “uno de los baluartes del sector en Oviedo y en Asturias”. “Forma parte de ese batallón de grandes empresarios que forjaron la hostelería en Asturias y con su trabajo y buen hacer elevaron y dignificaron esta profesión con empresas solventes y que son historia de Oviedo”. Otro clásico de la ciudad, José Juan de Blas, de Camilo de Blas, sentía esta tarde también “enormemente” su fallecimiento y recordaba cómo la familia, procedente de León, estuvo ligada inicialmente a su negocio. “Fue un gran emprendedor y una gran persona a la que siempre recordaremos”, concluyó.

Procedente de una familia de confiteros de León, la saga se inició con su abuelo, Apolinar Álvarez, aunque su padre, huérfano muy pequeño, tuvo que volver a aprender el oficio. Establecido ya en Oviedo, trabajó primero para Camilo de Blas y después es estableció por su cuenta, inaugurando el salón de té de Milicias Nacionales el 1 de abril de 1929, hace 94 años. En ese entorno de Milicias se crió Federico Álvarez Cuervo, que nació el 8 de mayo de 1939 en el Sanatorio Miñor, en la primera cesárea practicada en Asturias.

Su infancia estuvo ligada a las familias de los Tartiere, los Masaveu, los Rubín, pero pronto prefirió ponerse a trabajar y dejar los estudios. Su padre le envió a formarse en el oficio con los confiteros de la familia Pardo, en Avilés, en la calle Galiana. En 1956 se incorporó al negocio familiar. Federico Álvarez ya era entonces amigo muy íntimo del que sería jefe de la casa del Rey, Sabino Fernández Campo, al que su padre había nombrado su tutor. Esa relación ya nunca se perdió, y este martes la viuda del general, María Teresa Álvarez, recordaba emocionada los vínculos con el histórico empresario: “Era uno de los mejores amigos de Sabino, sin duda, aunque yo lo conocía de antes, de mucho tiempo. Me recordaba siempre que cuando él abrió la discoteca Vánitas y me fue a dar un pase, a la moza que salía en la tele, decía él, y yo le contesté que no solía salir por las noche”. Al margen de las anécdotas personales y de las muchas cenas compartidas con él y su mujer Angelita Arrieta, María Teresa Álvarez lamentaba el hueco que dejará ahora. “Era un personaje muy característico de Oviedo, va a impresionar pasar por la zona de Milicias y no ver a Fede en la terraza de La Mallorquina”.

En los años sesenta Federico Álvarez ya se había casado con Angelita Arrieta Cueto y se habían hecho cargo del negocio familiar, que reinauguraron en 1963, ya no como salón de té estilo francés y sí como cafetería y confitería, como sigue ahora con su hijo Javier al frente. “El Oviedo de aquellos años”, contaba hace ocho años en las memorias que dictó a La Nueva España, “era realmente bonito, tranquilo, maravilloso. Comenzaba la temporada de ópera, habían llegado los cines, los bingos, Oviedo empezaba a tener un comercio significadísimo y los Almacenes Botas daban el mejor trato de España al cliente”.

Fue en ese Oviedo que evocaba en el que Federico Álvarez alimentó las tertulias en La Mallorquina, de doce y media de la noche a tres de la madrugada: La de la Peña Paquito, el internacional del Oviedo que fue luego técnico en el Valencia, la del grupo de Madrid de Sabino y Pepe Cosmen o la de los periodistas, donde se alternaban Víctor la Concha, Pérez de Las Clotas, Ricardo Vazquez-Prada y Luis Alberto Cepeda con las jóvenes generaciones de entonces, Graciano García o Juan de Lillo. Este último rememoraba este martes: “Fue uno de mis primeros amigos cuando llegué a Oviedo, a la Universidad, en 1957, nos teniamos gran afecto”. También el director emérito de la Fundación Princesa, Graciano García, lamentó "la muy triste noticia de la muerte" de su amigo: "Recuerdo una idea que leí hace años y que no he olvidado. Dice que no se conoce la parte más íntima y oculta de un pueblo o una ciudad a través de los libros, sino única y exclusivamente a través de sus mejores hombres. Federico era una parte de Oviedo, del Oviedín, y todo en la ciudad era para él lo mejor: los equipos deportivos, San Mateo , las cafeterías y bares, las confiterías. Todo era insuperable en su Oviedín del alma. Así lo recuerdo y recordaré siempre".

Además de La Mallorquina, Federico Álvarez llegó a tener hasta once negocios en la ciudad, entre los que figuraron la cafetería San Remo en la Avenida de Galicia durante 25 años, la discoteca Vánitas con diseño de Chus Quirós en los años ochenta, dos tiendas de deportes Rivas y otras dos de Benetton. En todo caso, siempre volvió a La Mallorquina, el negocio al que, por discrepancias con otro del mismo nombre de Madrid, tuvo que acabar cambiando la marca por la apocopada “La Mallor”, por más que él seguirá siendo, en el recuerdo de tantas generaciones de ovetenses que lo trataban en la terraza de su negocio en Milicias, Federico el de La Mallorquina.

La capilla ardiente ha quedado instalada en el tanatorio de El Salvador y su funeral se celebrará en la basílica de San Juan el Real a la una de la tarde de este jueves. Deja mujer, Angelita Arrieta, cinco hijos (Federico, Joaquín, Francisco, Carlos y Ángela) y tres nietas.

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