Las grandes empresas en 2024

Ionway y Amazon... ¿Hay motivos para recuperar la sonrisa con la industria asturiana?

OCDE, FMI y UE dan perspectivas de crecimiento para España, y la industria asturiana enfoca un regreso a la recuperación después de un año de debilidad

Gran arco iris sobre San Juan de Nieva (Castrillón)

Gran arco iris sobre San Juan de Nieva (Castrillón) / Miki López

El anuncio de apertura de Amazon en Bobes (Siero) en septiembre y la tramitación del proyecto de posible instalación de Ionway en El Musel para fabricar precursores activos de cátodo para baterías de coche eléctrico han generado nuevas expectativas en una región cuya industria ha renqueado desde hace un año –aunque con visos incipientes de mejora– tras el fortísima resurgimiento poscovid que protagonizó en 2021 y 2022.

ArcelorMittal, que tenía previsto decidir el mes próximo si para o no uno de sus dos hornos altos de Gijón por un plazo no determinado a causa de la baja expectativa de pedidos, resolvió a comienzos de marzo posponer la decisión al menos hasta junio ante la recuperación de la demanda de casi todos sus productos, con la salvedad de alambrón, que sigue deprimido. Que se lleve a efecto la parada o no dependerá de la evolución del negocio y de las perspectivas del mercado para el segundo semestre, para lo que no habrá suficiente visibilidad hasta mediados de año.

Se mantiene la incertidumbre, pero el aplazamiento de la decisión denota que los datos son mejores de lo que se preveía a comienzos de enero, cuando se anunció la parada de una de las instalaciones críticas de la factoría si los indicadores no repuntaban en el primer cuatrimestre.

La patronal CEOE, las Cámaras de Comercio, BBVA, Caixabank y Banco de España han corregido al alza este mes sus previsiones de crecimiento de la economía española para este año, replicando así la danza de revisiones que ya se produjeron en 2022 y 2023, pese a lo cual el PIB de ambos ejercicios llegó a superar en muchos casos los diagnósticos de los centros de predicción.

OCDE, FMI y Comisión Europea habían avanzado que España será, de las grandes economías de la UE, la que más crezca en este ejercicio, pero los nuevos diagnósticos de los centros de análisis, que oscilan entre el 1,4% y el 2,1% (una décima más que lo que aventura el Gobierno), supondrán, de cumplirse, que el avance español duplique e incluso triplique el dinamismo esperado para la eurozona, que oscila entre el 0,9% que apunta el FMI, el 0,8% que le atribuye la Comisión Europea y el 0,6% que esperan la OCDE y el BCE.

Ionway, Amazon y expectativas para recuperar la sonrisa

Entrada al gran centro logístico de Amazon en Bobes, que tiene previsto abrir en septiembre. / Luisma Murias

Aunque España ha sido el único país al que la Comisión Europea no recortó su previsión de PIB el 15 de febrero, hay unanimidad en que sufrirá (aunque con menor intensidad que otros) la desaceleración generalizada respecto al último ejercicio, en el que la economía nacional creció, según las estimaciones, el 2,5%.

Es una ralentización en buena medida autoinfligida y deliberada por las autoridades monetarias con la aplicación de la rauda y enérgica subida de tipos de interés que se llevó a efecto entre 2022 y 2023 para doblegar la inflación.

Parece descartado –salvo complicaciones geopolíticas u otros factores externos imprevisibles– que se vaya a producir la "profundísima crisis" y el "precipicio" que se pronosticó con tanta insistencia en 2022 y 2023, y de la que el economista Antón Costas, que siempre cuestionó su probabilidad, llegó a reprochar que era la supuesta recesión más anunciada y aireada de la historia.

