Ira, orgullo, tristeza y esperanza

A propósito de las exposiciones que se exhiben en el Museo de Bellas Artes de Asturias y en el Arqueológico

Pilar Rubiera

Pilar Rubiera

La Real Academia Española (RAE) define la ira, en su primera acepción, como un "sentimiento de indignación que causa enojo". Eso es lo que siento e imagino que siente todo amante de Asturias cuando descubre, en la interesante exposición "Escanciando. Representaciones de la sidra asturiana en las artes plásticas" –que se exhibe en el Museo de Bellas Artes, en Oviedo–, tres magníficas pinturas de Evaristo Valle y José Purón Sotres de la antigua Caja de Ahorros de Asturias, ahora propiedad de Unicaja.

Tome nota la Consejería de Cultura, que recientemente dio un plazo de un mes a Unicaja y a la Fundación Cajastur para que informen de la propiedad y la ubicación de la antigua colección de arte asturiana. Al menos, "La merienda" y "El baile de Santa Marina", del llanisco Purón Sotres, y "La romería", del gijonés Valle, han pasado a ser patrimonio del banco andaluz. No es la primera vez que Unicaja alardea de "su" colección de pintura asturiana. Ya lo hizo el año pasado en la Feria de Muestras, en Gijón.

Un reportaje publicado en estas mismas páginas en 2016, cuyos datos nunca fueron desmentidos, informaba ya de que la fusión en 2011 de Cajastur con las cajas de Extremadura y Cantabria para crear Liberbank había partido la colección de arte en dos. Liberbank asumía los fondos adquiridos hasta 1999 y el resto se quedaba en la Fundación Cajastur, sustituta de la añorada Obra Social y Cultural. Hablamos de más de tres mil obras –la cifra exacta no se ha hecho pública– entre pintura, escultura, dibujo y fotografía. Una colección estrechamente vinculada al ahorro de los asturianos y a un periodo en el que la antigua caja organizó centenares de exposiciones, estableciendo fuertes vínculos con el mundo de la cultura, en particular con el de las artes plásticas.

En la misma muestra en la que asoma la ira, también lo hace el orgullo. La RAE define esta palabra, en su cuarta acepción como "persona o cosa que es motivo de satisfacción". El Muséu del Pueblu d’Asturies siempre sorprende por su buen hacer, su creatividad y su rigor. La importancia y la solidez de su colección se ven en la muestra sobre la sidra, en la que se exhiben carteles, etiquetas, jarros, vasos, botellas y unas magníficas maquetas de lagares, en madera, cuyo autor es el fallecido José Manuel Legazpi.

También puede comprobarse la variada y completa colección de este museo gijonés, que lleva tiempo siendo el de Asturias, en la exposición que se exhibe en el Museo Arqueológico. "¡¡Venga a conocer Asturias!!" muestra una selección de carteles y guías turísticas entre los años 1899 y 1987. En los años veinte del pasado siglo se hablaba de Asturias como "la Suiza española" o el "paraíso del turista". Se cuelgan 18 carteles de artistas como Vaquero Palacios, Alfonso, Juan Gomila, Mariano Moré, Morell o Teodoro Delgado. No menos interesante son las guías, folletos y mapas de propaganda del Patronato Nacional de Turismo, creado en 1928 y clausurado en 1939.

El proyecto del Muséu del Pueblu d’Asturias, dirigido desde 1992 por Xuaco López, tiene dos pilares básicos muy escasos en esta tierra: un proyecto de continuidad y una sabia mezcla de pasión y constancia en el trabajo. Todo ello con un presupuesto ajustado a lo local y con la mirada puesta en todo el país.

La tristeza, en la segunda acepción de la RAE, es un "estado de ánimo que se caracteriza por un sentimiento de dolor o desilusión que incita al llanto". Las lágrimas, en este caso, son metafóricas y brotan ya a las puertas del Museo Arqueológico al ver su estado. ¿Cómo es posible que, trece años después de su reapertura, un edificio con una magnífica colección esté sumido en tal desidia ("negligencia, falta de cuidado", en la primera acepción de la RAE)? Cristales rotos, proyectores que no funcionan, vías de agua, vitrinas sin iluminar, audiovisuales que solo se oyen… Y, junto a esto, piezas de primerísima calidad, bellísimas, magníficas. Dos de las más recientes incorporaciones son los dos cascos hallados en el picu Las Torres, en Ribadesella, del siglo VII a.C, expuestos en la misma vitrina que la espada de Sobrefoz.

La plantilla, integrada por dos arqueólogos, un restaurador, una documentalista y la directora, además de los ordenanzas, se esfuerza por hacer visitas guiadas y organizar actividades que, normalmente, tienen una gran respuesta del público. Pero eso no oculta la falta de proyecto museístico y de un decidido apoyo institucional. Sin un departamento didáctico y cerrado dos días a la semana, la impresión que da es la de un museo abandonado a su suerte.

Hay ira, orgullo y tristeza, pero también esperanza, "estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos", dice la RAE. Llegan tiempos nuevos, otros gobiernos, otras gentes, esperemos que nuevas ideas. No hacer nada no debe ser una opción.

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