Cali Izquierdoz | Capitán del Sporting

Cali hace un llamiento ante ¿sus últimos partidos en el Sporting?: "Que El Molinón explote, esto tiene que terminar bien"

El argentino aborda su situación personal tras las últimas conversaciones mantenidas con el club por parte de su representante

Cali Izquierdoz, ayer, en Mareo.

Cali Izquierdoz, ayer, en Mareo. / Juan Plaza

Ángel Cabranes

Ángel Cabranes

Sus arengas en el vestuario calan como ha sucedido con pocos, tanto entre sus compañeros, como entre el sportinguismo. Carlos Roberto, Cali Izquierdoz es capitán y la mejor voz del Sporting a la hora de hablar del momento en el que se decide todo. El argentino recibe a LA NUEVA ESPAÑA en Mareo con la seguridad de que el equipo "lo va a dejar todo", la confianza en salir adelante cuando tiemblen las piernas y el deseo de ver a El Molinón como un territorio intimidatorio para los cuatro rivales que restan en Liga.

–No hay como un argentino o un uruguayo para hablar y levantar a un vestuario...

–Es nuestra forma de vivir el fútbol. En Sudamérica no es simplemente fútbol, es la forma en la que nos criamos.

–Hábleme de eso.

–Cuando arranqué a jugar, a los 6 años, jugar a la pelota ya lo era todo para mí. Cuanto hablas con un compañero tratas de contagiar eso que sentimos. Unas veces me toca hacerlo a mí, el otro día, a Gio, que viene de una situación muy especial.

–¿Prepara antes el discurso o improvisa?

–A veces sale en el momento. A veces se piensan cosas. Si se tiene idea, muchas veces hablamos de acuerdo lo que íbamos viviendo o en la semana o la impresión que dejó el partido anterior o el rival que tengo enfrente. De lo que se trata es de salir enchufado a la cancha. Es sumar un granito de arena a todo lo que se trabaja la semana, a todo el talento que tiene el equipo. Tampoco significa mucho.

–¿Por dónde va a ir la del sábado?

–No... No sé. Ahora viene otro partido importante y nosotros tenemos poco margen de error si queremos estar ahí arriba al final de la temporada. El Molinón va a estar como está siempre y nuestra energía tiene que ser la máxima.

–Si ganan todo lo de casa se pondrían con 64 puntos y con poco que rasquen fuera, daría para play-off. ¿Pasan por ahí las cuentas?

–No tenemos que ir más allá de este partido. Ya lo dijimos en el vestuario: no hagamos más cuentas, no veamos cómo van los rivales... Enfoquémonos en nuestro trabajo. Es lo que depende de nosotros. Ganemos y cuando termine la temporada veremos dónde estamos.

–El Molinón ha dado mucho este año, pero vienen de semanas con algún silbido en casa.

–Estamos súper agradecidos con lo que fue nuestra gente durante toda la temporada. Ahora, si le soy franco, ¿que me silben va a ayudar en algo? No, no ayuda en nada. No hace que corra más rápido o que le pegue más fuerte a la pelota. Que vaya más fuerte al choque. Al contrario.

–¿Cómo de importante es ver a El Molinón como una caldera, pase lo que pase, en estos cuatro últimos partidos en casa?

– Entendemos que puede llegar el momento donde la gente esté disconforme. Aceptamos la crítica. Ahora, si me pregunta si suma, le digo no, no suma. Está en cada uno lo que quiera hacer. Entiendo también que son minoría los que pueden llegar a silbar, pero esa minoría se hace sentir.

–¿Ha afectado?

–No se imagina que a veces lo hacen con chicos que son de acá, que viven el Sporting como nadie, que llevan viniendo 15 años a Mareo. Esa gente lo que más desea es jugar en Primera con el Sporting, lo que más desea es ascender. Por ahí, eso es lo que más duele. Sé que la gente quiere ganar siempre dos o tres a cero, nosotros también, pero esto es lo que es: durísimo. El otro día el Racing hizo un partidazo acá y el lunes perdió en casa ante el Alcorcón jugando con dos más, fallando un penal, contra el Alcorcón... Tomemos conciencia de lo difícil que es.

–Antes hablaba de Nacho Méndez.

–Nacho vive el Sporting como nadie. Hace unas semanas la clavó en el ángulo y ganamos el derbi, y el otro día pierde dos balones, se va al cambio y le silban... Ese partido (ante el Alcorcón) lo ganamos y vos ves el vestuario al final y no estaba feliz como en otras victorias. Son situaciones que no nos gustan.

–Han puesto el foco en los últimos días en lo mental ¿Es momento para valientes?

–Cuando estás en las distancias finales empieza el nerviosismo, la presión... Ahí es donde se ve la jerarquía de cada jugador. Unos se agrandan y otros que, por ahí, es normal que te tiemblen las piernas. Hemos hablado que es importante disfrutarlo, enfocarlo con valentía y creer en lo que nos ha llevado hasta acá. No hay que tener miedo a fallar. Es el que te hace cometer errores. Me gustó el cambio que se vio en Miranda.

–Usted ha soportado presión en escenarios como La Bombonera. ¿Cómo se ayuda a un compañero a superar con éxito esos momentos?

–Viviendo la experiencia. Toca transmitir tranquilidad para resolver las situaciones de la misma forma en la que lo has hecho hasta ahora. Las condiciones, las tenemos. La idea de juego, la tenemos. Es cuestión de confianza.

–¿Toca ahora un fútbol más "canchero"?

