El gran impacto en la salud de la calidad del aire interior
Existe gran preocupación por los contaminantes exteriores de la atmósfera, pero no tanta por la de nuestras casas o trabajos
La composición del aire que respiramos influye enormemente en nuestra salud. Existe una gran preocupación por lograr que los contaminantes exteriores de la atmósfera no sobrepasen los niveles permitidos. Los óxidos derivados del nitrógeno y del azufre (especialmente NO2 y SO2), las partículas de pequeño tamaño en suspensión (menores de 2,5 micras de diámetro), el monóxido y el dióxido de carbono (CO y CO2), los metales pesados (plomo, cadmio, etc), algunos gases radioactivos (radón) y otros componentes de ambientes laborales diversos, son todos ellos motivo de vigilancia epidemiológica por parte de los sistemas sanitarios. Sin embargo, se dedica menor atención al control de la calidad del aire del interior de los edificios.
La contaminación de los denominados espacios interiores, lugares donde habitualmente permanecemos, ya sea en el propio hogar, escuelas, lugar de trabajo o de ocio, puede también representar un riesgo importante para la salud, de lo que la gran mayoría de personas no son suficientemente conscientes. La reciente pandemia por coronavirus ha supuesto un toque de atención sobre este particular y, en general, la sociedad es cada vez más exigente con el control de la calidad del aire que respiramos, cualquiera que sea el lugar. Si la calidad de este aire interior no es la adecuada y existe un problema de renovación del mismo (ventilación), puede acumularse un nivel elevado de contaminantes que resulte perjudicial. La presencia de humos, ácaros del polvo doméstico, compuestos orgánicos volátiles u otros materiales, inhalados de forma permanente, resulta también un riesgo para la salud. Las principales fuentes productoras y que merecen una vigilancia especial son: 1) tabaco, tanto directo como de segunda o tercera mano; 2) productos de combustión, tales como calefacciones, estufas, refrigeradores, hornos, etc; 3) emisión de gas radón desde el subsuelo; 4) los propios materiales de interior, tales como pinturas, muebles, alfombras, etc; 5) bacterias y hongos derivados de ciertas humedades; 6) alérgenos ambientales como ácaros, polen o animales domésticos, y 7) los propios gases derivados del metabolismo de los convivientes. Sin mencionar otro tipo de contaminación como puede ser el ruido o las radiaciones electromagnéticas.
Existe una población de mayor riesgo, en la que los contaminantes respiratorios pueden actuar de forma más intensa. Se trata de niños, ancianos y aquellas personas con enfermedades crónicas, que pueden agudizarse por respirar en ambientes sobrecargados. Si a la atmósfera exterior de las grandes ciudades le añadimos un aire ambiente interior pobremente ventilado, la suma de efectos perjudiciales es máxima. Debemos tener en cuenta que si esta ventilación se realiza exclusivamente con la apertura de puertas y ventanas, y ponemos en contacto dos ambientes contaminados, nunca lograremos un aire interior de calidad para la respiración. Por este motivo, la limpieza y la ventilación óptimas sólo se alcanzarán mediante el uso adecuado de equipos que reduzcan los alérgenos, las partículas y los gases ambientales (filtros, absorbentes, purificadores, etc). (Am J Respir Crit Care Med. 2022; 205:378-80. doi: 10.1164/rccm.202112-2822ED).
Al igual que los responsables políticos de la administración de las grandes ciudades han aumentado su interés por lograr que exista una menor contaminación del aire exterior (zonas peatonales, reducción de velocidad en los vehículos, aumento de vegetación, etc), existe una preocupación creciente por parte de todos los profesionales implicados en la construcción de edificios, para que éstos resulten con mayor eficiencia energética y mejor composición del aire interior. También los fabricantes de equipos que acondicionan el aire han realizado un gran esfuerzo para lograr el máximo de resultados, aún en ambientes extremos. Estos equipos deben alcanzar un mínimo de cuatro objetivos, centrados en la propia calidad, la temperatura, la humedad y la renovación del aire ambiente.
Un mensaje final para destacar tres posibles contaminantes del aire interior y que por su potencial gravedad merecen un último recordatorio. Se trata del tabaco (fumadores, no fumen en los ambientes comunes de la casa y especialmente se hay niños o enfermos respiratorios en el entorno), el monóxido de carbono (CO), fruto de los quemadores de gas en ambiente poco ventilado y si hay brasas o combustión en pobreza de oxígeno; y el gas radón, especialmente presente en el noroeste de España y segunda causa productora de cáncer de pulmón (la primera y muy destacada, el tabaco, en más del 85% de las ocasiones).
Reivindiquemos la pureza del aire exterior de nuestras ciudades y hagámoslas "Neumosaludables". A su vez, exijamos que el aire interior de nuestras viviendas y lugares de trabajo sea también de una calidad extrema. Nuestra salud lo agradecerá.
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