La paradoja de que la curva de rendimientos de la deuda esté invertida (los tipos a corto plazo están, en contra de lo que es habitual, más altos que a plazos superiores) es un indicador que se suele interpretar como anticipo de una recesión porque suele alertar de una bajada de la tasas de interés por los bancos centrales para dinamizar la economía. Este indicador no opera en esta ocasión con esa misma lógica, dado que lo que está aventurando el mercado de bonos es una próxima relajación de los tipos de interés por las autoridades monetarias una vez que se ha empezado a doblegar la inflación.

El fuerte dinamismo español respecto a otras economías y que regiones como Asturias no tengan el mismo ímpetu que el promedio nacional –aunque sí vaya superar con creces la media europea– obedece –más allá de los clásicos lastres estructurales asturianos, como el envejecimiento demográfico, el minifundismo empresarial, la baja tasa de actividad, el insuficiente esfuerzo en innovación y otros– a la diferente composición sectorial de la estructura productiva, y en particular al perfil más o menos industrial de cada territorio.

España, con un elevado componente del sector servicios en sentido amplio y del turismo en particular, evidencia una mayor resistencia que países con un sesgo más fabril. Esta diferente especialización fue también la causa de que, a la inversa, en 2020, en pleno confinamiento de la población por la pandemia, el PIB español se desplomara más que el de otros países del área menos expuestos a los sectores más dependientes de la interacción social.

Asturias, sexta comunidad con mayor contribución de la industria a su PIB, presenta ahora —al igual que otras comunidades industriales– una pauta más lenta por esta causa, sin perjuicio de la concurrencia de los factores recurrentes que atenazan a su economía.

Una vez que se superó la pandemia, el sector secundario se ha visto más zarandeado por la catarata de adversidades que se sucedieron desde entonces: la crisis de suministros, la distorsión de las cadenas globales de distribución, la crisis y carestía energéticas, los conflictos bélicos, el frenazo de Alemania y de otros países de la UE (destino del 66% de las exportaciones españolas) e incluso el alza de las tasas de interés.

Algunos de estos condicionantes persisten porque, aunque la energía ya es mucho más barata en el mercado mayorista de España que en competidores como Francia y Alemania, ese efecto no ha llegado a la industria con plena intensidad a causa de las modalidades tarifarias y contractuales de cada país, y el repliegue de la carestía energética, aunque acusado, no ha sido pleno.

En el caso de las exportaciones, la atonía europea –muy inducida por la debilidad de Alemania– pasó factura en enero a las ventas asturianas en el exterior, tanto en facturación –en parte, por la inflexión de los precios– como en cantidad tras un año récord como fue 2023. Lo mismo ocurrió en España. Pese a ello, la región encadenó su tercer enero con superávit comercial, que fue el mayor para un primer mes del año desde 2019.

Aun así, los datos de febrero del índice de Gestores de Compras (PMI), publicados por S&P Global, y que actúan como un pronóstico cualificado de las tendencias inmediatas, atribuyen el liderazgo económico europeo a España, y no solo en el ámbito de los servicios: el PMI específicamente industrial registra un repunte respecto a los valores de fines de 2023 y sitúa a España en terreno positivo y además por delante de las otras grandes economías europeas.

Esto proyecta la continuidad del dinamismo con el que sorprendió España en el cuarto trimestre. Entonces fue, según Eurostat (la oficina estadística europea), el sexto país que más creció (tras Dinamarca, Croacia, Eslovenia, Letonia y Portugal) y el tercero que más empleo creó, por detrás de Rumanía y Malta. "La aceleración inesperada" del PIB y el "elevado dinamismo" del empleo entre octubre y diciembre se produjo, según el Banco de España, pese a la debilidad de la inversión y del consumo, dos indicadores que habrá que vigilar y sobremanera el primero.

En enero, el índice de producción industrial de España, difundido por Eurostat este mes, arrojó un incremento del 3,6%, la mayor subida interanual en diez meses, mientras que en la UE cayó el 2,1% y en la eurozona el 3,2%.