–Creo que muchos de los últimos partidos los habíamos intentado jugar muy bien, pero a veces, sobre todo fuera de casa, tienes que ser más sólido. Los rivales empiezan a conocerte y saben que en tu propuesta de querer jugar a hacer un juego ultraofensivo, te descuidas atrás y te lastiman. Ellos saben de su urgencia y donde más arriesgan los equipos es en casa. A veces se puede ganar jugando muy lindo y a veces hay que ser un equipo firme e inteligente.

–¿Imaginaba una temporada tan igualada?

–Es muy difícil encontrar ahora un equipo que haya ganado tres partidos seguidos. Hay que afilar el lápiz y tratar de sumar todos los puntos posibles. Va a estar todo muy parejo hasta el final.

–¿Siempre tuvo claro que quería ser futbolista?

–No, yo soñaba con serlo. Lo veías de chico tan lejano que parecía imposible. Nací en Bariloche, en el suroeste argentino. De muy chico (unos 6 años), me fui a vivir a Salto, en la provincia de Buenos Aires.

–¿Siempre central?

–Arranqué jugando arriba y con 10 años algún sabio me empezó a poner atrás (se ríe). Con 13 años era muy poderoso físicamente y me empezaron a poner también de carrilero. Cuando llegué a Lanús ya lo hice como central. Cuando miro atrás, es de valorar hasta dónde he llegado. Estoy orgulloso del camino que he construido.

–¿Le gustaría que alguno de sus hijos fuera futbolista? (tiene tres).

–Obvio. Una persona que ama el fútbol quiere que sus hijos tengan la misma posibilidad. A Santi, el más grande, le gusta el fútbol (juega en el benjamín de la Escuela de Mareo). Catalina, la del medio, también le gusta el fútbol, y Lucía, la más pequeña (tiene 2 años), no sabemos lo que va a hacer.

–Santi también jugó en Lanús.

–Sí, entrenó allá. Es defensa, lo lleva en el apellido (se ríe). Le gusta y entiende cositas. Algo me mira. Trato de aconsejarlo, pero ya sabe cómo son los hijos. Mucho no quieren escuchar.

–¿Usted sigue como entrenador en la Escuela?

–No. Hice las prácticas del primer curso la temporada pasada. Tengo otros dos años de curso de entrenador en Argentina. Es una de las posibilidades que veo el día que me retire. Me gusta.

–¿Cuánto fútbol queda en las botas del Cali?

–Me gustaría seguir hasta que físicamente me encuentre bien y me siento muy bien. No pienso en un posible retiro.

–He leído que quiere retirarse en Lanús.

–Es cierto. Desde los 16 años viví en la pensión del club, debuté allí, mi mujer es de allí... Tengo mucho cariño por ese club.

–Termina contrato en junio. ¿Ha hablado con el Sporting de su continuidad?

–Vivo esta situación con tranquilidad. Ya vino mi representante, hubo alguna conversación, pero entiendo que no se ha avanzado en ningún aspecto ni hubo propuesta formal tampoco. Estoy centrado en dar lo mejor y después se verá qué quiere hacer el club. Hay muchas cosas en juego y entiendo que no se tomen decisiones, pero también está la realidad de que se está terminando la temporada y para mi futuro no tengo nada cerrado. Escucharé propuestas y obviamente le daré prioridad al Sporting como a Lanús. Son los dos clubes con los que tengo un vínculo muy bueno.

–¿Piensa que pueden ser los del ascenso sus últimos partidos en el Sporting?

–Voy a hacer todo lo posible para que el Sporting juegue la próxima temporada en Primera División. Después, no estoy desesperado, habrá propuestas.

–¿Le sigue llamando Tévez?

–No (sonríe). Hace un tiempito que no. Está con mucho trabajo. Estoy contento por él, porque sigue ahí, dirigiendo (entrena a Independiente, club que pretendió a Cali).

–Ganó títulos con Boca y Santos Laguna. ¿En qué escalafón se situaría un ascenso en Gijón?

–Todos son especiales. Es muy difícil salir campeón en el fútbol y tuve suerte de que se ha dado en varias ocasiones. Un ascenso con el Sporting sería increíble. Es el más cercano, así que sería el que más disfrutaría.

–Lleva a sus hijos a un colegio fuera del concejo de Gijón y creo que le piden autógrafos hasta niños con la camiseta del Oviedo ¿Qué le dicen por la calle?

–Son todo palabras de aliento. Acá se vive el fútbol de una manera apasionada, no sabía que tanto. Me gusta. Ojalá seamos nosotros los que nos toque vivir volver a Primera. No sé si será así, pero no tengo duda de que se logrará a corto plazo.

–¿Cómo vive un argentino la situación política de su país en la distancia?

–Es difícil. En nuestro país muchas veces cada uno trata de sacar ventaja por su parte en lugar de buscar el bien común. Es lo que no me gusta. A mí no me importa si los políticos son de izquierdas o de derechas, quiero que se hagan las cosas bien para que el pueblo esté bien. Ojalá este gobierno piense en el beneficio de pueblo.

–¿Hay asado programado para cerrar filas ante estas ocho finales?

–¡Tenemos carne encargada! Esas cosas son importantes para aportar esos granitos de arena que suman y calibran el equipo de cara a que pase lo que todos deseamos.

–Antes de la despedida, un mensaje para el aficionado.

–Que sigan con esa energía positiva que nos transmitieron desde el principio. Sin duda que sí que lo necesitamos. Vamos a hacer todo lo posible para lograr el objetivo. Que El Molinón explote cada fin de semana. Esto tiene que terminar bien.

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