2 A. Rubiera

La madrileña María Tena (56 años), licenciada en Filosofía y Letras y Derecho, pertenece al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado. Aunque se presenta como escritora (su último libro «El secreto de las panteras» lo ha publicado este año), a renglón seguido encadena toda la relación de puestos en la administración del Estado (sobre todo en el Ministerio de Cultura) en los que ha estado y de los que, siempre, dice, ha extraído grandes experiencias. Algunas, ciertamente, han dejado huella en la historia española. En 1980 fue jefa de gabinete de Javier Tussell cuando éste era director general de Bellas Artes y, como tal, lideró las gestiones con el Museo de Arte Moderno de Nueva York y la familia Picasso para traer el «Guernica» a España. En sus recuerdos están las primeras exposiciones de la Transición que menciona como «mi primer trabajo». Fue fichada por Francisco Tomás y Valiente -«una persona maravillosa», puntualiza- para dirigir su gabinete cuando éste ocupaba la presidencia del Tribunal Constitucional. También estuvo en el gabinete de Elena Salgado, y en 2008 recaló en el Ministerio de Política Territorial y Gestión, donde le tocó arrancar con el «Plan E» de los ayuntamientos. Hasta su nombramiento como comisaria de la Expo de Shanghai, era asesora de la subsecretaria de Cultura. «He tenido trabajos apasionantes y, dicho sea de paso, yo me implico mucho», refiere Tena.

-¿Cómo de «apasionante» está siendo este encargo de ser, durante seis meses, comisaria del Pabellón de España en la Exposición universal de Shanghai?

-Es una grandísima experiencia y un honor total. Reconozco que es mucho trabajo, ya que estamos completamente dedicados a esto, sin sábados ni domingos que valgan, trabajando todos los días a todas horas, pero es tan apasionante que estamos con una emoción total y el convencimiento de estar haciendo un proyecto de Estado. Un proyecto que, de verdad, es España en el extranjero y en un país, además, tan potente como China.

-Dicen de este trabajo que es «un formidable ejercicio de diplomacia pública», pero supongo que, en un lugar económicamente tan potente como China, también tiene que intentar ser algo más.

-Eso está clarísimo. Por eso el primer reto fue intentar destacar, algo que era muy difícil de lograr. Aquí hay 248 participantes entre países, organismos y empresas, lo que la convierte en la exposición más grande del mundo que haya habido y, seguramente, la que va a haber nunca. Esto es algo que posiblemente no se repita nunca. Por decirlo de una manera descriptiva, es como la «megaexpo» en la «megaciudad», ya que Shanghai tiene 20 millones de habitantes. En concreto, el territorio Expo tiene más de 500 hectáreas, es enorme, con muchísimos pabellones individuales, y por todo eso era dificilísimo destacar. Pero queríamos hacerlo.

-¿Destacar con qué objetivo?

-Íbamos un poco retrasados en cuanto a presencia de España en China respecto a otros países de Europa y nos pareció que era importante apostar claramente. Y el Gobierno apostó por China, por esta Expo, porque creyó que iba a ser muy importante para la imagen de España aquí. Por eso el potente pabellón.

-Potente, y es de suponer que caro, para los tiempos que corren.

-Cuando todo arrancó, eran tiempos en los que se podía hacer el esfuerzo; aún no había esta gran crisis económica que nos atenaza, había posibilidades, y se hizo una gran apuesta por un pabellón espectacular y fantástico. Y a nosotros ahora nos toca gestionar con total compromiso esta maravilla.

-¿La inversión se va a quedar sólo en un pabellón muy vistoso?

-Justamente en la semana dedicada a Asturias en el pabellón español celebramos los dos millones de visitantes en nuestro recinto, algo que muy pocos países pueden decir. Y lo impresionante es que no son sólo 2 millones de visitantes, con lo que supone de llegar a familias o a grupos; lo importante de estar entre los mejores, más visitados y más comentados, es que cada día vienen las autoridades de todo el mundo que ese día están en la Expo. Por ejemplo, en el día nacional de Francia en la Expo es posible que entre ministros, directores generales, empresarios y autoridades regionales... igual pasaron por nuestro espacio un centenar de ciudadanos franceses. Y lo mismo pasó en el día de Austria, cuando nos visitó el primer ministro del país. Por el pabellón de España ya han venido el rey de Suecia, muchísimas autoridades chinas, hemos contabilizado a más de 2.000 empresarios (contactos reales, no la de empresarios que vienen por aquí) y eso genera una fuerza y unas sinergias brutales. Vas paseándote por el recinto de la Expo, que es enorme, y vas oyendo la palabra «Xibanyá» (España en chino) por todas partes.

