Roque Mesa | Centrocampista del Sporting, se enfrenta por primera vez al Valladolid, su exequipo

Roque, el momento de "marcar la diferencia", sus "automultas" para luchar contra el cáncer y el reencuentro con el Valladolid

"Espero que mis hijos no sean futbolistas, la gente piensa que son dos horas jugando a la pelota, pero sacrificas cosas como la adolescencia"

Roque Mesa, ayer, en Mareo. | Luisma Murias

Roque Mesa, ayer, en Mareo. | Luisma Murias / Ángel Cabranes

Ángel Cabranes

Ángel Cabranes

"¿Vamos al lío?". Roque Mesa Quevedo (Telde, Las Palmas de Gran Canaria, 1989) estrecha la mano con decisión antes de lanzarse a responder las preguntas. En una semana en la que le llueven las entrevistas desde Valladolid por su pasado blanquivioleta, elige LA NUEVA ESPAÑA para hablar del partido, del Sporting, de su situación personal... El niño que dejó su casa con poco más de 14 años para triunfar en el fútbol es ahora padre de cuatro y va a por su tercer ascenso a Primera. Él lo tiene claro, es para lo que ha venido a Gijón. "Cuando subamos le cuento más cosas", comenta, con esa media sonrisa de pícaro que acompaña su fútbol.

–¿Cómo es Telde?

–Es un municipio de Gran Canaria. En concreto soy de La Garita, un barrio pesquero, tranquilo, de gente muy humilde. Mi padre, Roque, nos sacó adelante a mis dos hermanos y a mí (él es el "de en medio") trabajando en el taxi, con mi abuelo. Mi madre, Margarita, trabajó mucho tiempo limpiando, así que me pasaba todo día en la calle. Enfrente de mi casa había una cancha de fútbol, de tierra, así que cuando no estábamos en el colegio, estábamos ahí todos metidos.

–¿El colegio se daba tan bien como el fútbol?

–No era mal estudiante. Era avispao (sonríe). Me defendía. A los 14 años el fútbol pasó de ser una diversión, a algo importante. Jugaba en el Telde, siempre me ponían con los mayores. Vinieron equipos, salió la oportunidad de ir al Levante y... Era un niño, pero había que intentar ser futbolista profesional.

–Valencia, ciudad grande, primera salida de la Península...

–Me hizo madurar más rápido. Fui el único de la residencia en la que vivíamos que salió futbolista. Hubo otro, Riau, que llegó a Segunda, pero no tuvo suerte con las lesiones. Siempre pregunté a mis padres por qué me dejaron ir. "¿Y qué íbamos a hacer? Si te equivocabas, siempre podías volver", me responden. Si pasara a alguno de mis hijos ahora, seguramente no les dejaría.

–¿Por qué vuelve a casa?

–Por malas decisiones. Tenía entonces un representante que era un desastre. Me fueron con mentiras. Me prometieron ir al Madrid, a otros equipos y era todo mentira. El Levante me ofrecía renovar, con ficha del filial y miras al primer equipo. Lo rechazo y después me encuentro con que nadie me coge el teléfono. 18 años y te preguntas: "¿qué he hecho mal?" Me fui al Atlético Huracán, a Las Palmas. Era Tercera División. Me tocó empezar de cero.

–¿Pensó que el fútbol se acababa para usted?

–¡Claro que tuve ese miedo! Es más, pensé que se había acabado. Empecé a estudiar Administración de Empresas. Quizá mi camino iba a ser otro. Pero me volví a enganchar. Me metí en el filial del Tenerife, medio año, y de ahí me firma el filial de Las Palmas. En un año demostré y de ahí, a debutar en el primer equipo. A la siguiente temporada, cesión al Atlético Baleares, y cuando volví, oportunidad con Paco Herrera y ascenso a Primera.

–A enfrentarse a ídolos, ¿no?

–Y a jugar con ellos. Tenía a Valerón. También me fijaba en Silva, en Xavi, en Xabi Alonso... Pero primero, los canarios.

–En ese ascenso con Paco Herrera, están muchas jornadas líderes, pasan un bajón y luego se la juegan en el play-off.

–Si llegas al play-off tras escalar posiciones, no es lo mismo que cuando te caes de arriba y piensas: "bluf, ahora promoción...". Nosotros conseguimos cambiar el chip. Fuimos conscientes de que lo hicimos en Liga ya no servía para nada. Un poco como este último derbi: lo que hayas hecho antes, mejor o peor, ya no importa. Fue difícil, pero fue maravilloso. Esa experiencia se puede aplicar ahora para nosotros en el Sporting. Ojalá que no ¡eh!, ojalá sea todo más sencillo.