La producción industrial asturiana siguió en enero en tasas negativas, con un retroceso interanual del 1,1%, que, aun cuando fue el segundo más acusado de España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), pone de manifiesto una moderación de su deterioro respecto a diciembre, cuando cayó a una tasa del 6,1%, y aún más respecto al periodo comprendido entre septiembre de 2022 y agosto de 2023, cuando hubo desplomes de dos dígitos.

Sin embargo, la cifra de negocio de la industria regional volvió en enero al crecimiento interanual (avanzó un escaso 0,5%) tras un año de retrocesos, según desveló el INE este viernes. Este incremento de la facturación se produjo pese a que los precios siguieron replegándose, con un descenso del 6%. Todo indica, pues, que las ventas han vuelto a mejorar y que, si no se han trasladado en la misma medida a la producción, es porque las empresas están aprovechando –como indica el último indicador de clima industrial de SADEI– para reducir "stocks".

Los datos de producción de la industria asturiana están muy sesgados en todo caso por el peso del sector energético, superior aún al de otras regiones de fuerte perfil industrial. Y la energía es el principal factor que lastra los datos estadísticos del sector secundario de la comunidad. De hecho, la actividad manufacturera del Principado está en positivo, según el INE, con la salvedad de los bienes de equipo.

La producción energética asturiana suma 17 meses consecutivos en negativo (desde septiembre de 2022), con caídas que llegaron a alcanzar el 40,9%, tras haber protagonizado incrementos espectaculares de hasta el 51,7% en 2021-2022, durante la reapertura y normalización económicos tras el covid.

La menor generación energética tiene causa en la desaceleración industrial, en las medidas de ahorro y eficiencia adoptadas por familias y empresas tras la gran carestía energética de 2021-2022 y el gran despliegue del autoconsumo mediante la instalación placas solares en edificaciones residenciales y empresariales.

Se suma, en el caso asturiano, la pervivencia una aún gran capacidad instalada de generación con energía primaria fósil: las térmicas de carbón de Aboño y Soto de Ribera, y los ciclos combinados que consumen gas natural en Soto de Ribera.

El gran despliegue en España de las energías renovables y su abaratamiento han relegado la participación del carbón y el gas (por su mayor coste) en las subastas que casan la oferta y la demanda en el mercado mayorista. Esto llevó a que el año pasado –en un escenario de abundancia de producción renovable– la generación eléctrica asturiana con carbón se hundiera el 42,4% y que la de los ciclos combinados retrocediera el 34,4%, según Redeia, pese a lo cual siguen siendo la primera y segunda tecnologías preponderantes en el mix de producción de la comunidad.

El aumento de la actividad hidráulica el 59,3% (en buena medida por efecto estadístico, dado que 2022 había sido muy seco) no compensó la caída de las tecnologías líderes. Y Asturias no pudo beneficiarse con la misma intensidad que otros territorios de la mayor generación renovable porque estas tecnologías solo suponen el 41,7% del mix de generación cuando en el conjunto de España suponen el 61,3% en la capacidad instalada.

Las expectativas de los empresarios arrojan más luces que sombras. En España, pese a la incertidumbre existente, solo el 7% de las empresas (dos puntos menos que en 2023), prevé una evolución negativa de su sector de actividad, según la encuesta realizada por Iberinform (Crédito y Caución) a 500.000 empresarios y directivos, y cuyo resultado se dio a conocer el día 13. Asturias arroja el peor dato de España (el 36% de los encuestados tiene una percepción negativa), pero dos tercios (el 64%) tienen una visión estable (35%) o positiva (29%).

Este sondeo arroja datos muy positivos sobre el empleo: sólo el 1% de las empresas (en España y Asturias) son pesimistas sobre su evolución. El 84% en España y el 88% en el Principado esperan la estabilidad de la ocupación en su sector y el 11% (el 15% en el conjunto del país) esperan que mejore. El estudio anual de perspectivas que realiza la consultora KPMG en colaboración con la patronal asturiana FADE determinó este mes que el 66% de las compañías de la región prevén aumentar su facturación este año, el 48% incrementará la inversión y el 50% mantendrá el empleo (el 12% cree que lo reducirá) y esto cuando la mitad de los consultados opina que la economía española empeorará frente al otro 50% que no prevé tal desfondamiento.