-Cuente algo más de quién nos visita.

-Ha venido el ex presidente de China, el ministro que dicen que es el «tapado» y que puede ser el presidente nuevo, han venido muchísimas comisiones del Partido Comunista, incluido el secretario; ahora nos ha llamado una de las personas que llevan un distrito de Shanghai, y nos ha pedido que cada día metamos a un centenar de personas por la puerta VIP... Es impresionante lo que está dando de sí este pabellón. Hay que transmitir que España es un país muy potente, que tiene un montón de posibilidades, y que aunque estamos en un momento complicado vamos a salir de él. Y el pabellón-cesto quiere contribuir a ello.

-¿De verdad es para tanto el tirón?

-Yo creo que España no va a ser la misma en China después de la Expo. Estamos cambiando el subconsciente de los chinos con respecto a nuestro país. Igual que tienen interiorizado casi en su ADN nuestro fútbol, nuestro jamón serrano, nuestro flamenco y nuestro aceite de oliva, ahora estamos ensanchando esos tópicos. Queremos decirles que somos además un país industrial, uno de los «top ten» para invertir, y que somos el lazo hacia Iberoamérica. Todo eso lo vamos a potenciar en estos seis meses.

-Y todo partiendo de un pabellón-cesto.

-Sí. La verdad es que ha sintonizado mucho con la tradición china. Aquí se usan mucho los cestos, desde los típicos capachos para tener a los niños pequeños hasta usados en las casas como tabiques. En realidad lo usan tanto como nosotros, porque también aquí es un elemento tradicional. Y, además de todo eso, es un elemento muy cálido, sostenible, con el plus de que da mucho trabajo a mujeres en el tercer mundo, es un material solidario y muy agradable. No es un elemento que te rechace, con colores incómodos, sino que acoge. Y luego, la forma del pabellón, sinuosa, hace las veces de una especie de abrazo. Los chinos han conectado muchísimo con el exterior, pero también con el interior, con esas tres salas que son la traducción del lema de la Expo «mejor ciudad, mejor vida». En nuestro caso se traduce en el lema «de la ciudad de nuestros padres a la de nuestros hijos».

-Explique ese interior.

-La primera sala, a modo de cueva prehistórica, es una intervención de Bigas Luna, que nos provoca un «shock» de 6 minutos con imágenes lo que es España. Desde ese origen prehistórico al flamenco (hay una artista que interpreta un baile), pasando por los sanfermines, la potencia de la pasión española, y también los deportes. Son los tópicos, pero es una sala que juega con una tecnología brutal, aunque bajo la forma de una cueva atapuerqueña. Ese juego, de hecho, se repite también en el edificio: por una parte es hipermoderno, hiperinnovador, montado sobre una estructura tubular, pero jugando con la tradición. Eso también es China: un país muy tradicional y la vez lanzado al futuro a una velocidad de vértigo. En eso consiste lo que les contamos a los chinos: que somos y país que celebra sus tópicos, pero también mucho más; somos capaces de estar transformándonos permanentemente en otras cosas.

-¿El resto de salas?

-En la siguiente sala Basilio Martín Patino conduce al público, a través de cientos de imágenes proyectadas en muchas pantallas, por los cambios vividos por nuestras ciudades desde el éxodo rural al momento actual. Y la última sala, la concebida por Isabel Coixet, está dedicada a los «hijos» como idea de las ciudades que debemos preparar para el futuro. Allí está «miguelón», ese bebé de seis metros que les encanta. Todos quieren salir de la Expo con una foto de «Miguelón».

-Vive la contradicción de estar viviendo un «sueño» en uno de los países más prósperos del momento, representando a un país agitado por una enorme crisis. ¿Como se vive esa contradicción?

-Cuando he estado en España -María Tena se emociona al hablar- en determinados momentos me parecía pornográfico hablar de este gran éxito. Porque soy consciente de que el país lo está pasando mal y tengo gente que me rodea que está en esa tesitura. Ante eso, da apuro contar este gran proyecto y este gran éxito. Llevamos dos millones de personas interesadas por España, y eso nos entusiasma y nos pone como locos; pero somos muy conscientes de que en España se vive un momento muy complicado. Esa contradicción la superamos pensando que estamos gestionando algo que se ideó en un momento previo a la crisis, y que lo hacemos con enorme austeridad, sin un gasto más de la cuenta, pero sacándole todo el jugo.