–¿Emergió el mejor Roque?

–Puede ser. Vino Quique Setién y yo empecé a ver el fútbol de otra manera. Interpreto el juego, veo movimientos... Aprendo a que no sea todo correr, correr y correr. Eso me hizo crecer.

–Se habló de usted para la selección.

–Estuve en una prelista. Fue un momento muy bueno. Crecimos todos en la Unión Deportiva Las Palmas, porque era un equipo en el que parecía que todo encajaba. Un poco como les está pasando ahora.

–Escoge irse al Swansea ¿Se arrepiente de ese paso?

–No. Fue un aprendizaje. Fue una decisión también en lo económico, porque le venía bien tanto a los dos equipos, como a mí. Iba, en teoría, al Spanish Swansea (hace gesto de entre comillas). El de Laudrup, el de tener un fútbol asociativo, pero cuando llego allí es totalmente lo contrario y no me adapto. No pintaba nada allí. Quizá si hubiera caído en un Bournemouth o un Watford, que jugaban a otra cosa, a lo mejor...

–Y vuelve a España, al Sevilla.

–Ya me habían querido antes. En ese momento me quiere también el Betis, pero elijo el Sevilla.

–Después, Leganés en Primera y Valladolid, rival el sábado.

–En Valladolid pasé tres años muy buenos a nivel personal. Viví dos descensos a Segunda y, entre medias, otro ascenso a Primera (este de forma directa). A nivel deportivo fueron años muy difíciles, salvo el que subimos. Mis dos hijos pequeños nacieron allí (tiene cuatro) y aprendí a valorar más cosas a nivel familiar.

–Es la primera vez que se enfrenta a ellos tras su marcha.

–Soy jugador del Sporting y quiero ganar. A partir de ahí, les deseo lo mejor y ojalá puedan ascender, como nosotros.

–En Valladolid esperó la llamada del Sporting.

–Sí. En verano decidí quedarme allí porque teníamos casa hasta octubre, me estuve preparando también con el que fuera preparador físico del equipo y de ahí ya nos movimos a Gijón.

–¿Estuvo pendiente de un posible regreso a Las Palmas?

–Fue más cuestión de la prensa. Nunca se dio, en el sentido de una negociación para volver. ¿Gustar? Sí, me hubiera gustado, pero si no hay nada, uno no puede ilusionarse con cosas que no hay. Salí de allí muy bien, mi etapa fue buena, pero nunca se llegó al punto de poder volver en algún momento.

–Deme más detalles de esa llamada de Miguel Ángel Ramírez y aquel primer contacto para llevárselo a Brasil.

–Tras mi primer año en el Valladolid, cuando descendemos, ahí me llama Miguel Ángel para irme con él (a Internacional de Porto Alegre). Le dije: "Miguel Ángel, te quiero mucho, pero a Brasil no me voy". Acababa de nacer mi tercer hijo. No lo veía.

–¿Cómo se habían conocido?

–En la UD. Cuando estaba en el primer equipo, él estaba en la cadena (equipos de cantera). Era segundo entrenador en el División de Honor. Nos conocimos y nos llevábamos bien.

–Este verano ya no se pudo negar.

–Él me había dicho que, al inicio de verano, me había propuesto a la dirección deportiva, pero que no se había dado. No tenía ni idea de que había sido así. En septiembre, final de verano, o así, hablé con él por un tema aparte del fútbol y es cuando me dice: "Que sepas, que te sigo queriendo aquí". Hablé con mi agente. Estoy en un punto de mi carrera en el que lo económico no es lo importante, prefería un proyecto como el del Sporting. Y aquí estamos.

–Está caro jugar en el centro del campo.

–A Varane, Nacho Martín y a mí nos toca esperar. Eso quiere decir que hay un nivel muy bueno. Esto es fútbol, la cosa es muy larga. Toca luchar, trabajar y esperar nuestro momento, que llegará.

–¿Les ha reforzado la victoria en el derbi?

–Antes del partido ante el Oviedo me hablaban del tiempo que llevaba el Sporting sin ganar. A mí eso siempre me da igual. Los números y las estadísticas son eso, datos. Lo más importante es la esencia del juego. ¿Cómo se gana? Haciendo mejor las cosas que el otro. La clave es esa.

–¿Qué hace el Sporting mejor que el resto de equipos?

–Creo que somos un equipo que tiene muchas facetas del juego dominadas: podemos llevar el control, podemos defender en bloque bajo y podemos salir al contraataque. Eso te hace muy diferente. Cuando subí con Las Palmas y con el Valladolid, éramos equipos dominadores, de tener la pelota. Este Sporting no tiene tanto dominio, aunque hay partidos que lo tiene. También tiene otros de defender en bloque bajo, como ante el Oviedo, y de tener alguna contra. Sabemos sufrir y eso es una virtud.

