Paula Lafuente: "En Asturias siempre hubo fotógrafas, a la sombra de los hombres"

"Las imágenes en papel deben guardarse; la luz las crea y la luz las destruye", dice la responsable del registro del Museo de Bellas Artes

Paula Lafuente y Manuel Lafuente, ayer, en el Club Prensa Asturiana.

Paula Lafuente y Manuel Lafuente, ayer, en el Club Prensa Asturiana. / Miki López

M. J. I.

La historia de la fotografía en Asturias encierra aún muchas sorpresas, pero lo que sí está claro es que desde el siglo XIX las mujeres jugaron un papel clave, aunque a la sombra de los hombres. «Siempre hubo mujeres fotógrafas en Asturias y en el resto del mundo; de hecho, el primer libro que se conoce sobre técnicas fotográficas es obra de una mujer». Así lo explicó ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA Paula Lafuente, licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo y responsable del registro del Museo de Bellas Artes de Asturias, que impartió la segunda conferencia del ciclo de charlas sobre Oviedo de la Sociedad Protectora de La Balesquida.

Precisamente fue su padre, Manuel Lafuente, director de la Sociedad Protectora, el encargado de presentar a la conferenciante, de quien destacó su tenacidad y la afición por la fotografía desde niña.

Uno de los hitos de la llegada de la fotografía a la capital del Principado fue la instalación de estudios fotográficos como los de Manuel García Duarte en la calle Fruela, en el edificio donde hoy se ubica un hotel. Ramón García Duarte (Lugo de Llanera, 1862; Oviedo, 1936) fue uno de los grandes fotógrafos que tuvo Oviedo, tras la conocida saga familiar de los Fresno. «Estudió en la Escuela de Bellas Artes y trabajó como retocador o iluminador en algún estudio, antes de fundar el suyo en 1889, en Avilés. Destacaba ya por las ampliaciones retocadas al óleo y a lápiz y por su innovadora forma de componer los retratos femeninos», explicó la especialista. En 1904 se instaló en Oviedo, primero en la calle Fruela y luego en Gil de Jaz, donde trabajó también su hijo Ramón García Ovies. Padre e hijo fallecieron durante el cerco de Oviedo. En el año 2002 ingresó en el Museo de Bellas Artes de Asturias un lote de 1.650 negativos placas de vidrio monocromáticos, perteneciente a tres generaciones de fotógrafos asturianos, iniciada por Ramón García Duarte y finalizada por José Antonio García Sánchez Alonso.

Otro de los miembros de esa dinastía familiar fue Manuel García Alonso (Lugo de Llanera, 1882- Avilés, 1956), conocido como Manolín Duarte, que destacó por los retratos de estudio que recuerdan a los trabajos de su tío, Ramón García Duarte. «En los anuncios, publicados en la revista avilesina ‘El Bollo’, dice que en sus talleres se hacían ‘oleografías’. También colaboró como corresponsal y reportero gráfico de varias publicaciones y uno de sus aprendices fue Alfredo Mocha, a quien enseñó a retocar las placas fotográficas con tinta china, pastillas, pincel y una cuchilla de afeitar», señaló Paula Lafuente. Con el paso de los años, Alonso también se instaló en Oviedo, en la calle Fruela, al igual que hizo su tío.

«A través de los trabajos de los fotógrafos se ve la evolución de las técnicas a lo largo de los años», resaltó Lafuente, que también destacó la importancia de los fondos fotográficos que guarda el Museo de Bellas Artes de Asturias, con los que ella trabaja.

«Cualquier fotografía en papel debe conservarse guardada; la luz las crea y también las destruye», remarcó Paula Lafuente, que entre las anécdotas que relató incluyó la de la empresa Kodak, que se vio abocada a la quiebra cuando, tras vender que las fotografías eran eternas, se vio obligada a indemnizar a clientes que veían cómo las imágenes se desvanecían con el paso del tiempo, por la acción de la luz. «La pintura bebe de la fotografía y viceversa, hay una influencia mútua», concluyó Paula Lafuente.

Hoy, a las19.30 h, Máximo Huerta y "París despertaba tarde", en el Club de Lectura

La literatura llega hoy a las 19.30 horas con el periodista y escritor Máximo Huerta que estrena «París despertaba tarde», una novela ambientada en la capital francesa en los años 20 del siglo pasado. «Las cosas del corazón se reducen a dos posibilidades: se ama o no», señala Máximo Huerta, que construye la historia de Alice Humbert, a partir de que el amor de su vida la deja para irse a Nueva York. «Estamos en París, 1924, la ciudad se prepara para los Juegos Olímpicos, fundados bajo el símbolo de la unión. Todo bulle: se culmina la basílica del Sagrado Corazón, los movimientos artísticos están en auge, surge el anarquismo y el desconsuelo de Alice», señala Huerta, a quien acompañará Chus Neira, periodista de LA NUEVA ESPAÑA.