El Oviedo desaprovechó ayer una excelente oportunidad para meter el codo, pegar un acelerón y situarse de nuevo con los gallitos del pelotón. El tercer empate consecutivo deja la carretera empinada, el murmullo oliendo a sangre desde la cuneta y cierta angustia en el casillero, porque se cumple un mes sin ganar y ahora toca desviarse a Granada. El buen regusto que dejó en el Tartiere ese novedoso trivote ofrecido por Anquela no puede ocultar las urgencias por sumar de tres en tres.

Habrá quien diga que el Oviedo se mereció más y se quedó corto por no cerrar el partido cuando pudo, y no le faltará razón. Habrá quien abrace esta nueva versión táctica con entusiasmo y vea en ella una alternativa fiable para el futuro y no le faltará razón. Habrá también quien sitúe al árbitro en la diana y lo ponga como escudo, que si en el gol del empate hubo falta a Toché o se perdonó la roja a algún lateral, y quizá tampoco le faltará razón. Pero conviene también no dejar en el aire la autocrítica, necesaria para crecer. Al equipo, falto de creatividad ofensiva más allá del empuje y los balones directos, le volvieron a hacer daño con muy poco: una jugada aislada de un Tenerife más conformista de lo esperado. Pudieron los azules sentenciar varias veces, especialmente en una de Berjón en el amanecer del segundo acto, y lo acabaron pagando caro. Esa ausencia de colmillo en los momentos clave debe ser revisada, porque van ya unas cuantas facturas que lamentar. La estadística no engaña: de nueve partidos, los azules se adelantaron en siete y sólo cantaron bingo en dos.

La película empezó siendo un chute de energía, con esa renovada propuesta que funcionó perfectamente en el primer tiempo, y acabó en gatillazo con sensación de oportunidad desperdiciada, incómodamente común en este mes gris. El paso corto de ayer mete prisa demasiado pronto al Oviedo, necesitado hoy de paciencia, para superar un bache que ahora hay que cerrar en Granada, un escenario de alto standing. Necesitan los azules desvirgarse fuera de casa de una vez para añadir seguridad a la apuesta y más confianza a un proyecto que, pese a los normales arrebatos de pasión, aún está por colorear.

Nada es dramático en el kilómetro nueve, y menos en esta categoría estupendamente igualada en la que nadie está libre de gripar, pero conviene no perder más comba e ir abrochando ejercicios que sumen puntos y no queden solo en buenas sensaciones, que haberlas ya se sabe que las hay. La prueba de que hoy todo es relativo es que Anquela iguala en el Oviedo (once puntos en nueve jornadas) el arranque del año pasado con el Huesca, con el que acabó sprintando al final y metiéndose en el play-off de ascenso. Eso no quita para ver claramente que el equipo necesita con urgencia pegar el estirón ya para no quedarse atrás.

En una noche fresca, calentada por el aliento impagable del Tartiere, el Oviedo regaló un primer tiempo notable: un gol, ocho disparos (cinco a puerta) y un puñado de minutos excelentes.

Anquela fue consecuente con su análisis sobre el Tenerife ("la mejor plantilla de Segunda") y endureció los cimientos del equipo con un trivote en el medio. Rocha asomó en el once y, de interior como Folch, flanqueó a Forlín, cada vez más asentado como ancla. El movimiento de piezas, además de abrigo, concedió al equipo una solución en la derecha, por donde galopó unas veces Ñíguez y otras Berjón. Los dos extremos tuvieron libertad de movimientos en ataque para acompañar a Toché, generosísimo como siempre en el esfuerzo. Conmueve ver desgañitarse por el campo al murciano, 35 años el próximo uno de enero.

La propuesta la asumió fenomenal el Oviedo, junto y bien ordenado. Al minuto ya había disparado alto Folch. De menos a más, solventado un disparo de Malbasic que detuvo sin problemas Juan Carlos, fue creciendo el equipo de Anquela, apoyado en una presión alta que atragantaba la salida isleña. A falta de asociación en la zona de tres cuartos, en un síntoma que no se corrige, la producción ofensiva azul se limitó a la imaginación de su activo tridente. Así llegó el gol: Ñíguez largó una diagonal a la espalda de la defensa que Berjón controló dentro del área y alcanzó a desviar con la punta a la red.

El tanto envalentonó a los locales, que vaciaron el picante por la izquierda, la banda de Mossa, titular por Christian. Envidó el Oviedo con otro disparo de Ñíguez repelido por Dani Hernández y un remate desviado de Toché. Probó el ilicitano de zurda y después Cotugno, centrado. No hubo ni rastro del Tenerife, más allá de una contra que dejó solo a Malbasic, mal anulada por el árbitro por fuera de juego.

Encantado, el Tartiere desenvolvió el bocata convencido con el Oviedo y de uñas con el árbitro, el riojano Ocon Arraiz, que en el crepúsculo del primer tiempo se comió un codazo a Ñíguez cuando entraba en el área y después pitó el final en plena contra chicharrera. La pitada del estadio fue monumental.

A la vuelta de las duchas, Berjón marró la sentencia frente Dani Hernández antes del primer minuto y Verdés, lesionado, dijo basta, reemplazado por Valentini.

Martí movió ficha y buscó las cosquillas azules dando carrete a Juan Villar, decisivo pegado a la cal. Después de un periodo de centrocampismo, Villar asestó un bofetón inesperado. Aitor Sanz, el mejor de su equipo, la puso larga, la pelota botó a la espalda de la defensa y Villar empaló a la red. Era el primer disparo peligroso de los visitantes. Lejos de enmudecer, el Tartiere elevó el tono contra el trencilla, al entender que la jugada se originó en una falta previa a Toché. Igualadas las fuerzas, el guión tampoco varió en exceso. El Tenerife estuvo más aseado, pero incluso en el alambre el Oviedo se comportó mejor y llevó la incitativa, con menos brío por la falta de fuelle. Los azules murieron matando, pero el triunfo, que es lo que cuenta, se les volvió a escurrir de las manos.

Aunque esta maratón da sus primeros pasos y todavía no hay metas volantes fiables con las que emitir un diagnóstico vinculante, el Oviedo se encuentra ya en el diván preso de su propia contradicción entre lo que dice y lo que hace. Dice cosas buenas, pero no llegan los resultados. La presión se es máxima en la jornada diez. Cosas de los equipos grandes.