–¿Dará para ascender?

–Creo que el momento malo ya lo hemos pasado. A principio de temporada lo dije: habrá un mes malo y lo tendremos que pasar. Creo que lo hemos conseguido con el derbi. Hubo mucho empate, contra el Tenerife ganamos, pero quizá no... A partir de ahora hay un click en el que tenemos que ir hacia arriba. Ahora es cuando toca marcar la diferencia. Se verá en estos partidos si estamos para estar arriba o para luchar por otras cosas.

–¿Qué le ha enseñado el fútbol que aplica a la educación de sus hijos?

–Muchas cosas. El fútbol me ha dado todo. La perseverancia, la constancia, la paciencia...

–¿Usted es un hombre paciente? Tiene imagen de enérgico, impulsivo.

–Soy enérgico, sí. Lo vivo todo bastante. Quizá más en el campo, me meto en el juego y... Ya lo llevo mejor ¡eh! Pero hay momentos. Cuando llego a casa, con cuatro hijos... Hay que tener paciencia.

–¿Mantiene las "automultas" por cada amarilla que ve?

–Sí. Ya ve este año, no tengo tanta amarilla (lleva 2). Sigo con la misma tarifa, 500 euros.

–Cada año dedica esa cantidad recaudada a una causa benéfica ¿Sabe ya a cuál?

–No. Siempre he ayudado a asociaciones vinculadas a la lucha contra el cáncer, como Pequeño valiente, Cruz Roja... Este año, no sé... Primero, ascender.

–Creo que el cáncer le ha tocado de cerca en su familia.

–A mi padre y a mi madre. Mi padre, bueno, está siendo un momento personal difícil. La distancia con ellos hace también que todo sea un poco más complicado. Seguimos ahí, con pruebas de control cada dos meses. De momento, bien. Vamos a tocar madera (pone las manos sobre su cabeza mientras sonríe). Mi padre ha podido venir alguna vez a Gijón. Ya me ha visto en El Molinón. Por ahora, todo bien, que es lo que manda.

–Antes decía que le costaría dejar irse de casa a uno de sus hijos por el fútbol ¿Hay heredero en casa?

–No sé si será heredero y si le digo la verdad, espero que no.

–¿Por qué?

–Porque el fútbol es complicado. Son muchos sacrificios que la gente no entiende. La gente piensa que es estar dos horas jugando a la pelota. Sacrificas muchas cosas, la adolescencia.... Muchas cosas. Me gustaría que mis hijos buscaran otro camino. El mayor (tiene diez años) juega al fútbol, en el Atlético Gran Canaria. Es como un filial del Atlético de Madrid en Las Palmas. A él no le digo nada del fútbol, solo que se divierta. Tiene que buscar su camino. No pretendo que sea futbolista. Si lo llega a ser, lo apoyaré.

–Es propietario del UD Telde.

–No soy propietario, les ayudo económicamente. Cuando me traspasaron al Swansea, el club se llevó una cantidad importante en derechos de formación. De repente, con los antiguos propietarios, ese dinero desapareció. Todo era un desastre. En ese momento tengo la idea de reflotar aquello y surgen también una serie de chavales, con los que jugué en el Telde, que pensaron lo mismo. Fui claro con ellos: "les voy a ayudar si hacen las cosas bien con el Telde". Ahora ellos son los directivos, tenemos una escuela de fútbol que funciona espectacular, un campus de verano que en dos años tenemos casi más de cien niños, las cadenas (cantera) con dos o tres equipos por categoría...

–¿Qué le diría a la afición tras lo vivido en el último partido en El Molinón?

–Que todas las veces, todos los días. Me sorprende de esta afición que siempre está. Pierdas, ganes o empates, siempre está. No hay nada más importante para el futbolista. Lo del sábado fue increíble. Eso lo viví en Las Palmas, en el ascenso. ¡Era el ascenso! Increíble. Ni en un Sevilla-Betis lo viví. La afición del Sporting es espectacular. La gente se merece un ascenso. Llevan años sufriendo, y se lo merece.

–La afición siempre está, y usted ¿estará el año que viene?

–Soy muy feliz aquí. Puedo jugar gratis si ellos quieren (en referencia a la directiva).

–No lo diga muy alto...

–No se puede jugar gratis, porque no se puede, pero es una forma de decir que ahora mismo a mí no me importa lo económico. Me importa que soy feliz, mi familia está a gusto, que lo que veo en Mareo, en El Molinón, lo que respiro, ¡todo es fútbol! Ojalá podamos ascender. Ojalá, por la gente.

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