Habrá que ver por dónde salen hoy y mañana los partidos políticos asturianos en el debate sobre el estado de la región para evitar dejar patentes en público sus preocupantes carencias. Porque eso es, fundamentalmente, de lo que se trata en las discusiones en la Junta General en los últimos meses, de tapar sus insuficiencias, de sacar la mayor rentabilidad posible con el menor riesgo, es decir, de buscar el voto fácil, aprovechándose de la demagogia que tan bien saben utilizar algunos en tiempos de crisis como los actuales.

Lo que sucedió el pasado viernes en el último Pleno del Parlamento asturiano en el cara a cara del líder de Foro, Francisco Álvarez-Cascos, con el presidente del Principado, el socialista Javier Fernández, es un ejemplo de esa ansia de determinados grupos de montar escandalera en donde no la hay, con asuntos que para nada afectan ni les preocupan a los ciudadanos en general. Que el líder del principal partido de la oposición no encuentre otro asunto de relieve para preguntar al jefe del Ejecutivo que su opinión sobre la disputa entre el consejero de Sanidad, Faustino Blanco, y el diputado forista Albano Longo, al que el primero, en el fragor de la contienda, le llamó "sinvergüenza", es realmente alarmante y muestra el muy bajo nivel existente en la asamblea legislativa asturiana. ¿Pero es que los diputados no pueden dejar de pensar en sí mismos? ¿Cómo es que un político como Cascos, que fue secretario general del PP, vicepresidente del Gobierno con Aznar y presidente del Principado durante unos meses, y que siempre se caracterizó por su dureza dialéctica -siempre al límite de la cortesía parlamentaria, incluso fuera de ella a veces-, puede acabar perdiendo el tiempo y, lo que es peor, haciéndoselo perder a todos los diputados con una pregunta -peor por el término- tan ridícula? Y, sobre todo, cuando ya tenía previsto trasladar a los tribunales lo que él considera un grave insulto y el presidente del Principado un simple exabrupto. Conque Cascos hubiera ido al juez, habría bastado.

Es de esperar que no se repita este tipo de debates absurdos y que, además, unos y otros tengan cuidado para no caer en contradicciones. Por ejemplo, no se puede defender el mantenimiento de los impuestos en un determinado Ayuntamiento y el mismo partido, al mismo tiempo, reclamar al Principado que los baje.