En el caso de la industria, la última encuesta del clima de percepciones del sector asturiano, que elabora Sadei, arrojó en enero datos prudentemente favorables: el 100% espera mantener la cartera de pedidos, sólo el 1% prevé un recorte de producción, el 93% no cuenta con subir precios y sólo el 7% presagio reducir empleo.

"Esperamos que en los próximos seis a doce meses la industria deje atrás la crisis energética y que se vea cierta reactivación. Ya se ven conatos", explicó el economista asturiano Pedro Álvarez Ondine, de Caixabank Research, el centro de estudios que acaba de difundir un análisis de la economía de la región.

Alto horno de Acelor en Veriña (Gijón).

Alto horno de Acelor en Veriña (Gijón). / Juan Plaza

"La economía nos está sorprendiendo, sobre todo los servicios, al igual que la fortaleza del mercado laboral. Somos favorables para este año, Esperamos que vaya de menos a más. De hecho, el inicio del ejercicio ha sido más fuerte de lo que se preveía y esperamos que acabe más fuerte de como empezó. Los datos de afiliación a mitad de marzo han vuelto a ser muy buenos", agregó.

En Asturias hay acontecimientos en vías de materializarse que pueden contribuir no solo a impulsar la actividad, sino también –lo que no es menos importante– a mejorar las expectativas de la sociedad y los agentes económicos.

La siderúrgica ArcelorMittal, pendiente aún de comprometer la gran inversión del horno de reducción directa de mineral de hierro con hidrógeno verde (DRI) que garantizaría la continuidad del ciclo integral del acero en Asturias, pretende iniciar el mes próximo las obras del horno híbrido eléctrico para transformar la acería de Gijón.

La energética EDP sigue avanzando en sus proyectos para producir hidrógeno verde en Aboño y Soto de Ribera, y dotarse de diversas soluciones de almacenamiento y flexibilidad al sistema eléctrico en Soto, así como abordar –en alianza con el grupo Masaveu– la transformación de carbón a gas natural del grupo 2 de Aboño. Este año será crítico para alcanzar acuerdos comerciales cruciales para la viabilidad del complejo de hidrógeno de Aboño.

La posible decisión de Ionway para instalar en El Musel una fábrica de materiales para baterías de coches eléctricos es otro hito en espera de confirmación que puede entrañar un efecto de revulsivo anímico y económico en el ánimo colectivo.

No son los únicos proyectos en puertas. Para las próximas semanas se prevé la entrada en actividad de la factoría de paneles solares de Exiom en Riaño (Langreo) recuperando la factoría de la clausurada Vesuvius y en 2025, tras las inversiones ahora en marcha, la holandesa Royal A-ware reabrirá la factoría láctea de Salas, que abandonó Danone.

Para fines de 2025 y comienzos de 2026 está prevista la entrada en producción de la nueva fábrica de torres y los monopiles para parques eólicos marinos de Windar en los terrenos de la antigua fabrica de aluminio de Avilés, y está en espera la adjudicación de terrenos en El Musel para la fabricación de equipos para eólica marina por los que compiten Duro Felguera y Zima.

El compromiso de la multinacional estadounidense Amazon de poner en marcha en la primera semana de septiembre su centro logístico robotizado en el polígono de Bobes (Siero), que prevé crear 1.500 empleos en tres años, de los que 400 estarán disponibles en seis meses, activará sectores vinculados al transporte y la logística. Su incidencia contribuirá al desarrollo del sector servicios, un ámbito por el que Caixabank Resarch considera que debe apostar a Asturias, sin renuncia a su peso industrial, para reforzar la implantación de aquellas actividades que están otorgando a la economía española un plus de dinamismo respecto a la UE.

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