Crítica / Música: Concierto de Navidad de la Fundación Princesa de Asturias

Predicar en el desierto

Desiguales resultados en la interpretación del oratorio haendeliano

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

Al igual que parte de los escritos del profeta Isaías, tomados como elemento textual para "El Mesías", durante los últimos, la música en la Fundación Princesa de Asturias parece haberse convertido en una predicación en el desierto. Se observan detalles descuidados que antes eran impensables, en una velada que traía a Oviedo personas de toda Europa para cantar en el coro y que, actualmente, repite buena parte de los protagonistas de año en año. Por supuesto que nadie está libre de sufrir cualquier indisposición, pero una institución de este calibre debería tener recursos necesarios como para reaccionar con presteza y seleccionar mejor las voces que tomarán parte en, exceptuando el concierto de los Premios, su cita más importante del año.

CONCIERTO DE NAVIDAD DE LA FUNDACIÓN PRINCESA DE ASTURIAS

Intérpretes: Jone Martínez (soprano), Lucía Caihuela (mezzosoprano), Juan Antonio Sanabria (tenor), Ferran Albrich (barítono), Coro de la FPA, OSPA, Miguel Romea (director)

Programa: «El Mesías», de G. F. Haendel

Auditorio, viernes; 20.00 horas

Los altibajos fueron la tónica dominante en la velada musical. El tenor Juan Antonio Sanabria, centrado en la proyección, imprimió un volumen innecesario a sus intervenciones, cediendo afinación en las coloraturas y con unos fraseos poco naturales que ocasionaron algún desajuste con la OSPA. Ferran Albrich (barítono) resolvió su papel con algunos apuros, por ejemplo, en el aria di bravura "The trumpet shall sound" (con un notable Maarten van Weverwijk). No obstante, sus resonantes graves y un ligero registro más agudo fueron suficiente para salir airoso.

La triunfadora en el cuarteto solista fue la soprano Jone Martínez. Muy segura en cada uno de los números, aportó la calidez y expresividad propia del oratorio haendeliano con un timbre natural, pulido y elegante, reservando para el final de las frases un ligero vibrato que aportaba un relieve lleno de atractivo. Brillante interpretación del "Rejoice greatly", a pesar de la desmesurada velocidad exigida por Romea desde el pódium, decisión más confusa si cabe al no encontrar un efectista contraste en la parte B del aria. La mezzo Lucía Caihuela estuvo correcta en todo momento. Con una voz algo opaca pero siempre bien timbrada, no tuvo problemas en ajustar unos hermosos y convincentes graves en su aria "He was despised", manteniendo idéntica facilidad en unos agudos concisos y afilados.

El coro de la Fundación Princesa de Asturias se plegó a la batuta de Miguel Romea, seguramente con excesiva obediencia. Es cierto que la formación necesita de un mayor equilibrio entre hombres y mujeres, un color algo más cuidado en las sopranos y que en algunos puntos, como en "Behold the Lamb of God" acusaron ligeros problemas de afinación, pero los pupilos de José Esteban García Miranda (aun sin el apoyo institucional del pasado) desplegaron toda su pericia para resolver las agilidades que, bajo los tempi de Romea, resultaron mecánicas y "machaconas", perdiendo cualquier atisbo de la fluidez escrita por Haendel. Meritorio "All we like sheep" y solemne, como acostumbran, el famoso "Hallelujah". Mismo problema se pudo observar en la orquesta.

La OSPA evidenció una sonoridad compacta y homogénea, pero la planicie del director madrileño condenó a los músicos a dos horas de monotonía. Esperemos que, finalizado el adviento, la venida del Mesías renueve la apuesta firme hacia la música que la Fundación siempre ha abanderado.

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