El lunes es un día para echarse a temblar. Es así desde los tiempos. Viene después de un par de días de descanso (el que los tiene) y, sobre todo, tras una jornada de Liga de fútbol. Entonces asoman quienes tuvieron buen partido. Son unos tíos y tías muy risueños que saludan con pasión al enemigo deportivo. En cambio, al que le fue mal, anda gacho. Aunque yo conozco alguno que provoca escozores en los ganadores desde sus dignos fracasos. Gente fenomenal que se crece con la derrota (haciendo uso de expresión tan futbolística). Molan estos vaivenes del fútbol. Además son una buena terapia: mientras se discute si Guti es mejor que Xavi (¡qué preguntas se hace la gente!) o si Kaká vino con la pubalgia de Italia o nos lo colocaron dolorido; mientras se discuten estos asuntos, digo... uno se olvida un poco de lo importante. Además siempre queda la cosa esa de descojonarte del compañero, del enemigo de enfrente. Y, claro, de este tipo de descojones salen ganado unos que yo me conozco y a los que les gusta lo «claro».