-¿Cree que puede haber arrepentimiento por este gasto?

-Queremos que los españoles sepan en qué nos hemos gastado cada euro, pero no lamentamos ese gasto. Aunque, indudablemente, si se hubiera planteado ahora igual no lo podríamos haber hecho. Pero esto está teniendo un rendimiento en imagen de un valor incalculable. Creo que no hay que arrepentirse de este gasto, pero queremos que esto tenga un rendimiento social.

-Ya que está hecho, que se aproveche.

-Estamos obsesionados con esa idea. Por eso, que haya venido el presidente de Asturias con una serie de empresarios, y que se hayan reunido aquí con otros socios chinos, para nosotros es un alivio. Una de nuestras mejores salas en el pabellón está a disposición gratuita de los empresarios españoles y de los chinos que quieran conocer España. Y, de verdad, está habiendo muchísimos encuentros y reuniones.

-Estas operaciones de imagen a través de exposiciones universales están bastante cuestionadas en un mundo tecnológico y global como el actual. ¿Qué opina?

-Lo sé. Yo era la primera en pensar que iba a ser difícil comprobar de inmediato algún efecto de este esfuerzo. Poniéndonos en el mejor escenario pensaba que igual dentro de unos meses España iba a entrar a China. Pero no, eso está ocurriendo ya. Cada día hay empresas que contactan con nosotros para entrar en relación con firmas españolas. Y eso ocurre como efecto después de pasar por el pabellón. Hay tanta gente que nos pregunta qué es España, dónde se puede invertir, qué empresas hay... que tengo la sensación de que está aconteciendo un boom comercial y empresarial. Grandes empresarios españoles que tienen aquí sedes (Fagor, Roca, Salicru...) también están viniendo a nuestro pabellón con sus socios chinos para enseñarles la potencia que tiene España.

-O sea, como una tarjeta de presentación bien hecha.

-Sí. Creo muchísimo en eso. La cultura tienen un poder transformador y en cualquier sitio las grandes acciones culturales pueden hablar mejor de un país o una comunidad que cualquier otra cosa. Eso se vio con el Guggenheim en Bilbao. Y aquí puede pasar lo mismo. Este pabellón ha sobrepasado tanto nuestras expectativas que estoy segura de que va a ser así. Me satisface y me alivia porque pienso que nos debemos a la gente que lo está pasando mal en España.

2 A. R.

-La revista de Air Shanghai lleva estos días en su portada el pabellón de España.

-¡No lo sabía, qué bonito, qué fantástico! Me alegro muchísimo. De verdad que esto es espectacular. Hay 13.000 periodistas acreditados en la Expo y yo tengo, casi todas las mañanas, cuatro o cinco horas en las que sólo me dedico a dar entrevistas a televisiones chinas, a radios... es un goteo continuo. A continuación ya empiezan a llegar las visitas importantes a las que atiendo, y luego tiene lugar el resto de actividades y reuniones. Está resultando una cosa impresionante.

-¿De qué previsiones partían en cuanto a visitas?

-Esperábamos que pudiera haber de 20.000 a 30.000 visitantes diarios. Y aunque la Expo empezó así, ha ido a más y a más.

-En España se dijo que la Expo no parecía cubrir las expectativas.

-Es cierto que empezó algo más floja de lo que se estimaba, aunque incluso entonces al pabellón de España le iba muy bien. Este pabellón funcionó siempre. Pero ahora la Expo ha subido mucho por varias razones. Una de ellas es que se han acabado las universidades y los colegios. Así que la gente, que aquí es muy familiar, ya puede viajar con sus hijos. Me lo habían advertido los chinos y no se equivocaron. Ahora ya están llegando multitudes, con días de 500.000 visitantes en total. Y esos días, en el Pabellón de España se reciben 57.000 visitas. Eso es el 10% más o menos. Recuerdo un día que llovió muchísimo, hubo nada más que 360.000 visitantes y nosotros tuvimos 42.000 entradas, que es más del 10%. Teniendo en cuenta que hay 248 pabellones nos estamos llevando una parte muy buena del pastel. Es una barbaridad. Y, insisto, no sólo es el número, es quién nos visita.