El ambiente
La Mareona se lleva un alegrón en El Alcoraz
Aficionados de Aragón, Navarra y León se suman al casi centenar de sportinguistas en Huesca
Si Miguel Ángel Ramírez presentó en Huesca las primeras rotaciones de una semana con tres partidos, la Mareona tuvo en El Alcoraz un buen refuerzo de aficionados del entorno de la ciudad oscense para animar al conjunto. Seguidores de Navarra, del mismo Aragón y hasta de la localidad leonesa de La Bañeza respaldaron al equipo con el deseo de ver el primer gol y la primera victoria a domicilio. El balón repartió razones y motivos.
"A ver si arrancamos algo. Al menos, que pongan voluntad", comenta Miguel Ángel Escudero, en los aledaños de El Alcoraz, hora y media antes del inicio del encuentro. Él cogió el coche desde La Bañeza a primera hora de la mañana para estar con el equipo. Asume el sacrificio como parte de un sportinguismo que ya le llevó la pasada campaña a Villarreal. "Nosotros venimos de Pamplona", explican, a la altura de las taquillas, los hermanos Iker y Miguel Fernández. Hijos de gijonesa y afincados en la capital navarra, la herencia rojiblanca va por delante de cualquier simpatía con el equipo de su ciudad, Osasuna. "Nos falta un delantero, pero si este año no nos hacen sufrir tanto como los últimos dos, nos conformamos", afirman.
De Pola de Siero pero residente en Zaragoza es Paula Díaz, quien ha conseguido hacer a su pareja, Eduardo Lope, del Sporting. "En este partido voy de rojiblanco, pero me tira más el Zaragoza", confiesa para enfado de la novia. "El Zaragoza se va a desinflar y nosotros, vamos pa’ arriba", responde Paula. Otro ejemplo, a la inversa, el de Luis Laballos y Carmen Labarta. Él gijonés y rojiblanco, ella de Almodóvar y desde que viven juntos en Aragón, también del Sporting. "Vamos a ganar, aunque no se nos dé del todo bien jugar fuera", aseguran.
Del pueblo oscense de Graus llega José Ángel Fernández con su hijo Enzo. Él es otro gijonés casado y afincado en Huesca, donde nació su pequeño, fan de Yáñez. "A ver si consigo su camiseta. Es que quiero ser portero, como él", dice con ojos desbordantes de ilusión. Muy cerca, el otro lado de una familia, medio asturiana, medio oscense y con las pasiones divididas. Natalia García, gijonesa, es la madre de María, de diez años, y la mujer de Quique Zamora, oscenses. "Pudo más el padre", asume sobre el gusto futbolístico de la peque, amante, eso sí, "de los veranos y el surf en Gijón".
A la hora de la llegada del autocar rojiblanco, un indispensable, Roberto Narváez, rodeado de un grupo de asturianos como el naveto Pablo Sánchez, quien viajó junto a su familia, o la polesa Andrea Ferreiro y el avilesino Gonzalo Somoano. Guille Rosas, con apoyo extra. Su padre Javi es otro de los madrugadores para acceder al campo junto a su hermano, Iván. "Vivo en Zaragoza, así que no podía faltar", cuenta al poco de conocerse el once, en el que no está su sobrino. Cosas del fútbol y los viajes. En el palco, David Guerra y Gerardo García, presidente ejecutivo y director de gestión deportiva, junto a Joaquín Alonso, responsable de relaciones institucionales. La previa dio hasta para larga charla en el campo con Martín González, director deportivo del conjunto oscense, cargo que desempeñó también en el Oviedo. Buen rollo y unos 28 grados para una noche al calor de las rotaciones. También para celebar el primer triunfo a domicilio.
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