A Pedro le preguntaron si había andado con Jesús el Galileo y tres veces lo negó. A Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y secretario de la Conferencia Episcopal, le preguntaron los periodistas si va a asistir a la manifestación del 17 de octubre contra la ley del Aborto y tres veces rehusó responder. Perdonen ustedes lo poco correcto, o lo audaz, de la comparación, pero está claro que hay cálices difíciles de pasar. Por un lado, San Ignacio de Antioquía dejó grabado de modo indeleble en la Iglesia aquel precepto de que «no hagáis nada sin contar con el obispo», lo cual se puede interpretar a la inversa: una manifestación de católicos -legítima, como toda libre expresión- ¿ha de contar en términos eclesiales con el respaldo pleno de los pastores o, por el contrario, sería algo ejecutado «sin el obispo»? Por otra parte, una protesta en la calle es ese acontecimiento en el que no se elige a los compañeros de marcha. Es decir, si asiste algún mitrado podría coincidir con mandatarios del PP, los cuales siguen cierto juego ambiguo en esta materia particular. La coincidencia -concretamente en algunas manifestaciones pasadas- con ese PP indeciso y oportunista le ha causado verdadero desgaste a la Iglesia española. En cuanto al casi dogma formulado por el antioqueno, si lo confrontamos con esto de las protestas públicas de los católicos, comprobamos que produce una colisión irresoluble, salvo que se le dedique todo un tratado para esclarecerlo. Pero no hay tiempo de redactarlo antes del 17.