Tensión y carga policial
Los médicos del Sporting tuvieron que asistir a un seguidor local
"Ellos tendrán 4.000 aficionados, pero nosotros muchos más". Las palabras de Garitano relataban un cierto temor a que los sportinguistas conquistaran Riazor. No le faltaba razón al técnico deportivista, en cuanto a número, los locales eran superiores y supo alentar a los suyos, pero no pudo silenciar a una Mareona que irrumpió con fuerza. Su aliento se dejó notar con intensidad. Sus ánimos calaron profundamente en la mente de los futbolistas de Abelardo, especialmente motivados en este tipo de duelos para devolverles con un triunfo su gratitud. Pero no pudo ser.
Los aficionados respondieron con creces en los prolegómenos del choque y calentaron sus gargantas desde primera hora de la mañana. El viaje de ida ya fue ruidoso, con continuos cánticos, pero una vez que La Mareona conquistó La Coruña, el volumen fue en aumento. En la Plaza de María Pita, en la playa de Riazor, en los alrededores del estadio o en el mismo centro de la ciudad, no importaba, en cualquier punto se pudo vislumbrar el color rojiblanco.
Uno de los momentos más intensos de la jornada se produjo pasadas las 19 horas, cuando el conjunto de Abelardo llegó a Riazor. Los rojiblancos animaban a los suyos y los deportivistas increpaban a jugadores y seguidores sportinguistas. Tal fue así que se llegó a producir una carga policial contras los aficionados deportivistas. En el centro de la tensión un seguidor local sufrió un ataque epiléptico y tuvo que ser asistido rápidamente por los servicios médicos del Sporting, con Maribona a la cabeza, que no dudó en lanzarse del autocar para socorrer al aficionado que se encontraba en el suelo.
Ya en las gradas, el colorido rojiblanco se reflejó en varias zonas del cemento de Riazor. Sufrió la afición sportinguista con el tanto de Borges en la primera mitad, pero no se rindió. La ineficacia ofensiva de los suyos les desesperó por momentos, pero no ahogó su ilusión, que se desbordó con el cabezazo de Sergio. Sin embargo, llegó el mazazo al final. No hubo premio para una afición volcada a la que sólo le falta marcar los goles, pero ésa es no es su tarea.
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